POR OSCAR GONZÁLEZ AZUELA, CRONISTA DE LAGOS DE MORENO, JALISCO (MÉXICO)
Sin duda alguna, Manuel Azuela, “el tío pata de palo”, fue de los sobrinos más cercanos al abuelo. Ranchero, dicharachero y simpático a más no poder, poseía una transparencia e ingenio que cautivaban, mismos que heredaba de su padre, Jesús, propietario final del rancho La Providencia, al pie de la Mesa Redonda. Para ello, mucho tenía que ver el que la bisabuela -Mamá Paulinita-, hubiera emigrado con sus hijas a Celaya, por lo que Manuel, el mayor de los sobrinos, representaba al Lagos rural que tanto evocaban en su plática mi mamá y mis tíos. Es esta mi propia visión infantil de aquel tío legendario al que acompañaba siempre un velo de picardía que emergía a su sonora llegada, siempre entre carcajadas.
Nacido en 1895 se dice que fue “Cristero”, atrabancado como pocos, de gran presencia; cuando quiso sentar cabeza, anunció su matrimonio; -quién es ella, inquirió su padre… pues no, no puedes casarte… de ahí no sacaba a su padre hasta que, luego de mucha bulla le soltó: – ¡entiende Manuel, es tu media hermana! Fue entonces que salió de Lagos poniendo distancia de por medio hasta los Estados Unidos, en donde trabajó en el mundo del ferrocarril, en donde sufrió un accidente que le cercenó una pierna; los detalles no los conocimos pues daba media docena de versiones diferentes del asunto.
Como el hijo pródigo, regresó a su tierra ante quienes veían con asombro que más que menguar, se había acrecentado su personalidad para volver “a las andadas”, enamorado como era pero decidido a evitar por siempre el matrimonio.
Lo recuerdo teniendo siempre a su lado a su hermano Luis Evaristo “El Gallo”, quien, con la solemnidad que le caracterizaba, le daba el trato de “padrinito” soportándole lo indecible.
Cuando la fama del tío novelista había acrecentado, algún amigo le preguntó: -Oye Manuel, ¿por qué no te has puesto tú también a escribir? -Es que mi tío no me ha enseñado el truco, respondió. Tiempo después don Mariano escribió acerca de la puntada de Manuel, algo relacionado con “el truco en la novela”.
Ganó bastantes enemigos como “Retorcedor de colas” en el Club de Leones de Lagos en donde hacía gala de su ingenio a costa de sus compañeros leones; me cuenta mi primo Pepe Ortega Azuela, muy cercano a él, que lo acompañó junto con Luis Evaristo hasta la frontera cerca de McAllen a recoger la pierna que mi papá le consiguió con otro compañero León, don Antonio Esqueda, gran benefactor de México en torno a esas prótesis, información que me brinda también mi hermano Toño, quien recuerda un día haber sufrido grandes retortijones -algo se habrá comido-, logrando el pronto acomodo tripas gracias a las carcajadas que le provocara el tío Manuel mientras le contaba sus ocurrencias.
En el cabildo de Lagos, el tío Manuel ocupó diferentes puestos, entre otros como jefe de la policía así como en la oficina del registro civil, en donde aprovechó la circunstancia para regalar a mi tío Mario Santos un acta de divorcio “pirata” con motivo de su cumpleaños, pues sentía que la tía Paulina “lo traía muy corto”.
Cuando mi tío Mariano llegó al senado por el estado de Jalisco, algún día le dijo: -Oye primo, por qué no me consigues una chambita. -Y como de qué Manuel -Pues una de esas, en las que no’más tienes que estar sentado para luego levantar la mano y decir: “Apruebao”.
En compañía de su hermano Luis Evaristo, formaban una pareja que era recibida con gusto en donde se presentaran; se cuenta que algún día que salieron en forma apresurada de una cantina al salir a relucir las pistolas; cuando alguien aventó un disparo al suelo, este le pegó en la prótesis, ante lo que exclamó: “a’i me las den todas…”, origen de aquel dicho.
Su llegada a mi casa causaba expectación, envuelto en un misterio que nunca despejó en la práctica: presumía a los sobrinos, ser capaz de interpretar los primeros acordes de la Marcha de Zacatecas a base de flatulencias emanadas de su voluminoso vientre.
Recuerdo que salió de México con rumbo a Lagos de noche con mi papá, quien por cierto, no era de lo más confiable al volante; el caso es que llegando a León se quedó dormido cayendo el coche al río, quebrándose Manuel una pierna, que afortunadamente resultó ser “la de palo”; para evitar problemas, el compadre Isidro Alférez, diputado por aquel tiempo, se echó la culpa quedando el asunto en el susto y la reparación del auto.
El tío Manuel Azuela murió en Lagos en brazos de su hermana, dejando tras de sí una vida legendaria que a falta de hijos, sus sobrinos recordamos con nostalgia.
Lagos es célebre por sus letreros; el más conocido: “Este puente se hizo en Lagos y se pasa por arriba”; en el panteón pende también un letrero que reza: “UNICAMENTE ENTRADA” -si entras, de aquí ya no sales, pareciera decir-; encontré ahí, en primera fila, una tumba con tres nombres: Evaristo Azuela, Manuel Azuela y Luis Evaristo Azuela. Y me volví a preguntar: ¿sería verdad aquello de la Marcha de Zacatecas..? Socarrón, desde el fondo de aquella tierra, el tío Pata de Palo sonreía…
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