PRÓXIMAMENTE UNA DISTINCIÓN COMO “MEMORIALISTA”, CONCEDIDA POR LA JUNTA DE CRONISTAS OFICIALES DE CANARIAS
Emilio Lledó, filósofo recientemente galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Humanidades, suele reivindicar “los vericuetos de la memoria que, fragmentariamente, evocamos y que nos permitirían aprender de aquellos pasos que decidieron nuestro destino. Por eso, ser es ser memoria.” En este mundo donde reina la dictadura de la hipervelocidad, de lo vanal y de lo efímero, la memoria apenas tiene cabida. La memoria en mayúscula y en minúscula, ambas igual de importantes. La memoria en minúscula, la que nos habla de lo inmediato, de lo próximo, de lo local, es el ancla firme que sustenta todo lo demás. Por tal motivo, tenemos una deuda con quienes son los guardianes de nuestra memoria cercana, los que dejan constancia de lo que fuimos, de nuestras grandezas y nuestras miserias, de las raíces de nuestra identidad y de sus huellas, cada vez más difuminadas por el paso implacable del tiempo y, sobre todo, por la segadora destructiva de la estupidez y la ignorancia.
Me permito traer a colación esta reflexión ante la próxima distinción de Melecio Hernández como “Memorialista”, concedida por la Junta de Cronistas Oficiales de Canarias. Consideramos que ha llegado el momento de reivindicar la trayectoria de este portuense de pro y de poner en valor (a través de su ingente obra, reflejada en varios libros, cientos de artículos y una prolija actividad cultural a lo largo de más de sesenta y cinco años como investigador incansable), la figura de quien atesora en este momento la consideración de memoria viva del Puerto de la Cruz.
No hablaré de las innumerables cualidades como ser humano de Melecio, sobradamente conocidas, sino de un rasgo fundamental en su actividad de facto como cronista portuense: su compromiso con la defensa del patrimonio y del progreso del Puerto de la Cruz firmemente arraigado en su identidad y en su historia. Precisamente, esta conjunción: memoria y compromiso, distinguen claramente la trayectoria de Melecio Hernández. En su labor como investigador, además del rigor y el gusto por la palabra, encontramos una inequívoca vocación de defensa activa de nuestro legado, tan vapuleado y degradado a lo largo de los años. De esta forma, rompe con el estereotipo de quien únicamente investiga para dejar constancia dando un paso más allá, apostando por la conservación y la puesta en valor de nuestro patrimonio como fuente de riqueza, en todos los sentidos, para las futuras generaciones. Obviamente, esta actitud puede no ser del gusto de todos, sobre todo de quienes por su responsabilidad como gobernantes deberían ser los primeros en erigirse como férreos defensores del legado herencia de nuestros antepasados. Frente a esta actitud ciega en ocasiones y en otras culposamente indiferente, la figura de historiadores, cronistas y memorialistas que aúnan el espíritu investigador con la conciencia social de su obra cobra una mayor dimensión si cabe.
Si nuestros representantes políticos no son capaces, más allá de intereses y estrategias partidistas, de apreciar y valorar el legado de hijos del Puerto tan acreditados como Melecio Hernández, incansable luchador a sus ochenta y un años, empeñado en certificar el enorme tesoro que encierra nuestro apasionante pasado, corresponde entonces a la Sociedad Civil recoger el testigo y ponderar como se debe a quienes se han consagrado a la causa de mantener viva nuestra memoria colectiva. Por esto mismo, debemos agradecer a la Junta de Cronistas Oficiales de Canarias que haya decidido entregar esta primera distinción de su reciente trayectoria a la figura de un portuense en la que muchos nos reconocemos y del que nos sentimos infinitamente orgullosos y agradecidos.
Fuente: http://www.elperiodicodecanarias.es/ – Damián Marrero