POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Iniciamos el año 1932 con la inauguración de la traída de aguas a Fíos en el mes de febrero, derivando 35 centilitros de agua por segundo desde la vieja traída conocida como “Las Lavanderas”.
Tener traídas de agua, fuentes y lavaderos públicos fue una meta en todos los pueblos durante muchos años. Por ejemplo, en el Otero de Llames había cinco fuentes públicas, a saber: “El Fontón”, “Fuente Baja”, “Fuente de Arriba”, “Los Collados” y “La Pipa”.
Con sólo 20 años de edad había terminado sus estudios de Comercio Marina Cueto González, y solicitó que se le concediese ser auxiliar del maestro de la villa de Arriondas, que debía atender a cien niños él solo. Accedieron a la petición de Marina y le abonaron 1.500 pts. anuales hasta que solicitase la misma plaza un maestro titulado.
Recordemos que antes de la II República lo que se pagaba como sueldo de todos los maestros del concejo en conjunto era de sólo 4.030 pts. anuales, menos que la renta de las casas alquiladas en las que se impartía la docencia, que suponían 4.900 pts. a las arcas municipales.
El Gobierno de la República dispuso la constitución de la Delegación Local del Consejo de Trabajo, en Parres. Mientras, el concejal David Llamedo de la Vega denunciaba que el contratista de la carretera de Soto de las Dueñas a Fíos se negaba a dar trabajo a los obreros que estuviesen asociados al citado Consejo de Trabajo.
El día 8 de marzo se pidió a los párrocos del concejo que entregasen a las autoridades municipales las llaves de todos los cementerios que estuviesen a su cargo y de los correspondientes libros de administración, para así cumplir la ley del 30 de enero sobre cementerios municipales.
La Corporación acordó celebrar y festejar el primer cumpleaños de la proclamación de la República y decidió que -aparte de la celebración que los concejales y sus amigos pudieran hacer ese día 14 de abril de 1932- se organizaría un festejo público consistente en “una romería con música y verbena”.
Por esos días les compraron un par de zapatos nuevos a los serenos, puesto que andaban “casi descalzos” y a Fernado Ania Alonso un capote y una gorra, pues llevaba cuatro años sin renovar uniforme.
Las obras del muro contra las riadas eran deficientes, puesto que necesitaba un metro más de altura y había que rellenar la parte posterior del muro. Las obras habían concluido pero no se habían entregado y había que hacer un nuevo proyecto de reforma y ampliación.
Los concejales David Llamedo y Bernabé Llano fueron a Madrid para entrevistarse con el Ministro de Instrucción Pública sobre las escuelas, y éste les dio esperanzas de pronta resolución.
Y el 1 de abril de 1932 la Guardia Civil se trasladó al edificio propiedad de Avelina Fernández Samalea, Viuda de Pendás (madre de la conocida ´Primi´ Pendás); casa-cuartel que sigue en pie y que -tras una reforma total- será la próxima sede de un edificio municipal dedicado a la educación de niños y niñas de 0 a 3 años.
Este edificio se había reformado en 1931 para adaptarlo a los nuevos inquilinos y se acordó abonar a su dueña 1.880 pts. anuales de renta.
El cercano estanco de La Peruyal estaba en ese momento en manos de Santiago González.
Los plenos municipales se celebraban los sábados -también día de mercado-, pero como algunos concejales tenían comercio solicitaron que los plenos fuesen los martes, por tener que atender sus negocios en día semanal de mercado, acordándose así por mayoría.
El día 21 de abril se recibió un telegrama del Secretario General de la Presidencia de la República, en el que se agradecía la felicitación que se había enviado a la Presidencia de la misma con motivo del primer aniversario de la proclamación de la República.
Nueve mozos del concejo llamados a filas fueron declarados prófugos en el año que nos ocupa.
Eran municipales José González Cueto y Manuel Caldevilla Sánchez y salió a concurso la plaza de Inspector Municipal Veterinario a la que se presentaron dieciséis aspirantes, siendo elegido en votación secreta Jesús Robles Gallego, con nueve votos, frente a los cinco que obtuvo Marcelino Díaz de Otazú, tras estudiar sus expedientes académicos.
El primer incidente serio dentro de la Corporación republicana parraguesa la motivó esta elección de veterinario titular, dado que el concejal republicano Manuel González Amor acusó de caciquismo a los nueve que habían votado al ganador, con acusaciones como “cainitas”, pues -dijo-: “Caín mató a Abel por envidia de su virtud”. Los demás concejales negaron presión alguna en la votación secreta y alegaron que el veterinario interino perdedor no cumplía las ordenanzas de vivir en Arriondas, así como el haber presionado presentado escritos de ganaderos apoyando su continuidad.
No quedó ahí el asunto, puesto que Marcelino Díaz de Otazú presentó una fundamentada protesta ante la Corporación, acusándola de prevaricar, pues consideraba que su currículum estaba muy por encima del de su contrincante ganador, siendo él el único con oposiciones aprobadas, una circunstancia que consideraba preferente a todas, mientras -alegaba- a la “soberanía popular del concejo no se la atendía” y -añadía- que el secretario había dado “tapetazo” a los comentarios favorables de los vecinos.
Así comenzó un contencioso que Marcelino Díaz de Otazú y Espeso perdió frente al Ayuntamiento “por no hallarse completo su expediente” y negaron que fuesen trabajos de investigación dos artículos publicados por él en la prensa local y que otro era un anuncio para que acudiesen a los servicios profesionales que ofrecía.
Repetida la votación, Jesús Robles obtuvo ocho votos y Díaz de Otazú, cuatro.
Joaquín Sáenz de Miera Balbuena -residente en León- fue otro de los candidatos no seleccionados que presentó protesta a la resolución del concurso y sus alegaciones fueron rechazadas por unanimidad.
Un ´premio´ de 25 pts. le concedieron a Manuel Cueto, de Taranes (Ponga), por presentar ocho pieles de zorro que había cazado en El Sueve, según confirmaron los vecinos y el alcalde de Cofiño, y 25,50 pts. se pagaron a la Piscifactoría de Infiesto para que soltase 15.000 alevines en los espigones del Parque de La República (en La Llera).
En otro orden de cosas diremos que había un surtidor de gasolina en la villa propiedad de José Maluquer y Nicolau, vecino de Madrid.
Mientras, los vecinos de Santianes del Terrón, Valdeladuerna, Las Caserías de Pandeaguilar y otros pueblos no tenían lancha para cruzar el río Sella en el Lladuengu, por lo que solicitaron 150 pts. al Ayuntamiento que era lo que suponía el 50% del coste de una barca nueva, poniendo ellos el resto. De forma que el Ayuntamiento quedó como copropietario de la lancha o barca. Y el nuevo barquero fue Agustín Fernández Bueno.
Aquellas fiestas de Santa Rita se celebraron en El Barco, pues allí se recaudaron 76,60 pts. de los puestos públicos establecidos, siendo ya famosas, puesto que incluso se anunciaban en el periódico “El Carbayón”; dos años después estas fiestas cambiarían de nombre y se olvidarían de Sta. Rita.
Y como el asunto de las escuelas no acababa de solucionarse, una comisión vecinal amenazaba con manifestaciones e -incluso- con trasladarse a la “Capital de la República”, ya que en Arriondas sólo se disponía de un “mal caserón donde se hacinaban más de 120 niños”, como veremos en el capítulo LXII de estas “memorias”.