“La singularidad histórica de la vicaría de Tudía no merecía quedar olvidada en los archivos”. Con esta contundente frase comienza el bien documentado libro que han escrito Manuel López Fernández y Andrés Oyola Fabián, cronista oficial de Segura de León, obra que acaba de publicar la Diputación de Badajoz en su colección Historia y cuyo título campea en el encabezamiento de esta sinopsis.
La vicaría de Tudía, instituida junto a otras vicarías surgidas en el siglo XIII dentro de dominio de la Orden de Santiago en la Extremadura leonesa, tiene la particularidad que nace con el nombre de una advocación mariana de la que ya se tiene constancia en las Cantigas de Santa María, del rey Alfonso X de Castilla, y no con la denominación de la encomienda en la que había de ejercer jurisdicción eclesiástica: Montemolín en este caso; al contrario de lo que ocurre con las vicarías de Mérida y Reina, así como en otras vicarías santiaguistas ubicadas en la provincia de Castilla de la Orden de Santiago, como era las de Segura de la Sierra, Montiel, Caravaca, Beas, Yeste…
Por si lo anterior no resultara ya lo suficientemente significativo, al vicario de Tudía lo nombraba el maestre de la Orden de Santiago, y no el prior de San Marcos de León como pudiera creerse, siendo los titulares de Tudía los notarios de los capítulos generales de la Orden, razón por la que sobrevive la vicaría que tratamos hasta la extinción de la institución santiaguista en 1873, cuando ya hacía tiempo que se habían desaparecido las vicarías coetáneas en Extremadura, fagocitadas por el provisorato de San Marcos en Llerena.
Esta especial situación jurisdiccional de la vicaría de Tudía –fusionada con la de Reina hasta los tiempos de los Reyes Católicos- fue motivo de varios y largos pleitos con el prior de San Marcos, situación que dejó su rastro en el Archivo Histórico Nacional y en el Archivo Parroquial de Segura de León, centros donde los autores arriba citados han encontrado la documentación que apoya el discurso histórico de su obra. Estudio que no hubiese sido posible de quedar la documentación en Calera de León, donde la Vicaría tuvo su sede hasta 1791, porque los soldados franceses acamparon en esta población durante unos días en 1811 y quemaron los archivos aquí existentes.
Además de este incidente político-militar, se hace un repaso a todos aquellos asuntos políticos que, de una manera u otra, pudieron afectar a la Vicaría a lo largo de la trayectoria histórica de la misma, al ponerla en relación directa con la Orden de Santiago, pues es sabido que el gobierno de esta última estuvo muy relacionado con la corona de Castilla desde finales del siglo XV, y luego con la de España.
En el aspecto literario, no omiten los autores profundizar en la huella dejada en la historiografía por las Cantigas y por la leyenda de Tudía; y en lo referente a los asuntos artístico-económicos se deja amplia constancia de la evolución del patrimonio artístico-monumental que nos queda de la institución estudiada, tanto en la iglesia de Santa María de Tudía –a 1.104 metros de altitud- como en el conventual santiaguista de Calera de León; instalaciones que surgieron y se mantuvieron gracias a las rentas de la Vicaría y cuyo estrangulamiento, especialmente después de las desamortizaciones del siglo XIX, tan negativamente repercutieron en ese patrimonio monumental.
Siguiendo una línea cronológica, el epílogo del libro se dedica precisamente a la reciente restauración de estos monumentos, ya en los años finales del siglo XX y primeros del XXI, concluyendo la obra con un apéndice donde se incluyen los más relevantes datos de los vicarios de Tudía que se conocen, desde 1334 hasta 1873.
En resumen, una obra novedosa y bien documentada para los que deseen conocer en profundidad aspecto inéditos de nuestra historia.