POR PEDRO SANCHEZ NÚÑEZ CRONISTA OFICIAL DE DOS HERMANAS (SEVILLA)
La primera exposición londinense de Joaquin Sorolla tuvo lugar en la Grafton Galleries en mayo de 1908, organizada por el propio pintor, donde se le anunciaba como «el mejor pintor vivo del mundo».
En 2019 la National Gallery junto con la National Gallery of Ireland y la colaboración del Museo Sorolla de Madrid organizó otra exposición de obras del artista, en la que se mostraban 58 de sus obras. Fue inaugurada el 18 de marzo y se pudo admirar hasta el 7 de julio de 2019. Llevaba por título “Sorolla: el maestro español de la luz. Fue una oportunidad de admirar la mas completa exhibición de obras de Sorolla fuera de España, gracias a la . colaboración de una serie de instituciones y colecciones privadas que contribuyeron con la cesión de algunas de las obras del artista valenciano. La muestra fue todo un acontecimiento cultural, sobre todo tras haber contado en su inauguración con la presencia de la reina Letizia y el príncipe Carlos de Gales (en la fotografía).
Y no solo por eso. Un artista nacido en Dos Hermanas ha sido el culpable de que en la National Gallery se oyera música y se reviviera un hecho que hizo historia. En efecto, solo había un precedente musical en la National Gallery: Cuando cerro el Museo con motivo de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, la pianista Myra Hess habló con su director, Kenneth Clark, y empezaron a ofrecer en sus salas conciertos de música clásica a la hora de la comida, para animar a los sufridos londinenses.
Pues bien, en la posterior cena organizada con el fin de agasajar a los colaboradores de la exposición de Sorolla, celebrada en la galería dedicada a la pintura británica, estuvo presente Cristina Heeren, la mecenas del cante jondo en Sevilla, en calidad de cedente de alguna de las obras expuestas. Se encontraba acompañándola nuestro paisano Manuel Lombo. Identificado por Gabriel Finaldi, director de la National Gallery y anteriormente del Museo del Prado, tuvo la genial idea de pedirle, con ayuda de Blanca Pons-Sorolla, bisnieta del artista homenajeado, que pusiera cierre al acto con una demostración de su arte. Según contaba Manuel al períódico local “El Nazareno” “no lo esperaba y no había calentado ni nada, además, había mucha gente, directores de museos internacionales, diplomáticos, el duque de Wellington”. Pero se dijo: “Es un cante y voy a darlo todo”.
Y esto es lo que cantó, con tanto arte como sentimiento y oportunidad:
“Yo me conformo con mirar
En la puerta los juzgadores
Por si te veo pasar”.
El periodista Alberto García Reyes celebraba en ABC el triunfo de su paisano nazareno, en una circunstancia tan extraordinaria como emocionante para todos los presentes, y desde luego para el propio artista:
«Yo me conformo con mirar…». Ninguna otra letra del flamenco cabía mejor que ésa en la National Gallery de Londres, donde la música se ha tenido que conformar con mirar durante décadas las obras que cuelgan de la gran pinacoteca británica. Pero el cante jondo que removió a Lorca y le sacó de las entrañas uno de sus mejores poemarios, el arte de la queja que obnubiló a Richard Ford en sus viajes a Sevilla, ha conseguido romper esa barrera histórica.
Lombo no tenía nada preparado, pero accedió sin pensarlo. «El flamenco necesita acompañamiento instrumental en la mayoría de sus estilos, aunque hay algunos que se interpretan sólo con la voz», explicó. Lo natural tras esta aclaración es que hubiera cantado una toná, un martinete o incluso una saeta. Pero el sevillano aprovechó la ocasión para ir más allá de lo evidente. Escogió una malagueña de Enrique el Mellizo, un legendario cantaor de Cádiz, matarife de profesión, que creó esa melodía inspirándose en el canto gregoriano. Y usó su letra más característica: «Yo me conformo con mirar». Eso hizo. Cantó contemplando el lienzo que tenía a su espalda, «Colonel Tarleton», pintado por Sir Joshua Reynolds en 1782. Y su eco sonó más allá de Trafalgar Square. Alguien dijo un «ole» que voló por los pasillos en los que la Reina y el Príncipe habían soñado con España en los trazos de Sorolla. La presidenta de la National Gallery, Hanna Mary Rotschild, aplaudía.”.
Esta fue la impresión del artista tras su inesperada y triunfal actuación:
“Sin duda en uno de los momentos más emocionantes que me ha dado mi profesión, sin estar ejerciéndola como tal esa noche…Está claro que uno lleva siempre la música consigo…Ha sido un viaje realmente apasionante donde he aprendido, sentido, cantado. ”.
Arte sobre arte, y un triunfo de uno de nuestros más genuinos estilos musicales, que llega al alma de quienes saben apreciarlo.
FUENTE: CRONISTA