POR RAFAEL SÁNCHEZ VALERÓN, CRONISTA OFICIAL DE INGENIO (GRAN CANARIA)
Tradicionalmente y durante siglos, la población del municipio de Ingenio se dedicó fundamentalmente a tareas agrícolas y ganaderas en pequeñas unidades de producción familiar (labranzas) y labores artesanales con materias primas esencialmente de productos agrícolas (madera, palma, pita, caña…), así como calados y bordados, con una menor parte en oficios diversos de forma individual (carpinteros, latoneros, herreros, tejedores…), siendo casi insignificante los comerciantes, asalariados y profesiones liberales, y casi testimonial la industria (molineros).
La actividad principal de la población femenina la constituyó en los últimos tiempos el empaquetado de tomates. El agro se vio favorecido por la riqueza que le proporcionaba la abundancia del agua procedente de los manantiales de Guayadeque, administrada por las heredades Acequia Real de Aguatona en Ingenio y Principal y Mina en Carrizal y los numerosos pozos abiertos en la zona.
Llegados a la década de 1960 se produce la gran crisis de la agricultura, motivada por la falta de lluvias, la merma del acuífero y la falta de salida de los productos. A partir de aquí y en el tránsito hacia la década de 1970 y etapa posterior desaparecen multitud de almacenes de empaquetado (Bonny, Benítez, Cárdenes, Verdugo, Pilcher, Moisés Rodríguez…).
Los labradores abandonan los campos, siendo significativo la desaparición de la cría y comercialización del cochino que proporcionaba parte de las entradas a las familias. El turismo y el cercano Aeropuerto abren nuevas perspectivas de trabajo y los jóvenes que desde temprana edad abandonaban la escuela, buscan una formación intelectual que les asegure el camino a profesiones mejor remuneradas.
Se vislumbra una etapa de desmesurado y desaforado crecimiento urbano hacia áreas periféricas de accidentada orografía, con la construcción de la clásica casita terrera con pagos aplazados a suministradores de materiales de construcción y ayudas personales, aprovechando los domingos para el techado.
Nacen nuevas barriadas en terrenos que fueron de cultivo, con la compra de solares “a plazos” sin apenas infraestructuras y servicios (Tarifa, Cercado de Matos, Carrión, Mondragones, altos de los Molinillos, El Valle, Cercado Grande, Lomo Juan). Se avanza hacia la Costa en los Vélez y Cuesta de Caballero.
Con la construcción de la Avenida de América se descongestiona el tráfico en el casco de Ingenio y hacia el pueblo vecino de Agüimes; la carretera general del Sur (calle Carlos V) se convierte en centro neurálgico de Carrizal con proliferación de comercios, en un crecimiento que se hace ostensible hacia el barranco del Obispo por los parajes de Cañadas, Olivares y el llamado “Barrio Nuevo”, para continuar en la Jurada y Capellanía. La zona del Burrero, único lugar de esparcimiento costero, se convierte en un cosmopolita barrio.
Posteriormente la bifurcación alivia el tránsito rodado de un núcleo poblacional en expansión. Los históricos barrios de Aguatona y Majoreras-Puntillas crecen moderadamente, mientras que se despueblan los caseríos cumbreros y solana de Guayadeque. De la vivienda autoconstruida se pasa a los pisos de protección oficial o de promoción particular, en una mescolanza con la vivienda terrera tradicional.
Se producen cambios en otros campos como la medicina con la puesta en servicio de nuevos centros de salud, campos de fútbol, terrero cubierto de lucha canaria y pequeños polideportivos en las distintas barriadas, remodelación de las históricas plazas, acondicionamiento de nuevos parques, áreas de esparcimiento infantil y auditorios. Grupos de viviendas sociales en El Sequero, los Hoyos y El Herrador; gran dotación de centros de enseñanza secundaria y polideportivo cubierto en la zona urbana intermedia. Edificios para la administración municipal y centros de enseñanza primaria que proporcionan una total escolarización.
Este crecimiento, coincidente con la etapa de transición política, hace que, para bien o para mal, cambien las costumbres tradicionales que de alguna manera daban entidad a esta comunidad. Entran en crisis las representativas sociedades de Instrucción y Recreo y sus bailes, los multitudinarios paseos y las verbenas domingueras. Desaparecen las cinco salas de cine que eran los lugares de encuentro de la juventud y cierran multitud de “cafetines” y pequeñas tiendas, mientras proliferan los teleclubs juveniles, discotecas y supermercados.
Los nuevos calendarios laborales hacen pasar del domingo al sábado los días de esparcimiento. La facilidad del transporte y las comunicaciones, y la diversificación y modernización de las costumbres favorecen una mayor convivencia, marcada por el fenómeno de la globalización, pero se pierde la tradición identitaria.
En la actualidad no hay ajetreo y bullicio por las calles y plazas a distintas horas que tanto caracterizaron a este vecindario; ahora las calles están vacías y las familias recluidas en sus casas, los vecinos apenas se conocen y la televisión, Internet y redes sociales marcan la pauta de los acontecimientos y las relaciones humanas en un mundo cada vez más deshumanizado, donde la comunidad ingeniense apenas se diferencia de las demás. Es el tributo que se paga a la prosperidad, el desarrollo y el bienestar…Y es que “el Ingenio” ha cambiado mucho en cuarenta años.