POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
El día 3 de abril de 1945 Manuel Cuadriello Soto (vecino de Las Coronas) presentó una instancia para abrir una carnicería en la villa de Arriondas y se le autorizó a ello tras cumplir con los requisitos legales.
Por lo tanto (cuando se escriben estas líneas al comienzo de 2020) la citada carnicería cumplirá 75 años atendiendo al público, siendo la decana de las carnicerías de la villa.
Fue el 10 de agosto de 1944 cuando la Corporación del Ayuntamiento de Parres acordó autorizar a Fernando Arias Fernández -gerente de la Sociedad Anónima “Mantequerías Arias”- la construcción de un edificio para la transformación de leche en el lugar próximo a Arriondas denominado “La Beciella”, siempre que dejase libres y sin interrupción alguna todos los caminos y sendas de servicio público que existiesen en el expresado terreno.
En este lugar -al que la nueva toponimia denomina “La Viciella”- se puso en marcha hace ahora 75 años una de las empresas más importantes que haya tenido el concejo de Parres.
(Sobre este tema ya publiqué un extenso artículo en “La Nueva España” con motivo del citado septuagésimo quinto aniversario de esta empresa en Arriondas).
La Jefatura Provincial de Sanidad nombró practicante interino de Asistencia Pública Domiciliaria a Adolfo Lorenzo Serrano.
Por otra parte, Pío XII -Pontífice ´reinante´ de la Iglesia católica entre los años 1939 y 1958-, promovió una ayuda para las víctimas de la Guerra Civil conocida como “Limosna del Papa”, y fue el Gobernador Civil (a instancias del Vicario General de la Diócesis) el que dio órdenes para que se crease una comisión para recaudar fondos con ese destino.
En Parres la comisión quedó formada por el alcalde en funciones, Ramón Junco Pando; el párroco Rafael Álvarez; el maestro nacional Julio Sánchez; el médico municipal Venancio Prado; así como el Jefe de Falange Española Tradicionalista de las J.O.N.S. Antonio Martínez Fondón.
Ejerció como secretario de la comisión Leopoldo Somoano Berdasco, y fue tesorero José Blanco González.
A todos los pueblos del concejo se les ordenó crear una comisión formada por el alcalde de barrio y dos vecinos para que recaudasen las limosnas.
Las heridas dejadas por la guerra aún estaban muy abiertas y -entre depuraciones, fugados, maquis y guerrilleros (algunos llegaron a sobrevivir hasta quince años en el monte) desaparecidos y muertos- la población trataba de salir adelante como mejor podía.
De algunos se supo su final y se recuperaron sus cuerpos, pero otros quedaron por cunetas y barrancos, pozos y montañas, ríos y minas… por igual de ambos bandos, antes, durante y después del horror de la guerra, una de las peores desgracias que le pueden ocurrir a los pueblos, donde surgen y se alimentan las bajezas y pasiones humanas, envidias, crueldades, crímenes, dominio de los violentos sin escrúpulos, miseria y destrucción general de las obras del espíritu.
Como parece que los funcionarios municipales no cumplían sus horarios de trabajo con el rigor que debieran, se les obligó a presentarse ante el secretario tanto a la entrada como a la salida para que éste tomase nota, y durante el trabajo no podían ausentarse sin su expresa autorización, abriéndoles expediente a quienes no cumpliesen la norma que -para los escribientes, interinos o temporeros- significaba la pérdida de su trabajo.
Por otra razón cesó como escribiente Ramón Miyares Valle porque -aunque era vecino de Arriondas- adujeron que no tenía la nacionalidad española, requisito indispensable para ejercer como funcionario municipal.
Tres mujeres ejercían como escribientes temporeras en la sección de abastos, eran:
Amparo Vega Mustel, como jefa de negociado (250 pts. mensuales).
Laudelina Pando Blanco, auxiliar (225 pts.).
Conchita Solares, como ´meritoria´ (100 pts.).
Estas tres vecinas dependían de un Encargado General de Abastos del Ayuntamiento al que el Gobernador Civil destituyó por las irregularidades detectadas en su gestión.
Es curioso que a aquellos productores de patatas del concejo que no habían hecho el año anterior su declaración como tales, se les multó con 10 pts. a cada uno, puesto que había una específica Oficina o Negociado de la patata.
Siempre había denuncias por diversas razones, como cuando se interceptaban los caminos públicos con montones de estiércol, con piedras para obras particulares, cierres indebidos, animales sueltos, etc.
A veces se entablaban largos pleitos por el Ayuntamiento contra algún vecino, como en el caso del pueblo de Cofiño, donde un adinerado vecino había construido un muro cuyos contrafuertes de sujeción en cemento invadían el espacio público. Para defender los intereses públicos en este juicio el Ayuntamiento nombró a cuatro procuradores en Oviedo y a otros tres en Madrid.
Carros y bicicletas debían llevar su correspondiente matrícula, de lo contrario no podía circular por la villa capital del concejo, de modo que se adquirieron cincuenta placas a la “Casa José Castellers” de Valencia por un importe de 516,80 pts.
Finalizando el año 1944 el Presidente del Patronato local de Formación Profesional de Cangas de Onís informó de que se había reanudado el funcionamiento de la Escuela Elemental de Trabajo en dicha localidad, solicitando se consignasen en los presupuestos del año siguiente la cantidad de 0,20 pts. por año y habitante para ese fin.
En ese momento Parres tenía 8.841 habitantes de hecho y 9.643 de derecho (más que Ribadesella que tenía 8.474 de hecho).
Insistía Dolores Eguibar Vigil-Escalera en que el puesto de el fielato situado en la plazoleta próxima al “Puente Viejo” (que ahora conocemos como “Puente Romano”) estaba en terreno de su propiedad, pero el Ayuntamiento no rectificó sus acuerdos de 11 de julio y 30 de noviembre del año anterior.
A José Luis Prieto se le encargó el material para la instalación eléctrica de dicho fielato.
La Tesorería de Hacienda anunció que -desde el 1.º de abril de 1945- las contribuciones se pagarían en Cangas de Onís, mientras Arriondas insistía en ser la sede del Juzgado Comarcal al estar a medio camino entre Ribadesella y Cangas.
Era José González Blanco el Juez Municipal y Depositario de Caudales, debiendo elegir una de las dos dedicaciones por ser incompatibles para un mismo funcionario, y eligió la segunda, alegando que ya era juez cuando también le habían nombrado depositario, y que el nombramiento y cese de los jueces dependía exclusivamente del Presidente y Fiscal de la Audiencia.
Siendo alcalde Julio Fernández González un grupo de catorce vecinos le pidieron que se expropiase la parcela final de la calle Ramón del Valle Blanco -próxima a la vía del ferrocarril- para terminar allí la apertura de dicha calle.
El tipo medio de jornal en 1945 era de 10 pts. diarias, que serían las que se le abonaron a quien colocó las primeras ocho bombillas que tuvieron ocho de los barrios de Llames de Parres, una petición hecha por el alcalde del pueblo, José Manuel Cayarga, abonando los vecinos los gastos de los materiales y su instalación.
En el lugar de los “Praiquinos” (desde el camino de La Peruyal que hacía esquina con La Económica y hasta el matadero municipal) se abrió la prolongación de la calle Ramón Inocencio del Valle Marina, quedando la conservación de dicho trozo de calle a cargo de José de la Parte, Nazario López y Jesús Robles, según ellos mismos ofrecieron en su instancia, comprometiéndose a construir las aceras y a mantener bien alineados los futuros edificios.