POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
En la madrugada del <b, a consecuencia de un temporal de viento de levante, naufragó en la playa del puerto de Torrevieja la corbeta ‘Limero’, con matrícula de Barcelona, capitaneada por Pablo Moraga, con cargamento de sal. Se salvaron sus catorce tripulantes y doce vecinos del pueblo que iban a bordo.
El 15 de noviembre de 1884, embarrancó en la playa de Ferris la corbeta noruega mercante ‘Soon’, salvándose la tripulación. Y en el temporal de febrero del 14 de febrero de 1886, en Torrevieja se registró la pérdida total de un falucho y dos barcas de pesca, quedando varados en playa algunos barcos que sufrieron graves averías.
El 1 de diciembre de 1887, se perdieron en Torrevieja dos barcos de su matrícula: el laúd ‘Rosita’ y la goleta ‘Joven Trinidad’, salvándose la tripulación gracias a la bravura de 10 marineros de la localidad que con gran exposición de sus vidas les dieron auxilio.
Otro incidente sin consecuencias personales producido por un relámpago sucedió el sábado 8 de septiembre de 1888, descargando una chispa eléctrica en casa del señor Inglada que, penetrando por una ventana del patio y rompiendo un espejo, acabó taladrando después una pared. A causa del temporal y por efecto de las lluvias también se cayeron dos barracas, causando graves lesiones a un anciano.
El 7 de enero de 1891, los tripulantes del barco sueco ‘Perú’ ayudaron al salvamento de los diez tripulantes de la escampavía ‘San Juan’ y a los siete hombres del místico ‘San Jaime’ y del laúd ‘Víctor’.
Además de las pérdidas completas de los buques, eran numerosos los deterioros de la carga y las averías, como le sucedió a la fragata rusa-finlandesa ‘Carl Frederik’ en 1895, capitaneada por Gustavo Eltel Luidotron, causándole graves daños las tormentas sufridas en alta mar; y también ese mismo año, la corbeta sueca nombrada ‘Eliu’, capitaneada por Avel Gonansson Perdoheo, también resulto malograda en un viaje Torrevieja.
Los registros climáticos del siglo XX indican una gran variabilidad y un notable recrudecimiento general del clima con elevadas temperaturas y fuertes sequías, siendo también notable las bajas temperaturas o las lluvias de algunos años.
Esta característica del siglo XX es comparable a los resultados obtenidos durante los siglos XV y XVI, donde la gran variabilidad climática observada no sólo en el mismo año, sino de forma interanual, hace pensar que la Pequeña Edad Glacial en la Península se caracterizó por su gran variabilidad climática, aunque las mayores catástrofes siempre estuvieron en las cuantiosas pérdidas de barcos y vidas producidas por los temporales de viento del Este.
La última semana de septiembre de 1906, la lluvia y el viento azotó a gran parte de la provincia de Alicante. Los alcaldes de Orihuela, Albatera, Elda y Torrevieja, enviaron telegramas al gobernador comunicándole noticias referentes a las inundaciones y pérdidas ocasionadas por el viento. Además, en Torrevieja, por efecto de las lluvias y tormentas, se perdió totalmente la cosecha vino y de la sal y causó el hundimiento de dos fábricas y muchas casas, dejando en la miseria por falta de trabajo a un millar de obreros. La línea de ferrocarril Albatera-Torrevieja quedó cortada, quedando restablecida la circulación de trenes a principios de octubre, aunque teniendo los viajeros que efectuar trasbordo en algunos kilómetros por los destrozos que el temporal ocasionó en la vía.
El 19 de enero de 1908 un temporal impidió el cargamento de sal a muchos buques que esperaron anclados en la bahía, ocasionando considerables perjuicios. El mal estado del tiempo también produjo un gran daño a todo el pueblo, especialmente a los trabajadores barqueros y salineros. La tormenta, después de descargar en Torrevieja, pasó también por Elche, Crevillente, Aspe, Albatera, Dolores y Guardamar, dejando un verdadero diluvio.
El naufragio de la fragata “Albión”
Uno de los naufragios, que ha que quedado recogido en las placas del fotógrafo Alberto Darblade, fue el ocurrido a la fragata “Albión”, en 1912. El 4 de octubre, amaneció nublado y con viento furioso y temporal en el mar. En la bahía torrevejense un magnífico vapor de gran tonelaje y una soberbia fragata de procedencia rusa que arribó en la bahía con cargamento de madera.
Las olas que se levantaron a gran altura y prácticamente todos los habitantes de Torrevieja acudieron a la playa, temerosos por la suerte de los tripulantes de la fragata. Las gentes de mar, viendo la situación, preguntaron por medio del telégrafo internacional de señales ‘si necesitan auxilio inmediato’ y, tras un intervalo de espera, se izó en el buque una bandera que decía secamente: ‘No’. Los habitantes, tranquilos, regresaron a sus casas y a sus habituales ocupaciones suspendidas para auxiliar al buque que creían en peligro de naufragio.
El viento huracanado y la lluvia continuó, la magnífica fragata ‘Albión’ rompió las amarras y fue empujada a la costa por las olas. Picados los palos por la tripulación para defenderse del peligro cayeron hacia un lado quedando desarbolada la nave.
Desde la costa, no se pudo hacer uso del bote salvavidas por no disponerse de “carro avarador” para transportarlo hasta el lugar del siniestro, pensándose que la falta de preparación en la estación de salvamento de náufragos traería un día de luto. Y ese día parecía que había llegado haciendo sucumbir a aquellos catorce hombres.
Las autoridades de marina, de carabineros, de aduanas, el alcalde y el inspector de la Sociedad Española de Salvamento de Náufragos, junto a la práctica totalidad de la población de Torrevieja se trasladaron hasta Lo Ferris para auxiliar a los marineros. Entre tanto el ‘Albión’ embistió, crujió el maderamen y se rompió la obra muerta de babor. Los doce tripulantes en unión de dos carabineros del puesto de Torrevieja, jadeantes y presa de horrible pánico se cogieron a la obra muerta de estribor, único sitio del buque en la que se podía estar por la posición que guardaba. La gente desde la orilla, sin cañón lanzacabos, inútilmente les arrojó maderos y botes para que pudieran alcanzar la costa.
Llegó la noche sin amainar el viento ni la mar, muchos torrevejenses regresaron a sus hogares con los ojos llenos de lágrimas y suspirando por la salvación de aquellos hombres. Las autoridades y los carabineros se quedaron en la orilla esperando el momento de salvar esas vidas. Los dos carabineros que estaban a bordo eran conocidos por todos, estaban casados y con numerosa familia.
A las doce de la noche, el temporal no decrecía; cuantas tentativas se hicieron fueron infructuosas. Lo que más impone era la oscuridad y el viento que imposibilitaba toda operación.
Por fin, al llegar la luz del día 5 de octubre los catorce hombres pudieron ser rescatados con vida utilizando un bote de poco tamaño que tuvo que ser transportado hasta aquella playa.
El 10 de agosto de 1913, un fuerte temporal reinó en las playas de Cartagena, Alicante y Torrevieja, refrescando la temperatura y manteniendo el cielo encapotado, oyéndose por la tarde algunos truenos, cayendo escasa lluvia.
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 31 de marzo de 2014