POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
En la mañana del 6 de febrero de 1909, el bergantín goleta “Fe” había fondeado en la rada de Torrevieja. Aproximadamente a las cinco de la tarde; hizo señal de que fuera un práctico a bordo para intentar zarpar en vista del mal cariz que ofrecía el tiempo, a cada momento más amenazador. Transmitida la señal al Ayudante de Marina y Capitán del puerto José García de Quesada y Ferrer, teniente de navío, contestó la autoridad que, dada la mucha mar y viento de Levante que había entrado, era de todo punto imposible la salida, y preguntó, sin obtener respuesta, si algo ocurría a bordo. El temporal arreciaba y la noche se venía encima.
Al día siguiente, este no había amainado, antes, por el contrario, parecía aumentar por momentos. A las seis, en el bergantín izaron una señal que, interpretada por la Autoridad de Marina, decía: “Necesito auxilio inmediato”. Sin vacilaciones, con una actividad pasmosa, se reunió la tripulación del bote salvavidas “Martín de Aguirre” y se procedió a lanzarlo al agua, lo que se consiguió con gran trabajo, por la muchísima mar, acudiendo en socorro del bergantín náufrago.
Las olas eran montañas y el viento del N.E. un huracán. Ya próximos al costado del bergantín, fueron arrollados por un golpe de mar que los arrojó sobre él, destrozándoles la caja de aire de proa y un bidón de la amura de estribor. Volvieron sobre el “Fe” buscándole la popa, y de nuevo fueron lanzados contra su costado, a pesar de buscar siempre el sotavento; pero los grandes, los terribles balances del bergantín, eran los que destrozaban al bote que empezó a hacer agua y a impedir a sus bravos tripulantes toda maniobra. Sin embargo, se hizo un supremo esfuerzo y trataron de acercarse a su popa, para que por ella fuera descendiendo la tripulación, cosa difícil por los golpes de mar y el viento lo impedían. El bote ya no gobernaba, las bombas no picaban, los instantes eran críticos y el peligro inminente. La tripulación comenzó a rendirse y, se pronunciaban abiertamente por volver a tierra. El desaliento empezó a cundir, pero surgió sereno, animoso y decidido a perecer en la humanitaria empresa el heroico teniente de navío José García de Quesada.
Las palabras fueron terminantes, precisas. Regresar a tierra era sencillamente ir a una muerte segura; porque las rompientes de la costa hubieran hecho pedazos al bote; su deber les llamaba a sucumbir en la demanda antes que retroceder; había que salvar a aquellos que pedían auxilio.
Intentaron una y otra vez acercarse al “Fe”. Desistieron, en vista de que el “Martín de Aguirre” se iba a pique. Solicitaron auxilio del vapor inglés “Darblaid”, que demoraba a sotavento.
Por fin, próximos al costado de sotavento del vapor, por el que habían arriado una escala de las llamadas de gato, pudieron cobrar un cabo de los que les arrojaron y comenzar el salvamento. Ya estaban casi todos salvados, cuando una terrible ola vino a caer sobre el bote, y al tratar el ayudante de marina de hacer firme el cabo del bote en la terrada de aquél, fue alcanzado y arrojado al agua, a gran distancia. A nado y con muchísimo trabajo se encamino al bote, consiguiendo cogerse a uno de los cabos salvavidas, pero ya le faltaban las fuerzas, y hubiera perecido seguramente, a no ser por el patrón Vicente Mínguez y a los marineros Manuel García Solano y José María Torregrosa Tárraga, que lo echaron a bordo del mismo. Sin reponerse de la gravísima impresión sufrida, ordenó que continuara el salvamento, logrando que subieran todos al vapor. Al tratar de asirse a la escala, le faltaron las fuerzas, y el heroico marino, perdido el conocimiento, cayó en el fondo del bote.
Ya en el vapor inglés, sin cuidarse de sí mismo, José García de Quesada volvió a ocuparse inmediatamente del salvamento de los tripulantes del bergantín que se efectuó arriando uno de sus botes, porque con los del “Darblaid” no podía contarse, pues dado la mucha longitud de las tiras, lo muy boyante del barco y los grandes balances, se hubieran hecho pedazos contra el costado.
Comprendiendo estas razones los tripulantes del “Fe”, que ya se encontraba muy próximo al vapor inglés, por lo que habían garreado sus anclas, se embarcaron en dicho bote dos de sus hombres con una guía la cual dieron a bordo del buque, y una vez hecha firme ésta, se empezó el salvamento con gran riesgo. En el tercer viaje se destrozó el bote, pudiendo salvar a los que lo tripulaban, pero aún quedaban ocho hombres en el bergantín y cada vez era mayor el peligro. Se escuchaban sus voces desesperadas pidiendo auxilio. García de Quesada dispuso que arriara otro bote que le quedaba al vapor, y hecho esto, se pudo terminar el salvamento, con tan buena fortuna, que al llegar la noche estaba el bergantín embarrancado en la costa.
A bordo del “Darblaid” permanecieron los náufragos del “Fe” y sus heroicos salvadores, hasta el día 10 de febrero, que abonanzó el temporal, siendo recibidos al desembarcar en la playa, con gran alegría, y disputándose aquellos humanitarios vecinos el obsequiarlos y dándole alojamiento en sus propias casas.
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 5 de abril de 2014