POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Educaba yo a mis nietos chocando palmas mientras les cantaba “El pirata Sancho Panza / ha matado a su mujer / porque no le dio dinero / para irse al café, fe, fe”, cuando una amiga me llamó al orden; ya me había apercibido una vez que tarareé: “Así planchaba, así, así, así planchaba que yo la vi”, y otra cuando le salí con “Corazón loco”, donde confesaba yo sin querer que quería a dos mujeres: “Una es el amor sagrado / compañera de mi vida / esposa y madre a la vez, / la otra es el amor prohibido / complemento de mis ansias…”. Pues bien, ayer evoqué con la mejor intención la del ramito de violetas y, al parecer, una corriente feminista que no ve sebes sostiene que el amante platónico y anónimo que enviaba flores a Cecilia, a la sazón su marido, la maltrataba a media jornada, que era “el mismo demonio”. Total, ¿podré cantar no me mates con tomates, mátame con bacalao, no me eches a remojo que yo toi mejor salao?
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