MARIANO AZUELA, MADERISTA
Jun 07 2020

POR OSCAR GONZÁLEZ AZUELA, CRONISTA DE LAGOS DE MORENO, JALISCO (MÉXICO)

Portada de «Andrés Pérez, maderista», publicada antes de que Madero tome la presidencia; única novela en la que Azuela «da la cara de frente».

Nacidos en 1873, hay tres personajes fundamentales en torno a la Revolución Mexicana que son Francisco I. Madero, Ricardo Flores Magón y Mariano Azuela; ejecutor, ideólogo y cronista. Cuando tienen uso de razón Porfirio Díaz ya ha asaltado el poder, mismo que no ha soltado cuando ellos ya se acercan a los cuarenta. Sus contemporáneos, aunque lejanos en juventud, si cuentan con el vigor para participar en el cambio que propone Madero. Azuela participó desde Lagos en la lucha antirreeleccionista y luego ya en la maderista; presumía haber enviado a la cárcel de San Luis alguna carta al apóstol que le fue respondida por él, misma que se le extravió en la vorágine revolucionaria.

Mi abuela presumía: -yo tuve hijos cada dos años, hasta que perdí la cuenta… Pues esa cuenta la perdió con mi mamá; se acercaba el veinte de noviembre de 1910, con la esperanza del estallido revolucionario, Mariano y Carmen, pareja de locos enamorados -ya con cinco hijos-, de lo único que se iban a acordar era de programar las fechas de sus amores, quedando la abuela embarazada en medio de lo que presagiaba ser una fiesta, tan lejos de las balas y de la toma de Ciudad Juárez, que fue motivo para la renuncia de don Porfirio y la caravana triunfal de Madero con rumbo a la Ciudad de México; cuenta Tanita en la grabación que le hizo mi tío Antonio que mi abuelo fue a verlo pasar junto con el tío Salvador, de apenas ocho años de edad; ¡viva Madero!, ¡viva Madero! se escuchaba por todo Lagos según recordaba.

La familia Azuela – Rivera para 1911; María de La Luz ya viene en camino…

Como parte de los acuerdos de Ciudad Juárez, se iría entonces haciendo el cambio paulatino de autoridades en toda la república, y es así que llegaron a Lagos los delegados maderistas, mismos que de inmediato fueron recibidos por los hombres de horca y cuchillo en Lagos; Manuel Rincón Gallardo armó a sus peones y se autoproclamó coronel maderista sin rendir cuentas a nadie. Se armaba así los primeros días de junio de 1911 la mascarada para elegir autoridades al gusto de los poderosos en convención realizada en el Teatro Rosas Moreno, en la que Azuela levantó la voz en la tribuna minutos antes de la elección; dentro de su epistolario viene contenido el que fue su discurso, catalogado de manera errónea como una carta y es el siguiente:

“C.C. Delegados del gobierno:

Siendo la misión vuestra explorar la opinión pública para llevar a efecto el nombramiento de autoridades locales de acuerdo con ella, debo manifestar con toda claridad y energía mi opinión particular, ya que como delegado que soy por el gremio de profesionistas no concuerdo con la opinión de la mayoría.

Lagos, como todos los pueblos de la República, está en manos del caciquismo, y aquí como en todas partes este gremio está perfectamente organizado y listo siempre en la obra de hacer y deshacer autoridades.

Primera fotografía de mi mamá, que yo conozca… le llamaban «la foto de la escalerilla»; ella es el último escalón.

Inversamente, el pueblo y la parte de la sociedad que no medra en la política ni necesita de la política, esa parte que siempre ha tenido el papel de escalón o de comparsa, ignora hasta los rudimentos para intentar siquiera obra verdaderamente democrática. Por consiguiente, cuando hace apenas veinticuatro horas vosotros os presentasteis haciendo un llamado al pueblo, la clase dominante os esperaba ya con las armas, más bien dicho con los laureles del triunfo en las manos; por el contrario, la clase subyugada y la clase independiente se han desconcertado en absoluto a vuestro llamado y ayer apenas andaban buscando sus candidatos, quienes algunos como yo mismo, con nuestra negativa a ocupar puesto alguno en la administración, los acabamos de desconcertar. Por consiguiente, otras manos son las que mueven los resortes del acto que se va a ejecutar, y los que ahora se presentan a daros su voto y que no pertenecen al grupo imperante, vienen ya por sugestión, ya por el entusiasmo de iniciarse en las prácticas democráticas. Pero como yo creo que ahora se trata cabalmente de no seguir jugando a la democracia, os manifiesto que a menos de que no se le conceda al pueblo un justo plazo para que ejecute con meditación y cordura este acto, renuncio a la delegación que se me ha conferido”.

Luego de arrancar el antifaz a la farsa que se pretendía representar, se hizo la elección logrando Azuela 14 de los 17 votos en contienda. Escribe a Pepe Becerra:

“…se me preguntó si aceptaba la candidatura y contesté que ya les habia dicho a los que me la ofrecieron que por razones especiales les suplicaba no la presentaran, pero que tenía el valor suficiente para afrontarla, que puesto que no se había retirado mi candidatura y esta había triunfado, aceptaba. Un aplauso ruidoso, el primero que no oigo en mi vida, dio fin al primer acto de la elección.”

Acta de entrega del Registro Civil a Mariano Azuela por Lorenzo Calderón, el 20 de junio de 1911.
Acta de entrega del Registro Civil a Mariano Azuela por Lorenzo Calderón, el 20 de junio de 1911.
Regreso del Registro Civil a Calderón por Azuela, el 10 de agosto de 1911.

Para tomar posesión del cargo, Azuela tuvo que pedir apoyo de las fuerzas armadas pues el anterior Jefe Político evitaba entregarle el cargo. Se había ya enviado una carta de protesta al gobernador con firmas en contra del procedimiento y otra a su favor el 16 de junio; la entrega se le hizo hasta el 20 de junio; llegaba la famosa inundación de Lagos, todo era el marco social que daba lugar al que en casa se vivía con el nacimiento de María de la Luz, en las propias manos del flamante jefe político, ese 6 de agosto de 1911, entre cohetes seguramente, por ser el día de la fiesta principal de Lagos de Moreno hasta el día de hoy en que se celebra a Nuestro Señor del Calvario.

Volviendo a la política, escribió Azuela:

“No se hacían las elecciones generales todavía cuando el gobierno provisional del presidente don Francisco León de la Barra se había convertido en madriguera de tejones que por medio de combinaciones e intrigas políticas estaban socavando profundamente los cimientos del nuevo régimen. Uno de los más gordos logró derrocar al gobernador de mi Estado y mi protesta fue inmediata en forma de renuncia de carácter irrevocable, expresando con toda claridad que el puesto que ocupaba como jefe político del cantón lo había aceptado exclusivamente por obedecer el mandato de mi pueblo, pero nunca lo ocuparía por mandato oficial. Para colmo de mofa hube de entregarlo a la misma persona a quien por la fuerza había tenido que desalojar.

Esto me dio la medida cabal del gran fracaso de la Revolución. Fue para mí el máximo instante de la desilusión, de irreparables consecuencias. El caciquismo recuperaba sus fueros, sorprendido él mismo de la debilidad catastrófica del gobierno maderista. Decidido a retirarme de una manera absoluta de toda actividad política, me dediqué al ejercicio de mi profesión y en las horas muertas a componer el primer volumen de una serie que debió haberse llamado Cuadros y escenas de la Revolución Mexicana pero que por necesidades editoriales y otras causas secundarias hubo de cambiar de nombre”.

Como en un juego de espejos, una de sus últimas firmas como jefe político, queda estampada en el acta de nacimiento de mi madre, el nueve de agosto mientras que un día después, desilusionado como lo ha escrito, entregaba la jefatura política.

Las cosas no quedarían así; su venganza la ejecuta con sus propias armas, escribiendo la primera novela de la Revolución Mexicana, que tiene lista aun antes de que Madero tome posesión de la presidencia de la república, a la que manda estampar en la portada su propia cara, de frente a sus enemigos y a lo que venga: “Andrés Pérez, maderista”.

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