POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ).
Acudo hoy a la hemeroteca en tiempos cuando no había coronavirus. Hace ahora dos años de la remembranza que ahora comento. El titular de este post, evoca el mismo titular de la Revista de mis amigos “Cazurros Romanos”, chirigota del Carnaval Romano Emeritense, publicado en febrero de 2019. El asunto que trataba estaba relacionado con los tontainas que manifestaban que el jamón es cerdo muerto. Lo evoco en estos días de fríos intensos que son muy agradecidos por la chacina colgada que orea la denominación de origen matancero. Acudo al texto.
“Este año me he dado cuenta que cada día que pasa nacen en este suelo patrio de nuestros amores, desencuentros y pasiones, gente muy cortita de entendederas. Veamos por qué. Pues no van unos pocos de esos cortitos y dicen que el jamón no es jamón, que es cerdo muerto. Menudos profetas, menuda bobería, menúa jangá, menuda estulticia. ¿Cómo quieren que estén entrañas mías? Esta gente pide que sea abolido el producto estrella de nuestra tierra. Si éstos supieran lo que me dijo el barato paisa que conocí en ‘El Portu’, cuando le hice la prueba del algodón sobre un plato de las nalgas del guarri guarri. ¡Chacho! el paisa cogió una loncha del presunto y dijo sonriendo antes de llevársela a la boca: “morito no es tontito, a morito le gusta jamoncito”. Gloria eterna para el morito por los siglos de los siglos del jamón, su tocino, la grasita del cochino y el cuchillo jamonero.
Hay que ver las ocurrencias de los que no tienen nada que hacer por las tontás con denominación de origen que dicen. Esto es el reflejo de la decadencia de este país que ha llegado a lo que profetizó Alfonso, el hemmano de su hemmano Juan de feliz recuerdo en su despacho montado para gestionar la mamandurria y mamela de la gutibamba.
Qué sabrán estos decadentes. Qué sabrán de un revuelto de espárragos trigueros con jamón al que quieren abolir. Que sabrán de unas alcachofas con jamón. Qué me dicen estos ignorantes de un plato con huevos fritos, patatas y jamón. Y así una retahíla de excelencias de este producto tan nuestro que da gusto comerlo. Como unos champiñones con jamón, guisantes con jamón, setas salteadas con jamón ¿verdad, Godo? guiso de patatas con chorizo y jamón. Croquetas de jamón, fabada de judiones con jamón, un caldito con jamón y unas sopas con jamón. Qué sabrán estos de saborear un buen salmorejo con virutas de jamón. ¡Un jamón con chorreras pá tó esta gente!
Que aprendan de los mil seiscientos millones de chinos que quieren jamones enteros de bellota con esas pintitas blancas, que no engordan ni perjudican al colesterol, que así lo anunció no hace mucho su jefe Xi Jinping en la capital del reino de España. ¡Ooooolé por Jinping y todo su séquito jamonero! Tomen nota, bobos míos.
Qué sabrán estos cortitos que se manifiestan en contra del jamón, del efecto benefactor que te hacía una ración o una tapa del buen jamón que te servían en el bar ‘El Mosquito’ de Talavera la Real, de inolvidable fama; y en “El Torero” de Lobón, parada obligatoria de muchos viajeros; tapa o ración que acompañabas con buen morapio. El jamón te levantaba tanto el ánimo, en aquellos años de juventud, que te venías arriba ligando a tutiplén en las ferias de estos pueblos. ¡Que tíos estos que van en contra del jamón! Estoy seguro servidor que, si le llevan de regalo a casa un jamón por Navidad, seguro que lo trincan y no dicen que es guarri muerto.
Voy echando el cierre con el recuerdo de mis años de la edad de la infancia cuando el médico me había prescrito por una enfermedad en el pulmón dos meses de reposo. De regreso a casa, mi madre entró en el comercio de Pedro Gragera (coloniales y embutidos, especialidad en jamones) un hombre bajito, de cara sonrosada y pelo blanco, y de su habilidad y precisión en el manejo del cuchillo jamonero, ritual imborrable. ¡Señores, que el jamón se reservaba para el restablecimiento de los enfermos de pecho! “Pedro, dame cien gramos de jamón, que el niño está malo”. Como para no defender al jamón ante esta gente que no tiene dos dedos de luces. Si acaso saben algo es del gusto por el jamón recebao y alunao.
Gloria siempre a una ilustre, devota y fervorosa loncha de jamón, un trozo de pan y una copa de buen vino; puro estado de la felicidad suprema. No lo digo yo, lo dijo un canónigo de mantel y buena mesa a quien le encantaba el jamón de Montánchez. El cual tenía una señora para la asistencia y servidumbre, a la que le volvía loca el pernil jamonero. Ella cuando la tentación la interpelaba cortaba a escondidas unas lasquitas. Al bueno del canónigo con su timidez le retraía llamarle la atención. Hasta que viendo como el jamón mostraba ya el hueso, no pudo más. Y en la homilía de la misa matutina, alto, claro y despacio, le espetó desde el púlpito: “María, María, ten conciencia y corta poco. Y a continuación Dominum Nostrum”.
NOTA: La fotografía corresponde al oreo del género matancero en una casa de la calle Arcos.