POR PEPE MONTESERÍN CORRALES, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS).
Prosódico, ortográfico, diacrítico, fonético, rítmico… Acento es el énfasis que damos al habla; al expresarnos por escrito necesitamos en ocasiones la tilde, aunque la gente suele desentenderse y más cuando escribe en mayúsculas.
Llevan mayúsculas las siglas, la primera letra de la primera palabra de un nombre propio o de una oración, después de un punto, un signo de interrogación o una exclamación; poner textos completos en mayúscula es escribir a gritos.
En la antigua mecanografía resultaba incompatible la tecla de la tilde con la de mayúsculas y en este caso se admitía la falta. Hoy, los ordenadores han resuelto el problema pero no quienes desconocen la ortografía: redactores de televisión y personas que escriben mal su propio nombre.
Por ejemplo, MARIA JOSE FERNANDEZ ALVAREZ. Pero es MARÍA, para que la tilde rompa el diptongo; es JOSÉ, como las palabras agudas que terminan en «n», «s» o vocal; es FERNÁNDEZ, como las palabras graves o llanas, mientras no terminen en “n”, “s” o vocal, y es ÁLVAREZ porque las esdrújulas llevan tilde sin excepción.
Hay creyentes que ponen tildes al tuntún, confían en que Dios proveerá. Y el caso es que Dios, aunque es agudo y termina en “s”, no lleva tildes por ser monosílabo.
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