POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Cuando iniciaba mis explicaciones de Química a comienzos del curso solía preguntar a los alumnos qué significaba para ellos esta asignatura.
Unos decían que era una ciencia muy útil a la industria, otros la acoplaban a la medicina, otros a la alimentación… Después de escuchar sus opiniones, iba al encerado y escribía QUÍMICA = UNA CHAPUZA QUE SIRVE.
Después añadía: UNA CHAPUZA porque sus fundamentos NO SON VERDAD sino interpretaciones válidas en un momento histórico y, por tanto, cambiantes; y SIRVE para interpretar sucesos, explicar cualidades de sustancias, y atender a las necesidades de la sociedad.
Para terminar mi discurso magistral (que todos tomaban a coña) remataba así: Ya veréis a lo largo del curso cómo se cumple lo que ahora anuncio y entenderéis la gran labor social que mis colegas, anteriores a Lavoisier, a los que llamaban ALQUIMISTAS, hicieron en favor de la Humanidad.
Y como actividad para mañana, a ver si alguno de vosotros me explica la receta para elaborar un FLAN DE HUEVO y la influencia que tuvo en este proceso mi maestra alquimista MARÍA LA JUDIA.
Por supuesto, risas generales.
Pues sí, señores, sí. MARÍA LA JUDÍA, también conocida como María la hebrea y María la profetisa fue una alquimista alejandrina (entre los siglos I y III), experta en procesos de destilación e inventora de aparatos para destilar, descritos por Zósimo de Panópolis (siglo IV), como el «Tribikos» y el «Kerotakis», éste para destilaciones a reflujo.
Los alquimistas, dado que buscaban cosas tan raras como la piedra filosofal y el elixir de la eterna juventud, solían ser considerados un tanto brujos (alquimia, del árabe al-kimiya, significa lo oculto) y en muchos casos perseguidos y condenados por la Inquisición.
Un método para librarse de sospechas de prácticas heréticas consistía en asociar ciencia con cristianismo.
Y por esta causa se divulgó el rumor de que la alquimista María correspondía a Miriam, una hermana de Moisés; siendo, por tanto, judía, hebrea, profetisa…
Uno de los procesos alquímicos que inventó María fue el modo de calentar uniformemente una sustancia contenida en un recipiente introducido en otro con agua en ebullición y este en otro con arena muy, muy caliente. Este método de calefacción, a propuesta del gran médico del siglo XIV Arnaldo de Vilanova, se denominó «BAÑO MARÍA». Actualmente se suprime el primer recipiente con arena.
Y ahora llegamos la elaboración del FLAN DE HUEVO, dulce con orígenes romanos, muy utilizado desde el siglo VII en comidas cuaresmales y cuyo nombre, «flan», es de origen francés.
Hoy lo prepararemos «a lo rápido» en olla exprés.
En un cuenco viertan unos 350 centímetros cúbicos de leche entera; añadan 4 huevos frescos de gallina y azúcar al gusto (por ejemplo, 200 g) y, si lo desean, un buen chorro de leche condensada.
Batan todo muy bien hasta lograr una mezcla homogénea y llévenla a un flanero previamente bañado con un caramelizado de azúcar.
Cierren herméticamente el flanero e introdúzcanlo en una olla exprés con agua hasta una altura de dos-tres dedos (en horizontal. Cierren la olla y esperen unos 5-7 minutos de giro de válvula. Cuando haya enfriado, abran la olla. Desmolden el flan cuando sea el momento de su consumo.