POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
El año 1938 se iniciaba con la nueva Corporación Gestora nombrada por el Gobernador Militar, con el alcalde José González Díaz y -a partir de este momento- los ocho concejales pasaron a ser denominados ´gestores´.
Se retiró la bandera republicana que desde abril de 1931 estaba en el mástil del balcón central de la fachada de la Casa Consistorial, en Arriondas, y -en su lugar- se izó la bandera roja y gualda con el escudo tradicional de España, con algunos añadidos que el franquismo consideró más representativos de la Historia nacional.
El día 4 de enero se autorizó la reapertura de varios establecimientos que lo habían solicitado y que habían permanecido cerrados durante la guerra.
En Parres -como en todos los demás municipios- era condición indispensable para abrir o reabrir un negocio -además de tener el alta correspondiente de matrícula industrial- el presentar previamente los correspondientes informes favorables de la Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S (Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista), que tenían sus correspondientes organismos de control en cada concejo.
A aquella Corporación Municipal comenzaron a llegarle todo tipo de solicitudes, confesiones y ofrecimientos:
médicos, veterinarios, maestros, jefes de arbitrios, pesadores, oficiales de diversos trabajos y profesiones, todos -por supuesto- con los informes favorables que previamente les había facilitado el Jefe local de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S.
Antonio Martínez Fondón era el Jefe local de Falange, nacido en Arenas (Arenes) en 1910, de forma que -con veintiocho años- a él debía acudirse necesariamente para que diese el visto bueno a multitud de asuntos.
Este Jefe local pasó así a tener un poder omnímodo, dado que recibía informes más o menos confidenciales sobre cada una de las personas que solicitaban un trabajo público o deseaban abrir un negocio.
Por cierto que fue a él a quien la nueva Corporación le encargó el proyecto y presupuesto para ampliar y reformar la Casa Consistorial o Ayuntamiento que estaba en malas condiciones, dado que Antonio era aparejador de profesión.
Los curas párrocos también se encargaban de dar certificados de buena conducta a los vecinos que lo solicitaban cuando les eran exigidos por diversos motivos.
Tiempos convulsos, de supervivencia y miserias, tanto en plena guerra como recién concluida la misma.
En ese momento en el concejo de Parres había registradas cuarenta y dos escuelas públicas.
Tras la correspondiente solicitud, la primera mujer autorizada para dar clases particulares en Arriondas fue Carmen García Carrio, conocida como “Carmina la de Lage” (labor que ya ejercía al menos desde 1933).
Las llamadas Juntas Municipales de Educación Primaria estaban formadas por el alcalde, el cura párroco, un padre y una madre de familia, un maestro o maestra, un gestor municipal y, generalmente, el médico titular.
Por las muchas actas que nos quedaron de sus reuniones sabemos que en ellas se debatían todo tipo de asuntos, como el estudio de denuncias, aceptación o no de aquellos que se ofrecían a trabajar en las escuelas de forma gratuita y sin condiciones para -según hacían constar- “inculcar a los niños el amor a la patria y a la religión”.
Decenas de solicitudes llegaban, siempre con el preceptivo “Saludo a Franco” o el “Arriba España”, amén del visto bueno -en la parte posterior del folio de solicitud- del jefe local de la “Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S.” el cual solía certificar:
“Que… (nombre y apellidos del maestro o maestra) es persona afecta y adicta a nuestro Glorioso Movimiento Nacional y de intachable conducta político-social”.
Aparecen casos en los que el maestro solicitante señala que: “La escuela en la que estaba prestando mis servicios ha quedado inservible, por haberla destruido las hordas marxistas” y el Jefe de Falange local añade: “Fue preso por la canalla roja y destituido con pérdida de empleo y sueldo por su desafección al Frente Popular”.
Pero ese filtro a veces no era suficiente porque -en algunos casos- el inspector provincial respondía a la solicitud desde Oviedo con un “no conviene por ahora que desempeñe ninguna escuela por existir en estas oficinas antecedentes del interesado”.
Desconocemos cuáles eran esas referencias, pero las rencillas internas también tejían sus venganzas.
Como había hecho la Corporación republicana poco después de tomar posesión en abril de 1931, la nueva Corporación franquista hizo lo mismo al cambiar los nombres de las calles y del parque.
La calle principal pasó a llamarse calle del Generalísimo Franco (desde el puente de Arriondas hasta la plazuela de Llano) y desde ésta hasta La Sala sería calle de José Antonio Primo de Rivera. (Bien es cierto que en las actas municipales los nombres aparecen cambiados, -seguramente por un error de anotación del secretario-, pero en la realidad los tramos recibieron los nombres como los acabo de señalar).
El Parque de La Llera -que desde hacía siete años se llamaba Parque de La República- decidieron que se denominase Parque de los Mártires de Parres y que en él se erigiese una cruz en memoria de dichas personas sacrificadas por las “hordas rojas”, aunque en la realidad todos seguirían conociéndole hasta hoy como Parque de La Llera, y a los Mártires de Parres se les dedicaría la que ya en 1988 pasó a llamarse calle Leopoldo Alas “Clarín”.
La cruz aún esperaría a ser levantada en las inmediaciones de la iglesia parroquial hasta el año 1955.
A la recién abierta calle de La Llera se le impuso el nombre de Sargento Provisional (ahora calle de los Castaños).
La carretera de Colunga pasó a ser calle Calvo Sotelo. A la Travesía del Ayuntamiento se le impuso el nombre de Travesía de Oviedo y al Corral de Abajo dijeron que en la siguiente sesión decidirían el nuevo nombre que le darían (algo que nunca ocurrió…).
Y así quedaron nuevamente “bautizadas” durante cincuenta años, hasta el 1 de junio de 1988.
Curiosa es cuando menos la decisión de que los sábados fuesen declarados “días de plato único” y el dinero que se ahorrase con esta medida se entregase para atender necesidades de carácter benéfico.
Las denuncias contra los maestros que habían simpatizado con la República fueron numerosas.
Estremece abrir la voluminosa carpeta dedicada a la Enseñanza Primaria que conserva el Archivo Municipal de Parres, donde se acumulan tantas denuncias, insinuaciones, miserias humanas, ofrecimientos interesados, miedos, imposiciones y depuraciones.
Decenas de maestros y maestras de la comarca -como en el resto de Asturias y de España- fueron forzados protagonistas de numerosos sucesos que nunca más debieran repetirse.
Llegaron denuncias -con sus firmas aún frescas- de algunos vecinos asegurando que tal o cual maestra o maestro había dado clases exclusivamente laicas, o que simpatizaba con ideas izquierdistas, o que nunca se le había visto en misa, o que les daba auténticos mítines en clase a sus alumnos…
Comenzaron a celebrarse actos de reparación y desagravio, como en el caso de Huera de Dego y Collado de Andrín, donde los maestros de estos pueblos invitaron a la Corporación a la reposición del crucifijo en sus escuelas el día 31 de enero de 1938.
La maestra de San Juan de Parres fue la segunda en invitar a la Corporación a un acto similar en su escuela y -seguidamente- la de Lago-Vallobil y -así- una escuela tras otra.
Los trabajos como maestros nacionales eran atendidos en algunos casos por personas que se ofrecían voluntarias previo aval de la Falange local, quien debía confirmar que eran “afectos a la causa”. Algunos incluso se ofrecían a ejercer como maestros de forma gratuita, como ya comentamos.
Se hizo un listado del ganado, bienes y efectos que los “elementos rojos” del concejo habían dejado en poder de parientes y amigos, con la finalidad de incautarlos y subastarlos después; en algunos casos de forma especial, como cuando se cita a B. C. (vecino de Bode) como uno de los “elementos rojos más extremistas”.
Cuando se escriben estas líneas (año 2019) se sigue hablando mucho de la “Memoria Histórica” y eso es sin duda recordar cómo en los márgenes de la carretera en la Vega de los Caseros había nueve cadáveres enterrados en febrero de 1938 desde la que se llamó “desbandada roja”, siendo el Comandante Militar de la Plaza quien mandó enterrarlos en una finca próxima, pagándole al enterrador 46,75 pts.
En otro lugar se puede leer que en “un castañedo de San Andrés había dos cadáveres de rojos enterrados en malas condiciones” y se dieron las órdenes para que fuesen sepultados de forma conveniente.
Varios cuerpos de soldados del bando nacional se hallaban amontonados en malas condiciones en el cementerio de San Martín de Cuadroveña y se pidió “que se pongan en orden y adecenten unas sepulturas por si viniesen las familias a reclamar sus cadáveres”.
Uno de los nuevos ´gestores´ municipales señalaba que había mucha gente refugiada y desconocida en el concejo y que debían enviarse a su procedencia.
Quedó constancia que en el Hotel Pendás -en Arriondas- se alojó una comisión de policías y guardias civiles a las órdenes del guardia Agustín Barrionuevo que -en comisión de servicios- se trasladaron desde Gijón con el fin de detener a “elementos rojos”.
A las panaderías se les permitía abrir los domingos y festivos de 9 a 11, y el horario para cafés y bares en festivo era de 9 a 1 y de 3 a 7.
Decíamos en el capítulo anterior que el Ayuntamiento estaba instalado en 1938 en el chalet Valle, propiedad de Amparo Suero, viuda de Valle y ciudadana cubana, la cual remitió una carta a la Corporación Municipal el 13 de abril de 1938 a través del cónsul de Cuba en Gijón anunciando que deseaba regresar a dicha residencia.
El Gobernador ordenó habilitar otro edificio para consistoriales y entregar el suyo a su legítima propietaria.
Pero lo que nadie esperaba es que la nueva Corporación parraguesa afirmase que dicho edificio había sido ´cedido´´ -mediante documento público- a favor de las “autoridades rojas” el 24 de junio de 1937.
Pero su dueña había abandonado Parres en agosto de 1936 sin dejar apoderado ni administrador de sus bienes, y habían sido otras personas (que se citan) las que al parecer -bajo coacción y amenazas- se vieron forzadas como mal menor a ´ceder´ el chalet al Ayuntamiento para evitar que fuese ocupado por unas cinco familias de refugiados.
El cónsul negó que hubiese tenido lugar dicha donación por parte de su propietaria, sino sólo 100 pts. para los pobres del pueblo que había dejado, mientras el comandante de la Guardia Civil no tenía muy claro cómo actuar, temiendo cometer alguna equivocación, pero la Corporación municipal abandonó el edificio Valle del que hablamos al entender que su ocupación era del todo ilegal.
Es curioso que -tras concluir la guerra en Asturias- la nueva Corporación continuase instalada en el mismo edificio en el que lo había estado la anterior Corporación republicana, pero el deterioro de la Casa Consistorial de la plaza Venancio Pando era muy notable y esperaban se solucionase pronto, tras el proyecto y presupuesto solicitado al aparejador, Jefe local de Falange, como vimos más arriba.
Ante esta insólita situación, Falange ofreció parte del local que utilizaba para que en él se instalase el Ayuntamiento, pero -en el mes de junio- las oficinas municipales se acabaron trasladando a las viejas escuelas de Arriondas donde comenzaron a celebrarse las sesiones, quedando libre el chalet Valle -después de casi dos años- para volver a ser habitado por la única familia legalmente propietaria del mismo, tras su regreso de Cuba.
A la Casa Consistorial le quedaban aún muchos meses para poder ser utilizada de nuevo, y al nuevo grupo escolar (hoy Casa de Cultura) le esperaba más de una década para el uso al que estaba destinado, ya bien entrado el año 1949.