POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Había en 1919 en la Plaza de la Peruyal un hórreo propiedad del matrimonio Ramón Riega y Virginia Rodríguez, los cuales decidieron cederlo al Ayuntamiento con varias condiciones y -tras cumplirse las mismas- acordaron retirar dicho hórreo, al que en el acta que certifica el acuerdo lo nominaron curiosamente como un “artefacto”.
(Ocho años después nos encontraremos con la expropiación forzosa de otro hórreo en la misma plaza, considerado antiestético y en estado ruinoso).
Era sereno del comercio Fernando Ania, al que le compraron un capote, un chuzo y una linterna, mientras los vecinos de Soto de las Dueñas temían que su guardesa del paso a nivel perdiese el empleo, dado que FEVE pensaba sustituirla por un “cierre automático de palos”.
Los vecinos de Vallobil pedían por esas fechas 300 pts. para un lavadero público y solicitaban arreglar la fuente de “Güeyu Prietu”, pero les respondieron que tres años antes les habían dado 250 pts. para dicho lavadero y que habían renunciado a hacerlo, además de que cerca había otro lavadero que utilizaban los vecinos de La Roza que también precisaba arreglo, de forma que no parecía razonable gastar dinero en los dos.
Al niño Ángel Somoano Puente le gratificaron con 20 pts. por los veinte días en los que sustituyó al ordenanza de telégrafos, de baja por enfermedad.
Siempre había problemas con los panaderos, sobre todo porque las piezas de pan no pesaban lo que se decía, de forma que se les ordenó que marcasen con claridad en todas las piezas del pan el nombre del industrial, el peso y el precio.
Y -por primera vez- los municipales ya no tuvieron que desplazarse a Llanes para que les tomasen medidas para hacerles sus uniformes, pues se los hizo Ramón Hevia y se le abonaron 102 pesetas por dichos trajes.
Y como recuerdan los más ancianos de la zona -en el lugar conocido como monte Pozobal, en Bode- se extraía arena silícea o kaolín que, después, era transportado en vagones del ferrocarril a Oviedo, donde se utilizaba para fabricar loza y ladrillos refractarios. Así, en el Boletín Oficial de la Provincia N.º 40 de 1919 se sacaron a subasta 1.000 metros cúbicos de arena extraídos del monte comunal de “Garuña”, en la Cuesta de Bode.
En la subasta a la puja quedaría un 80% del importe para las arcas municipales, pero en el Ayuntamiento dudaban de si ése sería el nombre del monte o si era en ´Mesariego´ nº 103, cerca de la estación de Toraño (y sí aparece escrito ´Mesariego´ y no Mesariegos…).
Total: que no existía Garuña, sino Veruña, cerca de Toraño, pero la subasta hubo de suspenderse, al alegar un particular que el monte era suyo y no comunal, algo que – judicialmente- acabó demostrándose que era falso.
El Ayuntamiento pagaba el 50% del alquiler de la Casa-Cuartel a su dueño -Luis Ruiz Escandón- que era de 300 pts. anuales, y la subió a 450 pts. desde enero de 1920. Pero la subida les pareció exagerada y se consultó a la Comandancia Provincial.
Cerca del puente del río Chico (Chicu) un tren atropelló a un desconocido forastero a comienzos de diciembre de 1919, ya había oscurecido y los restos fueron recogidos en un “cajón” por dos jornaleros que le velaron durante toda la noche. Uno de ellos era el barrendero Domingo Fresnedo, quien también cavó su sepultura y le abonaron por ello 15 pts. y al otro (Arturo Fontela) le pagaron 12,50 pts. Y dice “cajón”… porque una caja costaba 23 pts.
A nosotros nos asombra hoy que se enterrase al día siguiente sin más indagaciones identitarias, pero estamos hablando de hace un siglo y la vida se regía por otros parámetros muy diferentes a los nuestros, ahora hiper-conectados en un mundo moderno. De modo que en algún lugar de nuestro cementerio estarán los restos del forastero y su familia nunca habrá sabido qué fue de su vida.
La vida proseguía y Cofiño creaba su escuela para niñas. Mientras, la Diputación Provincial subía los impuestos con la venia del Gobierno Central, cargando 0,20 pts. a cada tonelada de carbón y 10 pts. por cada hectólitro de sidra que se exportase fuera de la Provincia de Oviedo.
Los médicos titulares eran Pascual del Buey y José Fuentes, los cuales pedían aumento de sueldo, pues ganaban 1.000 anuales y pedían llegar a 1.500, dado el alto número de habitantes, el de familias pobres del padrón de beneficencia y las distancias a recorrer de una a otra parte del concejo por caminos intransitables. Dos médicos para atender a casi el doble de habitantes de los que ahora tiene Parres…
La subida se hizo efectiva al mes siguiente, pues los médicos pasaron a cobrar 2.000 pts. anuales; 3.300 el secretario; el veterinario 300, más otras 365 pts. como inspector de higiene; 1.824 pts. para cada uno de los dos guardias municipales; el paupérrimo sueldo de todos los maestros del concejo sumaba 4.030 pts. al año; se reservaban 2.000 pts. para reparar el puente de Villanueva, 1.100 para el alumbrado público, otras 2.500 para la traída de aguas a Arriondas, etc.
Era el recaudador y controlador de impuestos Obdulio del Llano.
Y así llegamos a 1920 (que serían unos años felices, dorados o locos… pero sólo para los norteamericanos). Aquí se dedicaban a hacer batidas de lobos por Cea y Cetín, además de por el Puerto del Sueve, como atestiguaban los vecinos ganaderos. El alcalde de Colunga propuso a los de Parres y Piloña que se pidiese autorización al Gobernador para hacer batidas en el Sueve y así lo acordaron los tres. Pocos días después el Gobernador aceptó dichas batidas, siempre y cuando se ajustasen a la ley de caza vigente y con la condición de que los tres concejos se pusiesen de acuerdo para organizarlas.
Desde hacía cuatro años un bracero o trabajador por cuenta ajena percibía un jornal de siete pesetas diarias.
Y una Real Orden obligaba por primera vez a rotular y numerar los edificios de las calles y plazas a efectos de estadística.
El cura párroco de Arriondas (Pablo González Cuervo) invitaba a la Corporación Municipal para que asistiese al solemne recibimiento de los Padres Redentoristas que llegaban al concejo para predicar una Santa Misión.
A los menores de 50 años habría que explicarles hoy de qué trataba este asunto, cuando los vecinos de un concejo eran convocados para ser instruidos a través de sermones, conferencias y jornadas de estudio del catecismo, acompañados de rosarios matinales (de la “aurora”), misas, confesiones, comuniones y procesiones masivas.
Las misiones populares tuvieron su apogeo -especialmente- tras la Guerra Civil y parecían una especie de solución salvífica que se le ofrecía al pueblo llano para que su vida se viese enriquecida a través de la fe, invitando a los vecinos a acudir en masa a las iglesias.
Y es que cada época, cada pueblo y cada individuo somos “hijos” de los hábitos, costumbres y sentimientos del momento. Después -con los años- “reciclamos” la información recibida de todo tipo, la adaptamos a los nuevos tiempos y tratamos de obrar en consecuencia.