POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Los próximos 1 y 2 de noviembre la Iglesia Católica celebra, respectivamente, las fiestas de Todos los Santos y de Los Difuntos.
De la primera ya existen referencias desde el siglo VI, si bien su confirmación definitiva data del año 835 durante el Papado de Gregorio IV.
La segunda nace de la iniciativa de San Odilón, abad de Cluny, en los primeros años del siglo XI.
En Asturias estas celebraciones tienen una gran carga de tradición tanto festiva como religiosa; tradición que se resume en aquella advertencia que los «mayores» hacían a sus hijos: «¡Fíos, acordaivos de que en noviembre hay que arreglar les sepoltures y pagar la contribución!»
Y esta advertencia se mantiene aún, por lo menos en lo de las sepulturas.
Ya en estos finales de octubre las gentes acuden a los cementerios a limpiar los nichos, colocar flores, etc. donde yacen «sus difuntos».
Antiguamente, durante la tarde del día 1, el sacerdote, con ornamentos negros, acudía al cementerio para rezar un responso ante cada sepultura- En la actualidad un «alguien» reza un rosario y si aparece un sacerdote reza un «responso general».
Las gentes, entre rezo y rezo, se saludan, charlan…porque estos recuerdos son motivo de reencuentros.
Durante la noche de ese día 1 se representaba el Tenorio (si había teatro, cine o se disponía de radio para escuchar la transmisión) y los niños colocaban en caminos y en ventanas de casa calabazas talladas a modo de calavera e iluminadas con una vela en su interior.
Y el día 2, el auténtico de Difuntos, las gentes acudían a la Iglesia para «oír» tres misas, según disposición del Papa Benedicto XIV en 1748.
Yo creo que hoy en día no hay ni misa ni rezo alguno.
Y como en nuestras costumbres «no hay misa sin mesa», estas fiestas otoñales alegran la tristeza de los recuerdos con BUÑUELOS y con HUESOS DE SANTO, amén de otras dulcerías como «Teresitas», «Casadielles», etc.
Vean los escaparates de nuestras confiterías y si son «llambiones», no se priven por miedo a la muerte. Estos huesos la hacen dulce.
¿Qué son los huesos de santo?
Antiguamente eran sencillamente figuritas de mazapán con forma de hueso largo tipo fémur o húmero.
Después la cosa se sofisticó y se optó también por canutillos de mazapán rellenos de «algo dulce», imitando así la parte alargada de un hueso con su «cañada» o tuétano.
Hoy día todo ha cambiado. Aquellas viejas costumbres están siendo desplazadas por esa versión carnavalesca, importada del «extranjero de fuera», que llamo el «Jalogüín» porque me niego a saber cómo se escribe y cómo se pronuncia.
¡Lagarto, lagarto!, que dicen los andaluces.
Yo, para estos días, haré buñuelos a mi manera:
En un cuenco grande bato 2 huevos y cuando «espumen» les añado una cucharada de aceite de oliva y media taza de leche entera.
Sigo batiendo y sumo media taza de azúcar y taza y media de harina fuerte.
Sigo con el batido hasta lograr una mezcla homogénea.
Tomo porciones de esta mezcla (a cucharadas) y frío en aceite hasta dorar.
Finalmente, ya fuera de la sartén, espolvoreo con azúcar.