POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
En una chabola del pueblo de Castañera vivía F. G. S. la cual solicitó en el año 1970 poder seguir habitándola por falta de otro lugar en el que vivir.
Acompañó esta mujer certificado médico que demostraba encontrarse enferma, pero la respuesta fue que la citada chabola no reunía las condiciones mínimas para ser habitada por una persona enferma, dándole un plazo improrrogable de un mes para proceder a desalojarla.
No se vuelve a mencionar a esta pobre mujer en las actas municipales, por lo que no sabemos si los dueños de los terrenos (Claudio y Justo) -donde estaba la choza- le darían alguna solución.
Siete años después este cronista la encontró mencionada varias veces en el libro de donativos que el párroco don Manuel Riera Prida llevaba al día con detalle, y tras anotaciones como “200 pts. para un obrero con hambre”, “150 pts. para las medicinas de otra vecina”, o “llevar en taxi al Hospital Provincial de Oviedo” a un anciano, se cita a F. G. S. a la que el cura le entregó las 400 pts. que necesitaba para cubrir con uralita el lugar donde vivía, así como una entrega casi mensual de ayudas para alimentos, ropa, etc.
Cierto es que el padrón municipal de beneficencia crecía con nuevos necesitados, lo mismo que venía ocurriendo desde hacía más de un siglo, pero con el fin de recibir visitas médicas y medicinas gratis, no para dar cobijo a las personas que vivían en condiciones deplorables, incluso en tenadas.
Habían transcurrido poco más de tres décadas desde los horrores de la Guerra Civil y la vida se había regenerado, bien es cierto que a fuerza de grandes sacrificios y de muchos silencios.
Las heridas morales y sociales de la contienda necesitaban de una generación para cerrarse, y las físicas se iban reparando, como los edificios que habían sido destruidos.
Los vecinos del pueblo de Castañera celebraban -desde hacía más de dos décadas- su “Fiesta del Gallu”, a la que acudían sus vecinos más próximos, los de Arriondas.
La vida seguía, y como decía un vecino de Hueges (Güexes) del barrio “La Teya”: “El tiempu pasa igual llevando palos que comiendo chorizu”.
Hasta el año 1970 se aparcaba en las dos orillas de la carretera general dentro del casco urbano de la villa de Arriondas -lo que era un serio problema- pero siguiendo las indicaciones del Departamento de Tráfico de la zona, se acordó recabar informes de la Jefatura Provincial de Tráfico y Obras Públicas, respectivamente, para regular el citado aparcamiento sólo en la margen derecha de la carretera, dirección Santander-Oviedo “lado abierto de la curva”, anotaron.
Una buena definición ésta, porque la calle central de Arriondas es toda ella una gran curva, hasta llegar a la iglesia parroquial.
En la misma sesión permanente de finales de 1969 se acordó solicitar autorización a Obras Públicas para recortar el macizo ajardinado que cierra la plaza Venancio Pando, retirándolo hasta en 4 metros, con la finalidad de que en ese espacio libre se hiciese un aparcamiento discrecional para los autobuses de línea, algo que no se llevaría a efecto después.
Con 500 pts. colaboró el Ayuntamiento al homenaje que en Colunga se le tributó al Gaitero de Libardón (1864-1932).
Mientras, autorizaban a trabajar como taxista en su localidad de Soto de Dueñas a Ángel Allende Gutiérrez con su coche Seat 1.500.
Al vecino de Cangas de Onís Evencio Otero González se le autorizó a abrir una sala de juegos recreativos de futbolines y billar en un local de la villa, en Arriondas, con “establecimiento de un tocadiscos”.
En junio de 1970 se adquirieron a sus propietarios terrenos en las inmediaciones del Parque de La Llera, aceptando sus ofertas, a saber: a Josefa Huerta (viuda de Celestino Cofiño) 10.000 pts. por la cesión de terrenos; a José Antonio Blanco Blanco le pagaron las 25.000 pts. que pidió por los 75 m2 que le afectaban al abrir la actual calle Juan Carlos I, de acuerdo con los informes que emitieron los concejales Rafael Cueto Cofiño y Jesús González Llenín.
Un especial “voto de gracias” le concedió la Corporación a José Antonio Feliz Blanco -vecino que había emigrado a la ciudad de México- por su espontáneo altruismo al donar “material de acomodo” (no se especifica de qué tipo) para este nuevo parque.
El Ayuntamiento de Parres le regaló al que era Príncipe de España, Juan Carlos de Borbón, una caña de pescar con su carrete, adquiridos en el comercio de Aníbal Villar, por los que se pagaron 2.730 pts.
Al construirse el puente de Viabaño, la última barquera que desempeñó ese trabajo fue Rosalía Valle Cantero, la cual solicitó una indemnización al cesar en los servicios que venía desempeñando.
Le respondieron que se dirigiese a la Diputación Provincial, puesto que el Ayuntamiento no disponía en sus presupuestos de ningún capítulo referente a estos casos.
En noviembre de 1970 era Manuel Rancaño Álvarez el Presidente de la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos, el cual comunicó que dicha Hermandad era propietaria de un inmueble sito en el lugar conocido como “La Pontiga”, en Soto y Puente, lugar en el que se había construido un centro de inseminación artificial ganadera.
El presupuesto de instalación de un potro para herrar en El Uncal era de 20.000 pts. de acuerdo con la comisión que lo presentó, que no tuvo ninguna subvención municipal por falta de recursos destinados a ese fin (…una respuesta habitual).
Vecinos de Hueges, Cofiño y Fíos propusieron que fuese Benjamín Arboleya el transportista que trasladase a los alumnos de estas localidades al nuevo instituto de Arriondas, un asunto que la Corporación no veía muy claro y lo dejó pendiente de resolución.
El alcalde Venancio Prado se informó sobre el solar propiedad del Estado que en el registro de la propiedad de Cangas de Onís estaba inscrito como finca hipotecaria nº 29.365, identificado como “Parcela Sur de la Antigua Estación del Tranvía de Arriondas a Covadonga”.
La superficie era de 1.691 metros cuadrados, separada de la Parcela Norte por la casa de Gaspar Llerandi. Esta Parcela Sur tenía 1.476 metros cuadrados entre el solar que ocupaba la iglesia y y la citada casa, y los 215 metros restantes eran de una franja entre el solar de la iglesia y el Ferrocarril Económicos de Asturias.
El Ayuntamiento solicitaba unos 1.000 m2 del solar principal para destinarlos a Casa de Cultura, Biblioteca Pública y aparcamiento para coches.
Tenían previsto que el Ministerio de Educación financiase la Casa de Cultura y la Biblioteca, mientras el Ayuntamiento se haría cargo de financiar el aparcamiento de vehículos (la palabra parking -en inglés- aún no se usaba ni en el lenguaje común ni en la escritura).
De modo que el solar que estaba previsto hasta ese momento para un Centro Asistencial de Urgencia, cambia de posible destino.
Al final sería el cura párroco don Manuel Riera Prida el que adquiriría esta Parcela Sur, tras una herencia familiar que recibió y que fue personalmente a gestionar a Guatemala; parcela ahora ocupada por un edificio que fue propiedad de la Iglesia en su integridad y del que vendió algunas de sus doce viviendas y bajos comerciales.
Un edificio -junto con el de la iglesia parroquial en ampliación y reformas- que dará lugar en 1985 a una seria disputa entre el Ayuntamiento de Parres y el Delegado Episcopal para la Economía Diocesana (Gabriel García Fernández), motivado por el pago de los impuestos que la Iglesia debía abonar a las arcas municipales por ambas obras y que el citado delegado se negaba a pagar. Un tema que veremos con detalle cuando lleguemos al citado año 1985.
La Parcela Norte del solar acabaría dedicándose para la actual estación de autobuses, con sus bajos asignados a diversas instalaciones municipales.
La crítica situación de ERCOA S.A. y su Central Eléctrica de Coviella estaba al límite, abasteciendo a veintitrés pueblos de Parres, seis en Cangas y tres en Piloña -con 1.500 usuarios- amenazando la Corporación a los organismos competentes en dejar de abonar las facturas si -en el plazo de cuatro meses- no se daba solución a los problemas que originaba su deficiente servicio, del que llevaban tantos años quejándose.