MEDIDAS SANITARIAS TOMADAS CONTRA LA EPIDEMIA DE LA GRIPE (AÑO 1918). MONTIJO, PUEBLA Y LOBON. POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
Mar 25 2020

POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)

El aumento de la esperanza de vida ha sido el resultado, en primer lugar, de un decrecimiento de la mortalidad infantil, que a su vez está relacionada con el nivel de pobreza, la higiene, la disponibilidad de una alimentación adecuada y muchos otros factores sociales, económicos y culturales. La esperanza de vida en el año 1918, año de la gripe, era de 40,9 años en los hombres y 42,6 en las mujeres.

En cuanto al desarrollo de la higiene, las medidas más importantes relacionadas a la disminución de la enfermedad, como son: la ventilación de las habitaciones, el lavado del cuerpo y de la ropa, la higiene de los alimentos, alcantarillado, pavimentación y la disposición de los cementerios, entre otras. Enfermedades como el cólera, el sarampión, la viruela, la tuberculosis, la fiebre tifoidea… eran una amenaza constante para la población.

DIVERSIDAD TERAPÉUTICA

En Montijo ejercían la medicina los facultativos Esteban Amaya Moro y Manuel Zúñiga. Las medicinas que prescribían se expendían en las farmacias de Francisco Alonso Llinas y Juan Camacho Pichardo. El 22 de agosto de 1918, a dos meses de que comenzará la epidemia de gripe en Montijo, falleció el farmacéutico Hermenegildo Bautista Guzmán.

Entre la diversidad terapéutica empleada para cortar la gripe destacaron las sales de quinina, opio y sus derivados, yodo y yoduros, digital y sus derivados, acetato y carbonato amónicos, antipirina, aspirina, entorina, piramidón, esparteína y sus sales, cafeína y sus sales, estricnina y sus sales, adrenalina, colesterina, benzoato sódico, alcanfor, salicilato sódico, novocaína, desinfectantes y sueros. Se aconsejaba emplear para la desinfección, al penetrar los gérmenes de la enfermedad por la boca y la nariz, la utilización de Etymentol (seis gotas) con agua templada en seis cucharadas soperas, junto con agua caliente y la toma de inhalaciones.

El Correo de la Mañana, diario pacense, informaba, el 15 de octubre de 1918, que se aplicaba para los más necesitados: leche condensada, caldos, cloruro, quinina, junto con calderas de agua hirviendo para desinfectar ropas y enseres.

AYUDA DE LA IGLESIA

Mucho y bueno fue lo que ayudaron las instituciones de la Iglesia como la Conferencia de San Vicente de Paúl, que regentaba el Hospital Municipal de Montijo, junto con los desvelos que pusieron en ayudar a las clases más desfavorecidas los párrocos de Montijo, Puebla de la Calzada y Lobón, Juan Pérez Amaya, Constantino Lázaro y Álvaro Martín Núñez. El obispo de Badajoz, Adolfo Pérez Muñoz, (su pontificado en la diócesis de Badajoz fue de 1913 hasta 1920), concedió, a varias poblaciones, donativos destinados a las clases más desfavorecidas. Algunas de estas poblaciones fueron La Garrovilla, Villalba de los Barros, Cabeza la Vaca, Calera de León, Barcarrota, Santa Marta y Olivenza. Asimismo, el prelado pacense publicó una pastoral elogiando el comportamiento del clero durante la epidemia de gripe.

ACUERDOS DE LAS CORPORACIONES MUNICIPALES

Las Corporaciones Municipales de los pueblos afectados tomaron acuerdos basados en los informes realizados por las Comisiones de Sanidad y Beneficencia. En este sentido la Corporación Municipal de Lobón acordó en la sesión del 22/X/1918, tres días antes de producirse los primeros óbitos, autorizar al alcalde para que con los informes del médico Paulino García Ronquillo y los demás que crea oportunos, “socorra con los elementos de alimentación que sean necesarios a los pobres de solemnidad y sus familias que se encuentran enfermos por la gripe muy fuerte que hay en esta villa, con cargo al apartado de Beneficencia.

En Puebla de la Calzada se repartían trescientos litros de caldo sustancioso gratis a los enfermos pobres, pidiéndose medicamentos, leche condensada y huevos desinfectados al Gobernador Civil; destacándose la labor de ayuda del farmacéutico Francisco Hernández Piñero y de los facultativos Sancho Nevado y Vicente Gragera que asistían a más de doscientos enfermos cada uno. Y de forma muy destacada la incansable labor del párroco Constantino Lázaro por el reparto realizado de muchos cientos de pesetas.

El Ayuntamiento de Montijo “en vista del desarrollo que tiene la epidemia reinante en algunos pueblos de la provincia y principalmente en el inmediato pueblo de La Garrovilla y haberse presentado algunos casos, ninguno de carácter leve en esta localidad consideraba oportuno constituir una Junta de Socorros para en caso de que se extendiera la epidemia poder auxiliar a las familias pobres con su inscripción que se abriera al efecto y la cual debía encabezar el Ayuntamiento en primer término”.

La Corporación por unanimidad acordó “se constituya dicha Junta y que el sr. alcalde en unión del Cura Párroco, Juan Pérez Amaya, designe las demás personas que han de componerla y que el Ayuntamiento se inscriba con doscientas cincuenta pesetas que se abonarán en vista de la urgencia y lo agotado de los respectivos capitulares del presupuesto de la partida cuarta del artículo segundo del Capítulo segundo en el cual resultara sobrante de su consignación”.

Los integrantes de la Corporación Municipal de Montijo vuelven a tratar la epidemia de la gripe española en la sesión que celebra el Día de los Difuntos, 2/XI/1918, en la que el alcalde, Francisco Rodríguez Cavero, manifiesta que “en virtud del excesivo número de defunciones que están ocurriendo con motivo de la epidemia reinante, están para agotarse los nichos construidos en el Cementerio, inaugurado en 1914, y en previsión de ello y no haber consignación en el presupuesto había tratado del particular por la urgencia que implicaba con el Maestro de Obras que construyó los últimos, el cual se comprometía a efectuarlo por el precio y condiciones de los construidos y esperar a percibir su importe al ponerse en vigencia el presupuesto del año próximo, lo que ponía en conocimiento de la Corporación para el acuerdo conducente”. El importe fue aprobado en la sesión del 3/V/1919, abonándose al maestro de obras José Marín Rodríguez la cantidad de 2.014 pesetas por la construcción de 19 grupos de nichos en el Cuartel de la Virgen del Carmen, y 2.016 pesetas por 21 grupos de nichos en el Cuartel de la Virgen de Barbaño del Cementerio.

La Corporación por unanimidad y en virtud de lo urgente del asunto acordó que se construyan los necesarios en las condiciones expuestas por el alcalde. Así mismo y “viendo necesario emplear algunos jornaleros en abrir sepulturas por no bastar las que puede hacer el sepulturero por sí solo, se acordó que durante las circunstancias actuales se ocupen los necesarios para la regularización de dicho servicio pagándose su importe con cargo a la consignación respectiva y caso de agotarse ésta del capítulo de imprevistos”. En los últimos días de diciembre se acordaba “datar al Depositario de la cantidad de trescientas pesetas por jornales invertidos en la apertura de sepulturas durante la epidemia de la gripe con cargo al capítulo de imprevistos por no haber consignación para dicho objeto”.

La Junta Provincial de Badajoz dispuso clausurar los establecimientos públicos y privados de enseñanza de la provincia, y los espectáculos públicos en local cerrado, junto con la supresión de ferias y mercados. En este contexto destaca el telegrama enviado por el ministro de la Gobernación al Gobernador Civil, notificándole el acuerdo de prohibir la entrada de todas las personas en el cementerio el Día de Difuntos.

FACTORES ADVERSOS

La situación higiénico-sanitaria fue determinante, en buen grado, para la aparición de condicionantes en el desarrollo de enfermedades y epidemias. Muchas zonas de la población servían de basureros y vertederos, apenas existía red de saneamiento, las calles poco empedradas y sucias por los excrementos de los animales y las inmundicias que sobre ellas se arrojaban eran verdaderos focos de infección muy perjudiciales para la salud pública.

El agua empleada para la higiene y el consumo provocaba la extensión de enfermedades que encontraba en ella una importante vía de difusión al surtirse el vecindario de aguas insalubres. En las casas, algunas habitaciones no tenían ventilación directa, solían vivir dos y tres familias en la misma casa, causando un problema de hacinamiento. Muchas viviendas contaban en sus corrales con graneros y pajares, alojándose los animales que se utilizaban en las labores agrícolas, aves de corral y cerdos, conviviendo así el hombre con éstos, siendo muy frecuentes los estercoleros. Otra incidencia negativa eran las aguas estancadas que proliferaban por la población.

Los productos habituales de consumo no aportaban todos los componentes que el cuerpo humano necesitaba. La dieta alimenticia era desequilibrada, de mala calidad, generalmente escasa, y ocasionalmente inexistente, perjudicando a los mecanismos de defensa del cuerpo. Junto a ello, los enfermos no encontraban en la asistencia médica la solución a sus males.

El atraso en el que estaba inmersa la medicina de la época y el escaso número de profesionales que la ejercían eran las causas de esta situación. Téngase presente que la penicilina no fue descubierta por el escocés Fleming hasta el año 1928, pero su utilización terapéutica no se inició hasta el año 1943. Cualquier infección hacia verdaderos estragos en los pacientes.

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