POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
Se ha abierto un nuevo mes. Se llama marzo y tiene por apellidos: Cuaresma, Primavera, San José, dama de noche, azahar, sol, floración, revoloteo y piar de pájaros. Marzo ha llegado para traernos una luz limpia que acarrea la aurora resucitadora para penetrar en el alma de una dama que llega deseosa de abrir de par en par sus puertas. Todo o cuasi todo marcea derramado de blanco, amarillo, rosa, verde y morado. Porque en este mes renace la vida. El sol manda la luz en estos días, prólogo de la primavera, bajo la floración de los frutales que acarrea marzo. El campo sigue escribiendo los afanes de la madre naturaleza para traer el fruto y con él las preocupaciones y los días: “La vida no es fácil para nadie, pero debemos tener perseverancia y sobre todo confianza en nosotros”. Bendita sea la esperanza de los hombres del campo. No le demos, por lo tanto, palos por muy acalorados y con razones que tengan sus gentes. El campo no debe ser un polvorín.
Las manos de marzo se estiran en sus hechuras ensanchando los brazos del aire que trae esta luz que llega callada, sin molestar. Él lo ha hecho todo. ¡Fiat lux! Y se hizo. Y luego fue la flor. Y llegó la vida. Primero se vistieron los almendros, luego las mimosas y los frutales que estrenan traje nuevo. Y ahí andan marceando y salpicando este mes que va desde el corazón a los asuntos. Es el canto de la antífona del rito que dentro de poco traerá su triunfo. Aroma, esencia y belleza. Tras la espera y la impaciencia ha llegado el gozo. Así anda, sabe y está el azahar, que abre ensanchándolo todo para que entre la fiesta con nombre de mujer. Sí, ya viene, tenías ganas, Primavera. Viene con ímpetu, sin complejos, proclamando la claridad que no para de avanzar. Viene llenándolo todo. Sí, viene esta dama elegante y hermosa, rompiendo las tardes que andan dormidas en la tibieza. Llega con su escritura, prodigio hondo, preñada de tinta azul y malva. Pregón de los árboles en Cuaresma. Qué hermosura, qué ejemplo, qué resistencia, cuando aquí, en nuestras calles y plazas, ejecución, tala y desierto. Que ese fue el martirio que padecieron aquellos árboles que fueron y otros que no existieron. Desafortunada molestia con el bien que hacen oxigenándonos la vida.
Pasado el meridiano de marzo aparece la vara florida de San José, festividad que trae los “cubiletes reales” nacidos de unas expertas manos dulceras del convento de las hijas de Santa Clara. Basta con mezclar sus ingredientes: huevo, aceite, harina, agua, almendras y azúcar, junto con el arte de unas manos expertas, que con oficio hacen que sepan luego a gloria. Tradición, intimidad, antiguas recetas transmitidas durante siglos, junto al toque de unas mujeres dadas a Dios que ponen paciencia, sabiduría y sobre todo amor, bajo el saludo en su acogida: “Ave María Purísima”. Así, el torno del convento, desde el pequeño zaguán que separa las cosas de este mundo con la otra vida nada fácil de oración, contemplación y entrega, desprende el mejor de los olores y sabores posibles. No sé qué ha podido pasar, pero ha bajado la venta de dulces del convento de las clarisas. Algunos médicos hablan contra los dulces por el colesterol, triglicéridos y el peligro de caer o estar en la diabetes. Con el bien que hacen estas santas mujeres que han consagrado su vida a Dios rezando por nosotros, que tanta falta nos hace. En el católico Montijo tengo que decir que el convento sufre de falta de vocaciones. Son los tiempos que corren preocupando en conventos y seminarios. Siete religiosas viven en él: una española, cuatro mejicanas y dos nicaragüenses. Por favor, anímense a comprar dulces de estas vencedoras del tiempo, conservadoras del patrimonio religioso, histórico y cultural que tiene ya más de tres siglos. Lo canta la copla: “Alacena de las monjas, que te dan gloria bendita”. Amén.
Fuente: https://cronicasdeunpueblo.es/