POR ANTONIO HERRERA CASADO, CRONISTA OFICIAL DE LA PROVINCIA DE GUADALAJARA.
Recuerdo ahora que hace una docena de años, una de las asociaciones culturales europeas que se dice ser heredera directa de la Orden Militar del Temple (concretamente la Asociación Orden Soberana del Temple de Cristo, aunque hay varias asociaciones de este tipo en cada uno de los países de Europa) solicitó formalmente al Vaticano una multimillonaria indemnización por haber sido “suspendida” y ejecutados sus directivos. El Estado Vaticano ni contestó…
Enclaves templarios en Guadalajara
El rastro de los caballeros templarios, de la Orden del Templo de Jerusalén, de los esfuerzos por componer una estructura societaria supranacional, han quedado sumergidos en viejos manuscritos, siempre muy escuetos por la índole capital del tema, y en numerosísimas leyendas, interpretadas una y otra vez por novelistas, ensayistas y analistas de lo arcano.
Pero sí que han quedado huellas, escasas y ocultas, aquí y allá de aquella sociedad económica-religiosa-política-trascendental. En nuestra provincia hubo asentamientos de la Orden militar que surgió en el siglo XII, y que tenía por misión inicial la vigilancia de los caminos que desde Europa llevaban a los Santos Lugares, a la tierra de Palestina donde vivió Jesucristo, y que a la sazón estaba ocupada por diversos sistemas políticos de signo islámico. Eran los “caballeros del Templo”, pues vigilaban y protegían el acceso a ese mítico “Templo de Salomón” sobre el que luego se estableció la jerarquía cristiana que conquistó Jerusalen tras las cruzadas.
Ya se puede suponer, cuando se trata de Salomón, que además de proteger caminos y de apoyar el cristianismo, lo que estos trataban era de buscar la sabiduría oriental, y de paso reunir algunos bienes con los que tener asegurada su subsistencia.
Llegaron a ser tan ricos, que el rey de Francia, a principios del siglo XIV, y siguiendo un clamor unánime en Europa, inició los trámites para disolver la Orden, que amenazaba con hacerse (a manera de una Internacional o un club Bildelberg) dueña del mundo.
Entre los siglos XII al XIV hubo algunos asentamientos templarios en Guadalajara. De ninguno de ellos queda la absoluta certeza documental de que lo fuera, pero la tradición los ha ido mentando al hablar y recordar de algunos sitios.
Quizás el más famoso fuera el lugar de Torija, donde al decir de antiguos documentos, un tanto apócrifos, pusieron los caballeros del Temple un convento y en lo alto de la cuesta una torre (de ahí el nombre de Torija, la torre pequeña). El castillo que hoy vemos, construido a mediados del siglo XV por el marqués de Santillana, mantiene su recuerdo, un tanto difuminado.
Otro lugar de templarios fue Albares, donde dicen que en el cerrete frente a la población, donde hoy están las ruinas de la ermita de Santa Ana, tuvieron sede los caballeros.
Y también se habla de ellos en Albendiego, y más concretamente en la montaña que hoy conocemos como “Santo Alto Rey”, montaña sagrada donde las haya, que en la roca más alta del monte tiene todavía una gran ermita dedicada al Cristo de la Majestad. Dicen las leyendas que allí tenían los templarios su sede, un convento y ermita, que solo utilizarían en días de verano, porque en el invierno se hace imposible sobrevivir en la altura. Además construyeron, en el llano del valle del río Bornova, junto a Albendiego, una ermita hoy conocida como Santa Coloma, que en su ábside, netamente románico, muestra caladas celosías en las que se ven talladas cruces de ocho puntas, como las del Temple, aunque sabemos estas fueron construidas por los caballeros de la Orden de San Juan, heredera de los templarios tras su anulación como instituto armado y religioso.
En Albalate de Zorita dicen que hubo también templarios, en el lugar donde hoy está su cementerio, y que se ha puesto sobre las ruinas de una iglesia románica que en su día estuvo aislada en medio de los campos de la orilla izquierda del Tajo. Y en la Hoz de Molina, quizás por lo evocador y mistérico del lugar, también refieren que primeros de todos fueron los templarios los que allí asentaron, dejando paso luego a los monjes cistercienses y haciéndose ermita parroquial finalmente.
La verdad es que de todo ello, y muy cumplidamente (con descripciones y datos documentales) nos habla Ángel Almazán de Gracia en su obra “Guía Templaria de Guadalajara”, un libro que muchos hemos utilizado para montarnos nuestros viajes por esos pueblos recónditos donde apenas si un murallón a medio caer nos hace memorar (cuando leemos lo que Almazán cuenta) a los caballeros templarios que por estos campos y trochas fueron sumando bienes y competencias.
El cuadro mágico de los Templarios
Entre los muchos misterios que los templarios dejaron, y aún están sin resolver, figura “el cuadro mágico de los templarios”, que consiste en una combinación de cinco palabras, o anagramas, puestas en horizontal y en vertical, que dan lugar a infinidad de lecturas, y que con paciencia de esas lecturas se extrae toda la gnosis, la ciencia y la experiencia de la vida humana.
Este cuadro mágico aparece en muchos lugares del patrimonio artístico europeo. Incluso en la época romana ya se usó (sus palabras son latinas) y se ha encontrado una muestra de él en las ruinas de la ciudad de Pompeya. Se ve también en manuscritos griegos del siglo XII, en lugares de culto cristiano como la iglesia de la Magdalena en Verona, la de Piave cerca de Cremona, la de San Lorenzo en Rochemaure (Francia) y aún en Santiago de Compostela. Y, por supuesto, en numerosos edificios de origen templario, templos y fortalezas, construidos por los miembros de la Orden.
Es este cuadro mágico la representación del Arte Perenne, eterno, inalterable, y fue tenido como una esencia de la ciencia para la posteridad. En sus palabras cruzadas (Sator, Arepo, Tenet, Opera y Rotas) se pueden leer otras mil palabras, sucediendo sus letras de forma diversa, que dan la clave de la Gnosis, de la ciencia por excelencia, de la Sabiduría Suprema, de la Regla y la Normativa… válidos no solo para los Caballeros del Temple, sino para toda la Humanidad.
Un criptograma que esconde la Gnosis
El criptograma que constituye el “Cuadro Mágico de los Templarios” corresponde en sus cinco palabras, y en sus veinticinco letras, a una serie de sentencias, mensajes y exhortaciones, todas en latín, que coinciden en palabra e imagen con su intención. Entre las muchas tareas que encomienda, están las agrarias, pero también las comerciales, religiosas, de impuestos, prácticas y sobre todo esotéricas, dando opción a seguir, “a quien entienda” los pasos a seguir para obtener la sabiduría.
Hasta ahora, el cuadro esotérico de la Orden del Temple era conocido por cuantos se han dedicado al estudio histórico de este grupo humano, pero nadie había hecho una interpretación, siquiera aproximada, de su significado. Hace unos años que mi buen amigo el profesor Josep Maria Isern i Monné, reusense muy relacionado con Guadalajara, donde hace años viajaba con frecuencia, ha abordado esta tarea con decisión y sabiduría, la que le da el conocimiento de las lenguas clásicas y de la vida en la Edad Media, con sus bajezas y sus grandezas, y sobre todo con sus misterios y arcanos, que se guardaban por unos pocos para ser difundidos entre grupos reducidos. Llega el autor a la conclusión, y lo demuestra, que el enigmático escrito contiene la esencia de la filosofía difundida en la época, con la doctrina esotérica que solo a un corto número de caballeros se entregaba.
Con el cuadro mágico ante sus ojos, el profesor Isern nos enseña a leerlo, a desmenuzarlo y a interpretarlo, y a lo largo de un profuso libro titulado “El Cuadro Mágico de los Templarios”, página a página, nos viene a descubrir el significado de las múltiples –más de doscientas– sugerencias y enseñanzas que contiene. Una de ellas, que él pone al final, es nada menos que “el Grial”, el vaso sagrado donde Cristo bebió, y que fue guardado por los templarios hasta que la Orden, y sus dirigentes, fue masacrada.
Pero toda esta parrafada que acabo de soltarte, amigo lector, viene a cuento de las muchas posibilidades que la provincia de Guadalajara tiene para motivar tus viajes, para adensar el contenido de tus rutas, o para, simplemente, ilustrar a todos sobre la riqueza patrimonial, que a veces escondida en piedras menudas o en siluetas ignotas, contiene nuestra provincia. Un viaje, muchos viajes por ella, y en sus fuentes, en sus castillos, en sus cuevas visigodas, en sus abandonados pueblos, en sus bosques, en sus ríos y puentes, en sus plazas mayores, en sus viejos palacios y hasta en los dinteles de las puertas se pueden encontrar mensajes que nos dicen secretos de lo antiguo.