POR ÁNGEL DEL RIO LÓPEZ, CRONISTA OFICIAL DE GETAFE Y MADRID (CAPITAL).
Con sorpresa, y cierta indignación, leo en ABC lo siguiente: “El Gobierno ha convocado un concurso público para contratar a una maquilladora-peluquera que preste sus servicios al presidente, Pedro Sánchez; a la vicepresidenta, Carmen Calvo; a la portavoz, María Jesús Montero, o a cualquier otro ministro o alto cargo que comparezca en la Sala de Prensa de La Moncloa. La correcta imagen pública en las intervenciones de los comparecientes exige que se realicen rutinariamente ciertos servicios de imagen habituales en el mundo audiovisual, argumenta el propio Gobierno en la memoria en la que justifica el contrato, cuyo valor estimado es de 19.541,50 euros al año, prorrogable hasta 80.750 euros en cuatro años”.
Me parece un gasto innecesario en los tiempos de precariedad económica que estamos atravesando; una preocupación por la estética personal que no se corresponde con la delicada situación socio-sanitaria que vivimos en plena pandemia. ¿Para que necesita el vicepresidente Iglesias una maquilladora-peluquera, si él solito se encarga de pasar de la coleta al moño, y su señora, a la sazón ministra, de cuidarse las uñas para que el bichito maligno no anide en ellas?
¿Para qué necesitan los señores/as ministros/as a profesionales del cabello y la estética corporal, si muchos de ellos/as son auténticos maestros/as en el arte de maquillar. ¿Para qué contratar personal externo si tienen en casa y en nómina a todo un experto en maquillaje, como José Félix Tezanos, responsable del CIS, hábil en el cocinado, transformación y adaptación de encuestas?
No hay necesidad de que Moncloa haga dispendios, cuando ya tiene en nómina a personas que han demostrado su arte en el maquillaje de las cifras oficiales de muertos por el Covid-19, o en el acomodo de las encuestas sobre intención de voto. Pero en el gobierno de Sánchez parece más importante la estética que la eficacia; dar buena imagen en la tele, que credibilidad en la opinión pública. Parece, cuando menos una grosería, gastar 20.000 euros en maquillaje y peluquería, mientras que el paisaje urbano queda lapidado por las colas del hambre, o en la Cañada Real se tirita de frío. Solo falta, para poner la guinda al pastel, que se contrate a Ana Torroja y que mientras sus señorías y señoríos se someten a tareas de acicalamiento, les cante aquello de:
Sombra aquí, sombra allá
Maquíllate, maquíllate
Un espejo de cristal
Y mírate y mírate