POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS).
(Manuel del Cueto Pérez y José Manuel Ordás Rodríguez, en campos diametralmente opuestos) –
A propósito de la ejemplar y muy emotiva exposición que estos días alumnos y profesores de todas las disciplinas del Instituto de Educación Secundaria “El Sueve”, de Arriondas, presentan como recuerdo y memoria de los seis millones de víctimas del llamado Holocausto, provocado por la Alemania nazi en su persecución y prácticas discriminatorias contra las personas cuyo origen étnico, religión, creencias políticas u orientación sexual no coincidía con lo que ellos consideraban una raza superior, como pensaban que era la suya.
Como nos repetía esta semana Jimena García -profesora de Lengua Castellana y Literatura en el citado instituto y especialista en Filología Semítica- “El objetivo de la muestra es recordar y no olvidar, para que algo así no vuelva a repetirse, pero también concienciar para que no miremos a otro lado, como ocurrió allí”.
Allí les comenté en la jornada de puertas abiertas del pasado jueves cómo -incluso en nuestro concejo de Parres- tuvimos al menos un joven vecino que fue víctima directa del horror nazi en el campo de concentración de Gusen (Alta Austria).
No deja de sorprender también, el camino totalmente opuesto por el que discurrió la vida de otro parragués, cuya trayectoria militar llegó a valerle la condecoración de la Cruz de Hierro de 1ª clase, una distinción que el régimen nazi concedía en muy excepcionales circunstancias.
Este artículo ya lo publiqué hace poco más de dos años, pero es oportuno rememorarlo a raíz de esta ejemplar muestra que estos días presenta nuestro instituto de educación secundaria.
El tema de este artículo nos pone ante los años convulsos de la Guerra Civil Española y la posterior II Guerra Mundial.
Hay temas de los que nunca nos han hablado, a veces protagonizados por nuestros propios vecinos.
Son historias que aún hay quien las considera molestas, incómodas por sí mismas, bien por quienes fueron sus protagonistas, por el motivo que las hizo realidad -con sus imprevisibles consecuencias- o por el escenario en el que se desarrollaron.
Sin embargo están ahí y tienen que ser conocidas, meditadas y asumidas con sosiego, sin turbación pero con espíritu crítico, porque lo que se nos cuenta no nos puede dejar indiferentes.
Vamos a detenernos hoy en los parragueses Manuel del Cueto Pérez y José Manuel Ordás Rodríguez, dos vecinos cuyas ideas y proyectos de vida no pudieron ser más divergentes y antagónicos.
El 25 de octubre de 1918 nacía Manuel en La Vita, hijo del labrador José del Cueto Pérez y de Salomé Pérez Martínez, ambos naturales del mismo pueblo de La Vita.
Tenía Manuel diecisiete años al inicio de la Guerra Civil y alguno de sus hermanos se dio por desaparecido en el Frente de Guerra en Pravia, ese mismo mes de julio de 1936.
De cómo con poco más de veinte años llegó al campo de concentración alemán de Gusen se da por hecho seguramente porque Manuel formaba parte de los que eran conocidos como “Rotspanien” -los “españoles rojos”- huidos tras la Guerra Civil y capturados por las autoridades nazis.
Imaginemos al joven de La Vita encerrado en un vagón de tren de madera y hierro, resistiendo el pestilente olor en el que viajaban hacinados centenares de prisioneros, sin saber cuál sería su destino y soñando con la cada vez más remota posibilidad de regresar un día a la aldea parraguesa que le había visto nacer.
Campos de concentración nazis que vieron morir entre 125.000 y 320.000 prisioneros, entre ellos cien asturianos y -que sepamos- este único parragués, del que casi nadie pareció acordarse en casi ocho décadas hasta que se han hecho públicos sus nombres.
En su ficha de prisionero figura erróneamente como nacido trece meses después, el 25 de noviembre de 1919.
Manuel del Cueto Pérez fue testigo directo de la iniquidad que vivió en Gusen, uno de los campos donde casi todos los presos murieron a causa de las durísimas condiciones de trabajo extrayendo granito en una cercana cantera.
Aunque -según contaron los pocos supervivientes- había más de treinta formas de morir, como -por ejemplo- en el intento de fuga, suicidio por salto al vacío, cámara de gas, inyección letal, encadenamiento en una pared, duchas con agua helada en invierno…
El día 5 de noviembre de 1942 -con veinticuatro años recién cumplidos- Manuel moría en Gusen siendo prisionero y testigo directo de la ignominia y del espanto a los que pueden conducir algunos seres humanos cuando intentan controlar todos los órdenes de la vida de los demás, imponiendo ideologías totalitarias de signos extremos.
Como reverso de la historia anterior -y por esos mismos años- encontramos a otro parragués, José Manuel Ordás Rodríguez, cuyos datos figuran en el Registro Civil de nuestro concejo como nacido en Arriondas el día 13 de abril de 1910, hijo de Gerónimo Ordás Rodríguez, natural de Villaviciosa, y de Carolina Rodríguez Caso, natural de Colombres.
En su bautismo en Arriondas recibió los nombres de José Manuel Pedro, siendo su padre por aquellos días el cabo del puesto de la Guardia Civil en la villa parraguesa.
Toda la trayectoria vital de José Manuel está recogida con detalle en la Real Academia de la Historia por su hijo -Manuel Ordás Aranda- y por sus archivos sabemos que el mismo día 18 de julio de 1936 -cuando se iniciaba la Guerra Civil- se incorporó voluntariamente al Regimiento de Infantería Milán n.º 32, en Oviedo.
Tras realizar en Burgos el curso de alférez provisional partió al frente de Asturias, siendo destinado al Regimiento de Infantería Mérida n.º 35.
El 1 de abril de 1937 fue trasladado a la 2.ª Compañía de este mismo batallón, siendo propuesto para la Medalla Militar por su actuación en la Loma de Cuero, sector de Grado, los días 1 y 2 de agosto de ese año.
Pasó después al Grupo de Fuerzas regulares de Melilla, fue herido de bala en Teruel y se reincorporó al frente de Aragón. Condecorado con otra Medalla Militar, aparece en el frente del Ebro y -ya como capitán provisional- en el cruce del Llobregat.
En 1940 ingresó como caballero cadete oficial en Zaragoza y -al año siguiente- se incorporó a la División Azul al mando de la 3ª Compañía Antitanques.
Para liberar la guarnición alemana de Wswad cruzó el helado lago Ilmen al mando de una compañía de esquiadores entre el 10 y el 24 de enero de 1941 con una temperatura de hasta 58 grados bajo cero, de modo que de los doscientos seis esquiadores combatientes que partieron sólo sobrevivieron doce.
Fue premiado por esta gesta con la Cruz de Hierro de 1ª clase, en 1942, condecoración que el régimen nazi concedía en muy excepcionales circunstancias.
El que había nacido en Arriondas treinta y dos años antes regresó a España, siendo destinado a la Plana Mayor de la Casa Militar del Jefe del Estado, Francisco Franco.
Ascendió después a comandante al frente del Regimiento de Infantería Cádiz nº 41 y a coronel honorífico, ya en 1972.
En Cádiz ocupó el cargo de Delegado Provincial de Mutualidades Laborales y en el año 2002 recibió (a título póstumo) la Medalla de Oro de la División Azul.
Con casi ochenta y tres años, José Manuel Ordás Rodríguez falleció en Cádiz el 8 de marzo de 1993. Su uniforme de coronel y las veinticuatro condecoraciones que había recibido fueron donadas por sus hijos al Museo de Regulares de Ceuta.
Por último, imaginemos a los dos parragueses sentados frente a frente hablando sobre las circunstancias que los condujeron a tan opuestos destinos, como las corrientes que atraviesan el corazón humano, como los ríos caudalosos del bien y del mal que cruzan la humanidad desde que existe.
Por los tiempos pasados, por los presentes y por los que han de llegar… recordemos la Historia como una manera de no repetir tantos errores y tragedias.
FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez