MASCARITAS DEL SIGLO XVI • UN PRÓLOGO INQUISITORIAL DE 1574, PRIMERA REFERENCIA EN LA CAPITAL A UN BAILE DE CARNAVAL
Feb 28 2020

«NO HAY GRANDES REFERENCIAS A FIESTAS DE CARNAVAL EN LOS SIGLOS XVI, XVII Y XVIII, PERO SE SABE QUE ERAN AL ESTILO VENECIANO Y GENOVÉS», EXPLICA JUAN JOSÉ LAFORET, CRONISTA OFICIAL DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

«La fiesta era de máscaras y la concurrencia tan grande que no cabía en la sala ni en los patios». 15 de julio del año 1574. Parte de la alta sociedad del Real de Las Palmas celebraba en casa del canónigo Pedro de León la unión matrimonial entre Mateo Cairasco, hijo de Constantín Cairasco, alguacil mayor de la Inquisición, y Peregrina de Montesa, hija del regidor Antonio de Montesa. El encuentro provocó «un gran alboroto», según testimonios de la época, por lo que unos vecinos alertaron al teniente de gobernador de lo que ocurría, «diciendo que había mucho ruido y muchas muertes y espadas». Este desencuentro terminó plasmado por el Santo Oficio a modo de prólogo inquisitorial, un escrito que se conserva en la actualidad en los archivos del Museo Canario y que supone la primera alusión en la historia en un documento oficial a un acto carnavalesco en la capital grancanaria.

Sergio Macías, diseñador del actual escenario del Carnaval capitalino decidió incluir este histórico escrito inquisitorial en su obra. «Investigando sobre la historia de la fiesta, me encontré con este documento y creí importante reseñar sus orígenes, teniendo en cuenta que estamos hablando de Érase una vez… el Carnaval», apunta el escenógrafo. En su caso, ha creado una pieza compuesta por un libro abierto, por la página del año 1574, con un balcón insertado en su zona superior. «Por el saldrán personajes durante las galas, en el decorado no hay nada aleatorio», explica, afirmación que el público pudo comprobar en la elección de la Reina, cuando desde la ventana sobre el prólogo se alongó Caperucita Roja.

Habría que remontarse a las calles del Real de Las Palmas del siglo XVI para comprender mejor esta historia. Tras su fundación, la comunidad procedente de la república de Génova -actual Italia- fue una de las más numerosas e influyentes, pues controlaron buena parte del comercio del azúcar en la Isla, señala Fernando Bruquetas de Castro, profesor de Historia Moderna. «Son quienes financiaron la mayor parte de los ingenios después de la conquista», detalla el experto. Una región de la península itálica que, además, ha contado con una gran tradición carnavalesca desde la Edad Media.

La actual calle Travieso, en el barrio de Triana, llevó el nombre «de los Genoveses», hasta bien entrado el siglo XIX. Bruquetas señala que estos estaban «muy bien integrados en la sociedad capitalina». Cerca de allí vivió el poeta Bartolomé Cairasco de Figueroa en una mansión que se levantaba sobre la actual plaza que hoy lleva su nombre. Este era hijo de Matías Cairasco, mercader procedente de Niza; ciudad que por aquel entonces formaba parte del ducado italiano de Saboya y que históricamente también ha tenido una gran tradición carnavalesca.

La boda del sobrino de Bartolomé, Mateo Cairasco, fue precisamente la protagonista del prólogo inquisitorial en cuestión. Según refleja el filólogo Alejandro Cioranescu en su trabajo Cairasco de Figueroa, su vida, su familia, sus amigos, el teniente de gobernador fue «corriendo» a casa del Canónigo tras recibir quejas de los vecinos. «Este no halló ninguna muerte, pero sí gran alboroto, espadas desenvainadas y al joven Francisco Osorio herido», relata el experto. En aquella vivienda se estaba celebrando una comedia o baile de máscaras, tal y como apuntaría la propia Inquisición.

Según recopila Cioranescu, Andrés Espino, uno de los invitados al baile, hirió en la cara a Osorio con una espada, por lo que recibió nueve puntos. El prólogo hace referencia a la detención de este, pues «quiso atropellar a Constantín [alguacil del Santo Oficio], sacando espadas». El escrito indica que Constantín hizo mención a unas 40 armas de este tipo.

«Se ordena la prisión de Espino aunque luego se le liberta condicionalmente, sin que recaiga más resolución en el asunto», concluye el prólogo. Y es que, tras varios interrogatorios, a la familia Cairasco no le interesaba alargar el asunto, según expuso Cioranescu, experto en en la vida del poeta isleño más representativo del Renacimiento. En particular a Constantín, quien declaró que algunos de los asistentes estaban «disfrazados».

«No hay grandes referencias a fiestas de Carnaval en los siglos XVI, XVII y XVIII, pero se sabe que eran al estilo veneciano y genovés», explica Juan José Laforet, cronista oficial de la capital. «Viera y Clavijo hace mención a los banquetes con los que recibieron al nuevo capitán general en la isla, Íñigo de Brizuela, en febrero de 1635 con motivo de las carnestolendas», expone. Pese a esto, se trataba de celebraciones de puertas para dentro, para evitar la mirada acusadora de la Iglesia Católica. «Es de suponer incluso que Bartolomé Cairasco celebró fiestas así en su casa», señala, pues allí tenía sede una tertulia renacentista, el Apolo Délfico. Habría que esperar a los tiempos del liberalismo del siglo XIX para ver cómo las mascaritas inundaría por primera vez las calles de la ciudad.

Fuente: https://www.laprovincia.es/ – Adzubenam Villullas

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