POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
En el último trimestre de 1955 la Jefatura Local del Movimiento le propuso al alcalde que se obligase a los propietarios de edificios a que arreglasen las aceras en la parte que les correspondiese, o que las construyesen si aún no las tenían frente a sus propiedades.
También le propusieron que la empresa de transporte de viajeros “El Sella” (línea de Arriondas a Covadonga) trasladase su parada oficial desde la carretera general a la explanada limítrofe con la estación de los ferrocarriles Económicos de Asturias, como se había hecho hasta la “Guerra de Liberación”, evitando así las molestias a los viajeros por el intenso tráfico que había en la carretera general.
Aceptó la Corporación construir o reparar las aceras, pero a cargo del erario municipal.
Respecto a la empresa “El Sella” se la obligó a estacionar los autobuses en la calle “E”, la que partía desde la carretera general -frente a la estación- y llegaba hasta las inmediaciones de La Llera (hoy calle Ramón Menéndez Pidal), pero después de descargar a los viajeros en el lugar habitual…
Casi parece increíble que el Grupo Escolar de Arriondas -que tantos lustros tardó en terminarse, bajo la dirección del arquitecto Julio Galán- no contase con instalación eléctrica.
De forma que no se podían dar clases nocturnas para los adultos analfabetos, debiendo pasar un cable desde el ayuntamiento a una de las aulas.
Era Víctor Heredia Román médico de asistencia domiciliaria y se ofreció gratuitamente para cubrir la plaza interina vacante de odontología, prestando tratamientos médicos -como extracciones dentales- a los necesitados de la amplia lista de la beneficencia municipal.
Así se le aceptó la propuesta mientras se cubría la plaza en propiedad.
Era Juan Sánchez Priede el dueño del comercio “La Marquesita”, en la plaza Venancio Pando y -tras las obras de urbanismo de la citada plaza- había bajado notablemente el nivel del suelo de la misma, de forma que el acceso a la mencionada tienda de tejidos, mercería, etc. precisaba de algún peldaño que antes no era necesario.
El problema para Juan es que el dueño del edificio le impedía que dicho escalón se adhiriese al inmueble, sugiriéndole y autorizándole el Ayuntamiento para que colocase piedras rectangulares o bloques de cemento de forma temporal, sin que se uniesen materialmente al edificio, hasta que la propiedad del edificio resolviese el problema.
Recordemos que “La Casona” fue construida en 1929 por los hermanos Faustino y Manuel García Miyar, ambos emigrantes en Cuba y que -en el caso concreto que citamos- tiene sillar en el zócalo y esquinales de la planta situada a nivel del suelo (al igual que lo hace la entrada principal) y -en el recerco de vanos de esta planta baja- el sillar combinado crea un agradable efecto visual.
Tenían que recorrer 3 km. los vecinos de Lago para abastecerse de agua, por lo que solicitaban utilizar el manantial de “La Pipa”, para lo que presentaron un proyecto por importe de 8.500 pts. destinadas a la arqueta, recogida, tubería, lavadero y abrevadero.
El Ayuntamiento les subvencionó con 2.500 pts., puesto que alegaron que la tubería del proyecto -redactado por Manuel Bañobre- era de hierro galvanizado, y sólo ella costaba 3.040 pesetas, mientras si colocaban una de ´gres´ o de ´uralita´, el presupuesto bajaría hasta las 5.000 pts.
Quince años llevaban (desde el 26-XII-1940) al servicio del Ayuntamiento: Leopoldo Somoano Berdasco (oficial 2.º), Lucas Blanco Fernández (guardia municipal) y José Pérez Laria (vigilante de arbitrios); de modo que pasaron a percibir el tercer quinquenio, como funcionarios con plaza en propiedad desde aquella fecha.
Silvino Fondón Álvarez presentó una instancia en nombre de los dieciséis beneficiarios del grupo de viviendas “El Sella”, solicitando una subvención de 4.000 pts. para costear la fiesta de inauguración oficial del referido grupo, pidiendo también que se colocasen los contadores de agua en dichas viviendas, los cuales serían amortizados mensualmente por los inquilinos.
No concedió la Corporación las 4.000 pts. solicitadas, puesto que el banquete previsto para esa celebración lo pagaría el Ayuntamiento, después de enviar las oportunas invitaciones.
Trabajaba también el Café España -propiedad de Alfonso Carrio Álvarez- los artículos de confitería, pero dejó de hacerlo a petición propia a partir del día primero de enero de 1956.
Tenía la construcción de traída de aguas al barrio de La Salgar -en La Vita- un presupuesto de ejecución firmado por el contratista José María Rozada Blanco, por un total de 20.303 pts., para cuya obra el Ayuntamiento concedió una subvención de 7.000 pts., más otras 400 pts. para un abrevadero que costaba 680 pts.
Semanas después quedó constancia por escrito que el Ayuntamiento había cedido a estos vecinos de La Salgar el importe de la venta de madera del monte “El Furadín”, como ayuda para estas obras.
Al mismo tiempo, la Corporación reconoció la acertada gestión del guarda forestal Adolfo Tereñes Poó, por el interés con el que contribuyó al aprovechamiento y venta de dicha madera.
El nuevo cura párroco, D. Manuel Riera Prida, tenía que bajar algunas veces a media noche a poner la extremaunción o llevar el viático a algún moribundo, debiendo utilizar una vela o una linterna para bajar por el camino de la casa rectoral (dentro de la finca de la misma) hasta la iglesia parroquial. También en invierno debía bajar los domingos -aún de noche- para celebrar la primera misa a las 7,30 de la mañana.
Por ello, la Junta Parroquial de Acción Católica solicitó cuatro bombillas con sus respectivos postes de sujeción para que fuesen instaladas en dicho sendero.
Accedió la empresa eléctrica ERCOA al requerimiento y avisó que el coste de la instalación era de 2.427 pts. y que el Ayuntamiento debería abonar el 50% del gasto, y así se acordó hacerlo.
Era enero de 1956 cuando la cantidad certificada por el arquitecto municipal Julio Galán Gómez -como coste final de la que llamaron Plaza de Audiciones Musicales- ascendió a 238.736 pts.
La obra la había ejecutado el contratista Isaac Vázquez Álvarez, ajustándose exactamente las obras a las mediciones y precios que figuraban en los dos presupuestos previos a su remodelación.
Entretanto, se pusieron en marcha las obras necesarias para habilitar la primera Biblioteca Municipal de Arriondas, habilitada en el edificio de las Escuelas Graduadas, así como otras obras para dejar concluido el patio escolar del mismo edificio.
En ambos casos las obras le fueron adjudicadas por administración al “maestro de obras” José María Rozada Blanco.
Simultáneamente se le encargó también a Rozada un proyecto para la construcción de aceras en Arriondas, con sus medidas de ancho y otros detalles.
Propuso María Esther Llano Díaz que la calle que estaba proyectada para pasar por su finca -desde la carretera general hasta el final de la que hoy se conoce como calle Monte Sueve, en las inmediaciones de la vía del ferrocarril- estaba dispuesta a ceder el terreno de ocupación de unos 550 metros cuadrados, con la condición de que la calle se abriese en el plazo de seis meses, y el Ayuntamiento se comprometiese a establecer el cierre, cimentación y aceras; pero en el caso de que no aceptasen esas condiciones, al menos se le autorizase para aprovechar de forma íntegra los terrenos a efectos de edificación.
(El tramo del que se habla es la actual calle Covadonga, pero el Ayuntamiento puso reparos a la cesión como tal, y dejó sobre la mesa por un breve tiempo la decisión final).
Alicia San Juan Calleja solicitó autorización para abrir una carbonería en la calle San Antonio y -poco después- para hacer una acometida de agua para ese local.
Los vecinos de Aballe, San Juan de Parres, Vallobil y Bada, hicieron llegar a sus alcaldes de barrio varios folios de firmas, solicitando que se estableciese una parada fija de los autobuses “El Sella” entre Arriondas y Covadonga, en el lugar de la zona parraguesa conocida como “El Puente”, a la entrada de Cangas de Onís, dado que la parada estaba hasta ese momento dentro de la citada ciudad vecina y -por consiguiente- se veían obligados a abonar los arbitrios municipales en dicho concejo, dado que se había suprimido la parada fija que había ante el garaje propiedad de Ramona Blanco, en términos de Parres.
Atendió el Ayuntamiento la lógica petición de aquellos vecinos para que se restableciese la parada antes del puente, dejando constancia que si la descarga de viajeros y mercancías no se restablecía en el lugar tradicional por Transportes “El Sella”, recurrirían ante el Gobernador Civil para conseguirlo.
Poco tiempo después, la citada empresa de viajeros solicitaba a la Corporación parraguesa un plano o croquis de la parada solicitada, la cual quedaría situada antes de entrar en el puente nuevo, sobre el río Sella.