POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Era el sastre Arcadio Llorente el encargado de confeccionar los trajes para los guardias municipales, junto con sus respectivas gorras. Cobraba 126 pts. por cada traje, cuya tela se había adquirido previamente en los Almacenes de José Luis Quesada, en Oviedo, a razón de 362 pts. el precio de la tela para cada traje.
Como ya se dijo en su momento, el solar que ocupaban las escuelas graduadas de Arriondas se adquirió a Venancio Pando Valle, que se encontraba en Argentina, y todavía se le debían 14.000 pts. desde los años de la II República, de modo que le abonaron otras 3.500 pts. y el resto dijeron que se lo pagarían en los tres años siguientes.
Mientras, Santiago Belío Ibáñez iba ampliando su negocio de fragua y cerrajería añadiendo locales a los que ya había alquilado de las escuelas viejas, lavaderos y otros adyacentes, hasta abonar al Ayuntamiento 900 pts. anuales de renta, y en ellos permanecería con Alfredo Solares hasta que el Ayuntamiento los necesitase para ser ocupados por la nueva plaza cubierta y el patio escolar.
En noviembre de 1942 el cura párroco de Arriondas, Rafael Álvarez García, pidió que se reconstruyese la tapia que separaba el cementerio católico del civil, para lo que era necesario emplear treinta y cuatro metros cúbicos de mampostería, con un coste de 250 pts.
El puente de la Mermeyina -que había sido derribado por la propia compañía del ferrocarril- seguía sin ser reconstruido y se pedía a la Diputación Provincial que lo hiciese de nuevo para dar servicio a los vecinos, a Cuadroveña y al cementerio, pues había que utilizar el camino de la Teyería o el de la Vega.
En 1943 vuelve a utilizarse en todos los documentos, sellos y estampillas la expresión “Ayuntamiento Nacional de Parres-Arriondas”.
Reconstruir el puente de Toraño costó 60.403 pts. y lo pagaron los ayuntamientos de Parres y Cangas de Onís, junto con la ayuda de los vecinos afectados.
Podríamos pensar que ser prófugo a la hora de ser llamado a servir en el Ejército Nacional tras la Guerra Civil sería algo difícil y muy arriesgado, pero la “tradición” del concejo en este sentido no se perdió.
Bien es cierto que las listas de prófugos llegaron a ser en décadas anteriores de hasta un 40 %, pero todavía en 1943 no se presentaron para ser alistados diecinueve de los mozos que debieran haberlo hecho sobre un total de noventa y cinco, un 20%. También es cierto que en algunos casos habían emigrado o desaparecido en la guerra y no se habían actualizado sus datos de padrón.
El concejal Ramón Junco Pando le dio un toque de atención al resto de la Corporación cuando le comunicó que los treinta y cinco carriles que tenía en su poder el Ayuntamiento no habían sido requisados a los “rojos”, como pretendían hacer creer, sino que procedían de las vías del tranvía de Arriondas a Covadonga, los cuales habían sido vendidos por Ferrocarriles Económicos de Asturias a la Sociedad Hullas del Coto Cortés por un total de 12.670 metros de carril procedentes del citado tranvía, el cual había dejado de funcionar diez años antes.
Hullas del Coto Cortés fue una explotación carbonífera de Cerredo (Degaña, suroeste de Asturias) que había sido constituida en 1919 y que existió hasta 2008, la cual llegó a tener cerca de trescientos trabajadores.
Se le hizo saber al Consistorio que -en el último caso- su dueño sería el Ejército, pero nunca el Ayuntamiento de Parres-Arriondas, el cual los consideraba casi como un “botín de guerra”. Y -en consecuencia- el Gobernador dio orden de que se cumpliese de inmediato la entrega de los carriles a su dueño y así se le comunicase.
Y aunque parezca increíble que en estos primeros años del “Franquismo” en los que una orden superior se cumplía de inmediato -casi sin ponerla en duda- la Corporación de Parres contestó al ultimátum gubernativo alegando que Ferrocarriles Económicos no había justificado hasta la fecha ser la verdadera propietaria de citados carriles que les reclamaban, así como que éstos habían sido adquiridos a base de compensaciones de otros materiales propiedad del Ayuntamiento y cedidos por éste a las fuerzas de ocupación de la villa de Arriondas.
Puntualizan -por último- que no se oponen a lo ordenado por la ´Superioridad´, dejando los carriles de referencia a disposición del Gobierno Civil.
En agosto de 1943 se le autorizó a Sergio González Blanco -residente en Oviedo- la reconstrucción de un edificio en la Vega de Castañera.
Sergio estaba casado con Aurora López Argüelles y fue uno de los tres socios fundadores de “Muebles Casa Viena”, una empresa ovetense de gran prestigio.
No se autorizó la instalación de un quiosco en la plazoleta próxima al “Café España”, como había solicitado Manuel Calvo Montaño, vecino de Bodes.
Esta negativa se razonó porque ya corporaciones anteriores habían prohibido que se ocupasen terrenos en las plazas de la villa y por la misma razón acabó denegándosele a Cándida Iglesias la instalación de un puesto de fruta en una de las calles de la villa, como había solicitado tres años antes.
Los lobos eran un problema en los pueblos y el Ayuntamiento seguía gratificando a quienes les diesen muerte, así como a otros que llamaban “animales dañinos”.
Por ello se les concedió un ´premio´ de 100 pts. a Saturnino Pérez y a José Ramón Peláez por dar muerte a dos lobos que causaban daños en el Puerto del Sueve, así como 10 pts. a Manuel García Rosete -de Sinariega- por matar a una zorra, lo mismo que se hizo con otros vecinos de Aballe, Mesariegos, Ozanes, Cuadroveña, etc.
El Director General de Administración Local anunciaba la concesión de becas para estudiantes jóvenes, con preferencia para los que estuviesen afiliados al Frente de Juventudes, si los hubiese.
Otra de las lamentables “tradiciones” municipales -mil veces repetida- fue la de tener que suspender plenos y sesiones permanentes por no asistir la mayoría de sus miembros, a veces sólo el alcalde y el secretario, incluso con suspensión de hasta tres y cuatro sesiones seguidas a lo largo de más de un mes.
Los funcionarios solían recibir una paga extraordinaria por Navidad, y así fue en la de 1943.
Se cita en este caso expresamente al cartero de la villa Manuel Calvo, a quien le dieron una gratificación de 15 pts. por los “buenos servicios prestados al Ayuntamiento con la correspondencia del mismo”.