POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
En febrero de 1930 un “jarro de agua fría” cayó sobre la Corporación que había propuesto cambiar el nombre de Concejo de Parres por el de Concejo de Arriondas (como vimos en el capítulo LV).
Un oficio del Director General del Instituto Geográfico y Catastral notificaba que devolvía la instancia que le habían remitido referente al cambio de nombre del concejo por no ajustarse la tramitación dada por el Ayuntamiento a la legislación vigente para estos casos, y les puntualizaba con detalle que el expediente debería ser aprobado por la Superioridad, encabezándolo con la petición de los vecinos (a los que no se había consultado) para el cambio del nombre de Parres por el de Arriondas.
Deberían, asimismo, pedir informe a las autoridades locales -tanto civiles como eclesiásticas- sobre el referido cambio de nombre. Era obligatorio exponer al público el expediente durante un plazo de quince días, por si hubiese reclamaciones. Señalaban también que debían hacer público en el tablón de anuncios y en el Boletín Oficial de la Provincia el referido expediente y elevarlo para estudio de la Comisión Provincial y del Excmo. Sr. Gobernador de la Provincia para que -una vez evaluados los informes- se elevaría a la superior aprobación del Excmo. Sr. Ministro de la Gobernación.
Debió parecerles que los trámites eran un poco engorrosos, porque la Corporación parraguesa decidió dejar este asunto para que fuese resuelto por el siguiente Ayuntamiento que se constituyese y los intentos -como veremos- acabarían hechos realidad tras la Guerra Civil, cuando pasó a denominarse “Concejo Nacional de Parres-Arriondas”.
La vida seguía sus derroteros y en abril fallecía el municipal Manuel García Sánchez. A su viuda le pagaron los gastos del entierro y dos mensualidades más, según el reglamento vigente desde 1928. Le abonaron 100 pts. por el ataúd a Lino Cofiño y al párroco don Rafael Álvarez le pagaron 86,75 pts. por el funeral de 3ª clase, y al enterrador Bernardo Longo 5 pts. por cavar la sepultura.
Y hablando de fallecidos no está de más recordar que el camino que desde Arriondas pasaba por La Teyería, Villa María y llegaba hasta la antigua iglesia de San Martín y su cementerio próximo era conocido como el “Castañedo de las Ánimas”, un nombre que a este cronista le parece evocador, misterioso, con ese encanto de las decisiones que nuestros antepasados tomaron algún día.
La vida del médico Pascual del Buey Larranz y su estancia en nuestro concejo podía dar pie para una novela muy apasionante. Aquí le encontramos el 8 de abril pidiendo a la nueva Corporación que le abriese expediente a la anterior (la del alcalde José Aquilino Pando Blanco) por el despilfarro de dinero con miras al beneficio personal, mala administración y “cacicato”, porque -según él- había materia suficiente para enviar al Fiscal de Su Majestad, añadiendo que él mismo se había sentido de los más perseguidos por dicha Corporación durante la Dictadura de Miguel Primo de Rivera que acaba de concluir el 28 de enero de ese año 1930.
No imaginaba el doctor del Buey Larranz lo que iba a ocurrir en los años siguientes y cual iba a ser su protagonismo en los mismos.
Pascual del Buey había nacido en Zaragoza en 1888 y llegó a ser Inspector Municipal de Sanidad en el concejo de Parres, afiliado al partido socialista alcanzó la categoría de capitán militar.
El conocido chalet Villa Encarnación -“La Gotera”- situado en Castañera, sería elegido siete años después -ya en plena Guerra Civil- como Hospital Militar nº 19, especializado en cirugía menor; de modo que en 1937 disponía de 250 camas instaladas y 88 ocupadas. Fue su director Pascual del Buey, con fecha de ingreso como tal el 19 de febrero de 1937.
Después -desde mayo hasta octubre- pasó a ser director del Hospital Militar de Mieres. Encarcelado en Oviedo el 2 de febrero de 1938, Pascual fue sometido a un consejo de guerra cuatro días después, siendo ejecutado por los franquistas el día 2 de abril siguiente.
En mayo el cura de Pendás, el celador y varios vecinos solicitaron ayuda para arreglar el pórtico de su iglesia y poder seguir dando en él clase a los niños, como ya se había hecho antes pagando a un maestro particular, lo mismo que al cura párroco que también impartía clases.
Y el cura de San Martín solicitaba ayuda para concluir la torre de la iglesia que -como dijimos tantas veces en otros artículos- se había inaugurado veinticinco años antes. Le respondieron que el presupuesto para 1930 ya se había cerrado y que estudiarían el caso al año siguiente.
Efectivamente, el 17 de marzo de 1931 el cura de San Martín -don Rafael Álvarez- agradecía las 500 pts. que el Ayuntamiento había concedido para concluir la torre, la cual fue terminada el 30 de mayo del año siguiente con 27 m. de altura y una cruz-pararrayos de 2,30 metros. Su coste total fue de 26.887 pts., de modo que la iglesia estuvo veintisiete años sin su única torre (pues en el proyecto inicial estaban previstas dos).
Pero en el capítulo siguiente veremos qué fue de las 500 pts. prometidas, ya cuando la nueva Corporación Republicana tenga que hacerlas efectivas.
Tiempos de miseria y pobreza, mientras la tuberculosis se extendía por Asturias y el alcalde de Siero proponía que se organizasen colonias escolares en climas de altura y al aire libre para aquellos niños reclutados por un sistema médico-escolar, seleccionando de entre todos a aquellos “débiles, raquíticos, escrufulosos y predispuestos en general a la tuberculosis”; (debo aclarar que al decir escrufulosos se refiere a quienes sufrían procesos infecciosos que afectaban a los ganglios).
Fue en esos días cuando se ofrecieron terrenos para construir un refugio para turistas y guardias en El Fito.
En agosto de 1930 las casas particulares de Arriondas fueron numeradas por primera vez y cada vecino pagó la placa colocada en su domicilio, según disposiciones legales superiores.
¿De qué material estaban hechas dichas placas? Pues nada menos que fueron encargadas a la Fábrica de Loza de San Claudio, en Oviedo, de 15×15 cm. y al precio de 1,35 pts. cada una. Todo un ejemplo aún no superado hasta nuestros días (año 2019), porque la última intervención municipal en ese sentido -hace ya unos cuantos años- fue pintar sobre cada portal el número correspondiente con una plantilla, fuese la fachada de cemento, ladrillo, mármol e, incluso, piedra. Un desatino estético inadmisible y sin permiso ni autorización alguna de los propietarios de los edificios… que ahí sigue a la vista en una imagen tercermundista e impropia del siglo XXI.
Cerremos este capítulo con dos tragedias, a saber:
En agosto un incendio destruyó casa, cuadra, tenada y cuanto poseía en El Taragaño (Prunales) Víctor del Valle Miyares. Para ayudar a la familia -que había quedado en la miseria- el Ayuntamiento puso 200 pts. y abrió una suscripción popular, también pagó el viaje en coche que había hecho Delfín Intriago para llevar a la Guardia Civil al lugar de los hechos, con la finalidad de perseguir y detener a un mendigo que se había marchado del lugar, después de que la citada familia lo hubiese admitido en su domicilio para pasar la noche por caridad.
Y en noviembre un vecino de Parres (cuya identidad no se cita), emigrante camino de Buenos Aires, murió como consecuencia del bombardeo del trasatlántico alemán “Baden” en la bahía de la ciudad brasileña de Río de Janeiro, con motivo de la Revolución brasileña de 1930 provocada por un golpe de Estado. Casi todos los muertos eran emigrantes asturianos que habían embarcado en Gijón (de Piloña, Ponga, Villaviciosa, Cabranes…etc.) que iban en busca de una vida mejor y no llegaron tan siquiera a pisar tierras americanas. La del ‘Baden’ fue una catástrofe que prácticamente ha quedado en el olvido, con treinta y un fallecidos (casi todos asturianos, gijoneses en su mayoría) y treinta y nueve heridos, como resultado del bombardeo de este trasatlántico que unía Hamburgo con Buenos Aires.
Internet nos brinda hoy el nombre de todos ellos, pero sin asociarlos directamente a sus concejos de origen.
El Ayuntamiento dirigió un telegrama al Presidente del Consejo de Ministros y le contestaron que ya habían elevado la correspondiente protesta.
Tres personas aspiraban a la plaza de sereno municipal con un sueldo de 1.900 pts. al año.
-Marcelino Artime Santiago, de Gozón.
-Francisco Vaquero Ramón, de Castromonte (Valladolid).
-José Blanco Cuesta, de Parres, (que ya lo era interinamente) y será al que se le conceda la plaza de forma definitiva.
Veamos, por último, la a veces sorprendente distribución de ayudas que hacía la Corporación previa a la llegada de la Segunda República, según nos dejó constancia escrita el secretario Enrique de la Grana (que lo era desde 1904) y que estaba casado con una maestra que ejerció en Llerandi.
A una vecina de Ceceda -que era presidenta de la Junta de Damas- le concedieron 50 pts. para erigir un monumento al médico nacido en aquella localidad naveta Faustino García Roel (que había fallecido hacía 35 años).
A Gumersindo García Fernández, de Carrio, carente de recursos y con un hermano enfermo en cama, de 85 años, a su cargo desde hacía ocho años, 15 pts. para paliar su crítica situación.
Sin embargo le concedieron a Manuel González, de Los Tucones, 102,25 pts. por asistir y alimentar durante veintitrés días al transeúnte pobre Santiago García Santamarina, que falleció en ese mismo barrio de Romillín.
A Emilio Jorge Ovanovich 10 pts. por atender a su esposa que dio a luz en La Llera, y a Ramona Vega -vecina de Cuadroveña- 15 pts. de ayuda por haber asistido en el parto a la Sra. Ovanovich en pleno parque.
(¿Quién sería -nos preguntamos- esta familia y la criatura nacida en nuestro incipiente parque?).
Era alcalde en enero de 1931 Ramón Cueto Poó y los tres tenientes de alcalde eran: José González Tereñes, Emilio Pando de la Fuente y Ángel García Escandón.
Así llegamos al último acta con fecha 15 de marzo de 1931, en vísperas de la elecciones que tendrían lugar el 12 de abril siguiente y que -con la Segunda República- cambiarían el rumbo de la municipalidad como se había vivido y gestionado hasta ese momento.
Por ello, este libro de actas que se conserva aparece con las cincuenta páginas restantes en blanco.
Ya nada sería igual, y Parres (como el resto de España) entraba en un tiempo social y político nuevo.
Los ocho años siguientes serían los más apasionantes y terribles de todo el siglo XX y dejarían al país “vacunado” contra más aventuras bélicas hasta nuestros días (y seguro que para siempre… al menos en lo que a guerras civiles se refiere).