MEMORIAS DEL CONCEJO DE PARRES 1835-1985 (CAPÍTULO XXI)
Feb 01 2019

POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)

En octubre de 1908 el alcalde presentó un proyecto para el arreglo de la Plaza del Mercado, lo que suponía un gasto de 1925 pts. pero alguno de los concejales hacía notar que mejor sería gastarlo en la construcción de un nuevo cementerio para Sto. Tomás que en cuestiones de ornato para la villa.

El caso es que la Corporación reservó 1.000 pts. para comprar el terreno del cementerio de Collía y otra cantidad -exactamente igual- para premios del concurso de ganado, debiendo retirar ésta última por agravio comparativo.

Si el cementerio lo construía el Ayuntamiento pasaría -como es lógico- a ser de propiedad municipal, de forma que sería también quien cobraría los aranceles y arbitrios de los enterramientos, de acuerdo con las leyes vigentes desde el 18 de julio de 1888.

El día 10 de diciembre de 1908 una gran crecida del Sella se llevó la barca de Toraño, quedando sus vecinos sin servicio de mercados, iglesia y cementerio, molinos, etc. entregándoles el Ayuntamiento 200 pts. para construir una nueva barca o chalana, cosa que deberían hacer ellos mismos.

Se supo que un vecino de Toraño -identificado- había cruzado el río en la barca la noche de la crecida, sin permiso del barquero, y ambos fueron convocados a declarar a la Casa Consistorial para exigirles responsabilidades.

Casi tres meses después se abonaron 76 pts. por la reparación de la nueva barca, lo cual quiere decir que no encontraron la que el Sella se había llevado.

Fueron cuarenta los vecinos de Bodes que construyeron su lavadero público, el cual les costó 500 pts. y solicitaron al Ayuntamiento que les subvencionase con 100 pts.

Arriondas tenía una Notaría permanente que fue suprimida en 1908.

Los vecinos de los pueblos eran obligados a contribuir en el mantenimiento de caminos, a no ser que fuesen menores de 16 años o mayores de 50, o que no tuviesen “yunta ni carro en el concejo”.

Curioso caso el siguiente:

El concejal Jacinto Blanco se quejaba del gran número de pordioseros que constantemente asediaban a los vecinos de la villa y del concejo, siendo los forasteros los más exigentes y, así, le solicitó a la Corporación que publicase un bando en el que se anunciase que se otorgaba un certificado a los pobres del concejo para que -de esta forma- los vecinos supiesen a quienes tenían más obligación de socorrer, sin necesidad de prohibir la mendicidad. Y la Corporación así lo acordó y llevó a efecto.

No sé el efecto que causaría la medida, pero apenas habían pasado tres meses cuando otro concejal dejaba constancia del “espectáculo que dan por la villa los pobres exhibiendo sus llagas y deformidades y molestando continuamente a los transeúntes”.

Fueron tiempos de miseria absoluta los que pervivieron en España a lo largo de tantos siglos.

Entretanto, el obispo visitó oficialmente el concejo el 19 de junio de 1909, recibido por los muchos curas de las diecisiete parroquias y la Corporación Municipal, que ordenó poner colgaduras en balcones y ventanas (normalmente eran las mejores colchas que las familias tenían a mano) y pagó seis docenas de voladores.

Sabido es que la electricidad era suministrada por la Fábrica de Arriondas, propiedad de Estefanía Bernaldo de Quirós, con quien se firmaban continuos acuerdos y pólizas, como la compra de lámparas y bujías.

Pedro González era el encargado del mantenimiento y asistencia del reloj del ayuntamiento y llevaban veinticinco años abonándole por ello la cantidad de 50 pts. anuales.

Veía que -tanto la carestía de la vida como los sueldos- se incrementaban cada cierto tiempo, menos el suyo. De modo que pidió aumento…pero se lo negaron porque ya estaba así acordado en el presupuesto aprobado hacía un trimestre.

Además, el alcalde le respondió que por esa misma cantidad estaba dispuesto a hacerlo otra persona -como así ocurrió- y Pedro González se auto-despidió con la cabeza muy alta, mientras otro vecino le reemplazaba en su labor por 50 pesetas al año, como ocurría desde hacía veinticinco años atrás.

Ramón Barredo García fue elegido alcalde con once votos a favor y una abstención, estrenando el primer bastón de mando que hubo en las Consistoriales.

Y el 15 de mayo de 1909 fue inaugurado el puente de Soto de las Dueñas.

La llamada Fiesta Sacramental en la iglesia parroquial de San Martín fue siempre el día 18 de julio, desde más de doscientos años atrás. El párroco invitaba al alcalde y los concejales a lo que se denominaba “solemne función religiosa” (misa y procesión). En 1909 se nombraron para asistir a la misma al primer teniente de alcalde, al síndico, a dos concejales y al secretario…pero una semana después uno de los concejales dejó constancia en acta del “desaire” provocado por la Corporación en la Fiesta Sacramental, al no haber asistido más que él de los cinco designados.

Algún día deberé escribir y detallar todos los desencuentros y roces habidos entre los párrocos y los alcaldes a lo largo de los ciento cincuenta años de los que me ocupo en estas “Memorias”, especialmente los varios ocurridos desde 1960 hasta hoy, que como yo mismo los he visto y vivido, no tiene que contármelos nadie.

Desencuentros y enfrentamientos en los que los alcaldes elegidos por los vecinos llevaban la razón en la inmensa mayoría de los casos, frente a los que el obispo de turno pone y quita a dedo cuando y como le parece, con el simple argumento de que la Iglesia es jerárquica y no formalmente democrática.

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