POR JUAN JOSÉ LAFORET HERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA (LAS PALMAS).
Ahora debemos estar muy cerca de la cabecera de la obra y el legado intelectual y humano que nos deja Manuel Herrera Hernández
Jano, el dios romano de las dos caras, el dios de los comienzos y de los finales, quizá como ese alfa y omega que señala toda existencia y toda obra humana, fue el nombre que, a partir de 1971, y por muchos años, captó la atención de los lectores sobre una magnífica revista, que fundamentalmente se dirigía a los médicos, titulada ‘Jano. Medicina y humanidades’. Una publicación que venía a resaltar la tradicional y patente relación e inmersión destacada de varias generaciones de médicos españoles en el orbe intelectual y literario, uno de cuyos máximos exponentes en el siglo XX era el inolvidable Gregorio Marañón y Posadillo, médico internista, científico, historiador, político, escritor y pensador español (Madrid 1887-1960), quién no dudó en afirmar que «yo escribo sobre lo que se me ocurre porque quiero. Me place hacer uso de la facultad que Dios nos ha dado a los hombres de contemplar y comentar el espectáculo maravilloso de la vida tal como es, en su vasta plenitud» (Idearium. Obras completas 1977). Poco a poco percibimos, a través de la revista y en nuestro propio entorno, la presencia de médicos absolutamente volcados en una vocación paralela a la científica, la de la escritura y la literatura, los trabajos intelectuales y el pensamiento, una tarea en la que esas dos caras de Jano se aunaban en una sola mirada, la de un humanísimo profesional, que hacía de la medicina algo mucho más trascendente que aplicar unas técnicas y una ciencia.
El pasado martes 26 de septiembre de 2023, tras sobrellevar una larga enfermedad con enorme entereza y sin mostrar nunca desánimo, ni desilusión alguna, pues su talante profundamente intelectual le insuflaba un aliento vital infinito, nos dejó uno de esos médicos humanistas que tanta huella han dejado, tanto en el ámbito de la ciencia médica, como en el de los orbes intelectuales isleños, como fue el Dr. Manuel Herrera Hernández, al que en estos instantes de despedida le cantaría unos versos del poema que Tomás Morales, médico y poeta grancanario, dedicó a otro facultativo isleño, intelectual y escritor, Luis Millares Cubas, «Adiós, doctor y amigo; en una hora/ tu ciencia nos unió con lazo fuerte./ Que ella salga de entrambos fiadora,/ robándole jornadas a la muerte…».
El Dr. Herrera González defendió su Tesis Doctoral en la Universidad de Sevilla en 1964, universidad en la que se graduó en 1957 con Premio Extraordinario de Fin de Carrera. Especialista en pediatría y puericultura, que alcanzó el título de «médico puericultor del Estado» en concurso oposición de la Dirección General de Sanidad. Un perfil clínico que enriquece con constantes asistencias e intervenciones, con trabajos y ponencias, en congresos especializados y reuniones científicas. Además, Herrera Hernández unió la práctica de la medicina a su dedicación docente, que ejerció en distintos niveles del sistema educativo y en programas especiales de organismos públicos como el Ministerio de Educación y Ciencia y el Gobierno de Canarias, una labor por la que hoy le recuerdan con afecto y gratitud varias generaciones de profesionales del sector de la salud. También recordar su paso por las presidencias de Sociedad de Ciencias Médicas de Las Palmas, y de la Sociedad Canaria de Pediatría, de la que fue su fundador. Hay que resaltar como su talante humano, de entrega solidaria y afectuosa constante, junto con su trabajo científico y profesional, le valieron números galardones y reconocimientos, acogiendo siempre con especial satisfacción los que le otorgaron la Asociación Española de Pediatría y la Sociedad Canaria de Pediatría. Así mismo, fue miembro numerario de la Real Academia de Medicina de Santa Cruz de Tenerife y correspondiente de la Real Academia Nacional de Medicina.
Pero, a todo ello, aunó decididamente su otra vocación, esa otra cara intelectual que le hizo adentrarse en los caminos de la investigación literaria e histórica, salpimentada de su saber médico y sus preocupaciones científicas. María Rosa Quintana Domínguez, entonces directora de la Casa-Museo Pérez Galdós, ya señaló, a propósito de su libro ‘Consideraciones sobre la ceguera de Benito Pérez Galdós’ (2006) como «Cervantes y Pérez Galdós han sido objeto de sus numerosos estudios publicados en prensa y revistas especializadas y motivo de conferencias impartidas en diversas instituciones culturales del Archipiélago. En el caso de Pérez Galdós, el doctor Herrera ha enriquecido sus numerosos estudios biográficos con un trabajo esclarecedor del proceso de ceguera, que aquejó al escritor en el último tercio de su vida».
Médico, académico, docente, escritor, articulista, conferenciante ameno y, al tiempo, enjundioso, el Dr. Manuel Herrera Hernández (Las Palmas de Gran Canaria, 1932) deja una huella indeleble y fecunda en el orbe médico, científico, intelectual e institucional de su isla natal, donde también formó una distinguida familia, que ahora le recuerda en el natural dolor de estos momentos, arropada por el afecto de la sociedad grancanaria. Si el Dr. Marañón permaneció interminables noches en la cabecera de la cama del Galdós moribundo, el Dr. Herrera permaneció años en la cabecera de la obra de Galdós, escudriñando aspectos que antes no habían sido estudiado, y resultaron muy alumbradores para conocer mejor la personalidad del escritor. Ahora debemos estar muy cerca de la cabecera de la obra y el legado intelectual y humano que nos deja Manuel Herrera Hernández, pues constituye ya un apartado ineludible para el orbe intelectual de Gran Canaria. Descanse en paz, que aquí se le recordará con el mismo entrañable afecto que él prodigó a sus pacientes, a su público y a cuantas personas le conocieron.