POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
El resto más grande y significativo de la última muralla medieval que cercaba Oviedo se encuentra al Este, en la calle Paraíso; nace al comienzo del Postigo Bajo y termina en Azcárraga. Nuestras primeras fortalezas de protección se construyeron por orden de Alfonso III, en el año 875; luego, fue ampliándose el círculo por Alfonso IX, por su nieto Alfonso X el Sabio, etcétera. Así, Alfonso tras Alfonso, se defendió la heroica ciudad hasta que cayó en desuso la defensa colectiva, quizá cuando las compañías de seguros crearon la póliza Familia-Hogar; entonces, las murallas se abrieron al mirto y la hierbabuena, como dijeron Ana Belén y Guillén. Esa vegetación, que no se sabe si trepa para entrar en Oviedo, se descuelga para salir o exorna, es la que conviene mantener y alimentar para que el turista no descubra una muralla de piedra desconcertada y de mala factura, quizá levantada por el enemigo.
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