POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Se inicia el año 1940 con la instancia que -el día 9 de enero- presentó Francisco Queipo Martínez solicitando autorización para abrir un establecimiento dedicado a la venta de relojes, petición que le fue aceptada. Tiempo después también se le autorizó a instalar un escaparate en el mismo establecimiento.
Los excombatientes R. L. V., de Romillín, y J. S. M., de San Andrés solicitaban el puesto de sereno en la villa que ya tenía otra persona, pero alegaban que no era excombatiente del Ejército Nacional, lo cual era un plus a la hora de buscarse la vida en una posguerra que iba a ser durísima para la mayor parte de los españoles.
El vecino de Romillín alegaba que había estado combatiendo en la liberación de todo el Norte, además de en los frentes de Aragón y de Cataluña y que ahora -sin medios económicos- tenía que sobrevivir de la caridad de una hermana.
Algo parecido decía el vecino de San Andrés, que acompañaba la instancia con su hoja de servicios y una medalla militar. Además, los que fuesen ´caballeros mutilados´ tenían preferencia para que el puesto se les adjudicase en propiedad, según la legislación referente a estos casos de fecha 26 de octubre de 1938.
Había diez plazas libres para la administración de arbitrios municipales y el 20% estaban reservadas para mutilados, siendo los dos nombrados por esta razón Delfín del Valle Migoya y José Pérez Laria.
A la hora de cubrir los puestos vacantes dependientes del Ayuntamiento tenían prioridad los Caballeros de la Cruz Laureada de San Fernando; los que obtuvieron recompensas militares durante la Guerra Civil; los de mayor permanencia en unidades de combate; excautivos por la causa Nacional durante más de tres meses; huérfanos de guerra; antigüedad en la Falange Española; tener entre 21 y 45 años, certificado de no tener antecedentes penales y adhesión al Movimiento Nacional.
El Distrito forestal de Oviedo anunció en enero de 1940 la subasta del derecho exclusivo de pesca en siete tramos del río Sella, desde la presa de ERCOA y por 17.245 pts. anuales y un plazo de ocho años., con prorrateo entre los ayuntamientos colindantes en dichos tramos y de manera proporcional.
Nuevamente era alcalde José Aquilino Pando Blanco cuando presentaron su dimisión cuatro miembros de la Corporación -por razones de salud, trabajo u otras motivos- tanto el que había sido teniente alcalde y concejal desde 1937 Vicente Somoano Berdasco, como José Ramón Blanco, éste al ser nombrado Inspector de la Zona Oriental para reorganizar los sindicatos de la Falange, los cuales tenían diecinueve delegaciones locales en la zona.
Los otros dos dimisionarios fueron Emilio Pando de la Fuente y Daniel Caldevilla Bermejo, ambos para reorganizar sus negocios; (aunque no mucho tiempo después ´reaparecen´ de nuevo como concejales).
Y sería en el mes de febrero cuando Covadonga Escandón Gutiérrez solicitase licencia (y le autorizan) para abrir un establecimiento de comidas y bebidas en el lugar que sería conocido como “Casa Escandón”.
Era propiedad de Mercedes Fuentes Pendás el solar conocido como “la chabola” y había quedado muy afectado tras la guerra, por lo que pidieron una comisión para que lo delimitase según el plano de población. Este solar era en el que ahora se encuentra el edificio “Mirador” y donde durante muchos años estaban las carteleras que anunciaban los estrenos cinematográficos en Arriondas.
La conocida como Junta Pericial de la Contribución estaba formada por un forastero y por un vecino para cada una de sus tres categorías; formando la 1ª Alfonso Noriega Fiquet (de Cangas de Onís) y Luis de la Fuente Portilla; para la 2ª categoría José Abego Sánchez (Cangas de Onís) y Rodrigo González Díaz, de Tresmonte y -por último- para la 3ª categoría Amaro Cofiño Huergo como vecino y sin que se cite a ningún forastero.
Según el reglamento para Junta Pericial de fecha 30 de septiembre de 1885 el listado seguía con los siguientes titulares:
Antonio Carcedo, de Ribadesella; Martín Palomo Beceña, de Cangas; Francisco de la Fuente Portilla, de Villar; Enrique González Soto, de Prestín; Manuel Quesada Cueto, de Mesariegos, Pedro Sarmiento Beceña, de Cangas de Onís; José Castaño Cueto, de Las Rozas; Hermógenes Cueto Fernández, de Cofiño; José García Labra, de Arriondas; Ángel Miyares Carcedo, de Bode, junto con otros siete más.
Veamos la composición de la Corporación Municipal en 1940:
Alcalde, José Aquilino Pando Blanco; gestores (concejales): Vicente Somoano, José Ramón Blanco, Daniel Caldevilla, Adolfo Portilla, Ramón Gonzáez Llenín, Enrique Rozada, José Martínez Tejuca, José Ramón Peláez, José Suárez García, Tomás Prieto Díaz y Fernando del Valle.
Solicitaba Vicente Somoano que no se abandonase el proyecto previsto de levantar un monumento a los mártires de la Guerra Civil (que aún tendría que esperar quince años más para ser una realidad).
El bar que hasta 1936 tenía Ángel Rodríguez Casanueva en Hueges permaneció cerrado durante la guerra y él mismo solicitó su reapertura el 29 de febrero del año bisiesto de 1940, anotando que deseaba convertirlo en un café, concediéndole el permiso para ello.
No era fácil abrir o reabrir un establecimiento tras la guerra, pues había que pasar una especie de “filtros”; veamos un ejemplo:
Una vecina de uno de los más distantes pueblos de la capital del concejo solicitó abrir un establecimiento de bebidas en el pueblo, y para ello tuvo que presentar una certificación de información e investigación de Falange de Arriondas en la que se justificase que era afecta al Glorioso Movimiento Nacional; además debía solicitarse también un informe sobre su conducta al cura párroco, así como al gestor José Martínez Tejuca.
Este cura informó sobre la vecina mediante una carta de carácter reservado en la que opinaba que no se le debía autorizar a abrir el bar como ella deseaba porque había tenido “una frágil conducta anterior, por la cualidad de su sexo y porque aún estaba en edad juvenil”, además -escribía el párroco- carecía de persona acta para contrarrestar los peligros de desorden a los que estaban abocados tales establecimientos, puesto que la peticionaria y su hijo constituían el único personal de la casa. Indicaba también que la vivienda donde se pretendía instalar el bar era de muy reducidas dimensiones e impropia para un niño de nueve años.
Terminaba el cura párroco señalando que -además- el ambiente del pueblo en cuestión era de “subido carácter rojo, poco propicio para tertulias de sanos propósitos y elevados ideales, sino todo lo contrario”.
Puntualizaba también el eclesiástico que el gestor nombrado por el Ayuntamiento no se había presentado para hacer el informe conjunto con él y señalaba que -realmente- el establecimiento de bebidas ya estaba abierto desde hacía algún tiempo.
Dos semanas después el gestor o concejal Martínez Tejuca emitió su informe sobre este asunto con una opinión contraria a la manifestada por el párroco en su carta reservada, puesto que según sus informes la citada vecina era afecta al Glorioso Movimiento Nacional y por esa causa había sufrido persecución marxista.
De modo que la Corporación desoyó al cura y autorizó a dicha solicitante para que abriese el establecimiento de bebidas como había solicitado.
También en Collía se autorizó a abrir un establecimiento de bebidas a Manuel García Miyares.
Y en la capital del concejo un sargento de la Guardia Civil se vio obligado a desarmar a un sereno por haber disparado un tiro con su pistola cuando -al parecer- no se encontraba en condiciones normales de prestar servicio, por lo que se le abrió un expediente para aclarar los hechos.
Por otra parte, Ángel Abarca Cortina presentaba por esos días un croquis para construir un nuevo cementerio en Fíos, en terrenos de su propiedad que había adquirido con esa finalidad y cuyas obras correrían de su cuenta, haciendo después donación del mismo para el servicio de la parroquia de Santa María de Fíos.
En abril de 1940 se le autorizó la construcción del citado cementerio dado que el lugar elegido estaba a más de 350 metros de cualquier núcleo poblado, en un lugar elevado y permeable, lejos de manantiales, en dirección contraria a los vientos reinantes y con capacidad suficiente para ser utilizado durante veinte años sin tener que recurrir a la remoción de restos cadavéricos.