POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
Hace bastantes años, cuando yo me encontraba distraído, ocupado y preocupado en el folk castellano, como he escrito más de una vez en estas líneas, y por la cercanía afectiva con Cuéllar, nuestra ciudad hermana en tantas cosas, en ella pasé momentos de mi vida juvenil, apasionantes en los encuentros musicales castellanos, los “Alardes Cuellaranos de Música Castellana”, y momentos emocionante en esos encierros tan tradicionales y puros, para los que nos gustaba la tauromaquia popular, eran una visita obligada, siempre bien acogido y haciendo amigos.
Por entonces fue cuando estaba muy cerca de la música castellana, nuestras raíces, cuando conocí a Agapito Marazuela, el maestro, el cantante profundo de voz grave a cadenciosa, el recopilador, que además era un modelo musical seguido por muchos. Pues en uno de esos alardes cuellaranos un día descubrí una jovencísima María Salgado que además, con su voz clara y aterciopelada interpretaba unas composiciones tradicionales de esas que Agapito había recopilado, y entre ellas alguna de la Tierra de Arévalo, donde él profundizó y rescato algunas piezas emblemáticas de nuestra música… el canto a la cigüeña, alguna nana, algún canto de siega o trilla, algún fandango castellano, alguna ronda… y esa joven que acababa de descubrir cantó alguna de esas piezas musicales. Por ello, por su voz nueva y distinta, con su música tradicional y por el repertorio en parte de la tierra arevalense, quedé prendado de aquella joven intérprete. Luego he seguido su carrera musical, en la distancia, pero cercanamente, en esa música tan nuestra. Y pude advertir que lo que hoy llamaríamos “fusión” musical, se plasmaba en esas músicas de nuestras raíces que eran acompañadas de nuevos instrumentos y acordes, que no sólo no estorbaban lo esencial de la música, sino que lo complementaban con un resultado bellísimo.
Ahora, repasando su biografía musical redescubro y recuerdo aquellos momentos que con el paso del tiempo no se han borrado, porque fueron grabados en lo más profundo de mis raíces musicales, las de mi tierra, lo mismo que también sentí al descubrir otros sones y acordes de otras tierras con muchos puntos en común.
El domingo pude saludar a esta mujer de voz aterciopelada que recordaba en su exultante juventud y en su madura manera de cantar… En el momento que vi anunciada su actuación en las “Veladas musicales de la Villa” esperaba el momento del saludo. Ella no tenía por qué reconocerme, pero yo sí, y así se lo tenía que decir. María, desde tu música contribuiste a despertar mis raíces musicales y amarlas, y saborearlas…
Esos sones castellanos, ese profundizar en la música sefardí, en los boleros, en las habaneras del interior sin sabor a sal, esos fados cálidos y melancólicos, algún tango con visión muy personal, guajiras mezcladas con fandangos o seguidillas castellanas.
Que pena sintió por no poder cantar en esta nuestra Plaza de la Villa, el bellísimo marco que la cautivó como precioso escenario y gran marco para su música… esa tormenta amenazante durante toda la tarde se convertía en lluvia, esa agua tan esperada y deseada en ese preciso momento nos resultó inoportuna, aunque aquí la lluvia nunca es inoportuna, más bien la gran deseada que tanto nos hace esperar…
El domingo pude saludar a esta mujer de voz aterciopelada que recordaba en su exultante juventud y en su madura manera de cantar… En el momento que vi anunciada su actuación en las “Veladas musicales de la Villa” esperaba el momento del saludo. Ella no tenía por qué reconocerme, pero yo sí, y así se lo tenía que decir. María, desde tu música contribuiste a despertar mis raíces musicales y amarlas, y saborearlas…
Esos sones castellanos, ese profundizar en la música sefardí, en los boleros, en las habaneras del interior sin sabor a sal, esos fados cálidos y melancólicos, algún tango con visión muy personal, guajiras mezcladas con fandangos o seguidillas castellanas.
Que pena sintió por no poder cantar en esta nuestra Plaza de la Villa, el bellísimo marco que la cautivó como precioso escenario y gran marco para su música… esa tormenta amenazante durante toda la tarde se convertía en lluvia, esa agua tan esperada y deseada en ese preciso momento nos resultó inoportuna, aunque aquí la lluvia nunca es inoportuna, más bien la gran deseada que tanto nos hace esperar…