MEMORIAS DEL CONCEJO DE PARRES (1835-1985) (CAPÍTULO XXIX)
Feb 10 2019

POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS

En abril de 1912 uno de los plenos municipales fue declarado secreto (algo que ocurría rara vez, por tratarse asuntos delicados que no debían trascender al público; de modo que se desalojaba a los vecinos presentes en la sala antes de iniciarse la sesión).

Solían estar motivados por casos de graves denuncias, supuestos quebrantos de caja, intervenciones del Gobierno Civil o del Juzgado, comparecencias de vecinos acusados de serias irregularidades relacionadas con el Ayuntamiento e -incluso- asuntos personales de funcionarios municipales inmersos en temas considerados delicados (algunos de tipo erótico-pasional), ocurridos dentro de la Casa Consistorial.

Digo que eran plenos declarados secretos, pero de los que el secretario dejaba cumplida cuenta por escrito, con nombres y detalles.

En este caso -un funcionario que se pasó la vida llevando «quintos» a Oviedo para enrolarse obligatoriamente en el ejército y que en 1912 estaba como interino de interventor de cuentas-denunció que dos de los municipales habían percibido en 1904 como sueldos 792 pts., pero que en 1905 se les habían abonado 2.365 pts. sin que hubiese cartas de pago que lo justificasen. De modo que se le abrió un expediente al responsable que había hecho los pagos siete años antes.

Mientras, los vecinos de Fíos, solicitan 500 pts. para arreglar la Fuente del Oso, la única que tenían para abastecer al pueblo y que había quedado casi destruida por las obras de la carretera de Arriondas hasta Fíos.

Los vecinos de Dego pedían 850 pts. para poder concluir la escuela de niños y niñas, pero se conformaban con una subvención de 300 para terminar el local de niños, que era el más necesitado. La Corporación les concedió 150 pts.

Y, entretanto, Francisco Cadenaba tomaba posesión como Médico Titular, siendo los farmacéuticos titulares Faustino Sánchez Quesada y el conocido como Señor Labra.

A los municipales se les ordenó que prohibiesen amarrar en la Plaza del Ayuntamiento y vía pública a los asnos que bajasen al mercado.

Y -en junio de 1912- el alcalde de Cangas de Onís pidió al Ayuntamiento de Parres colaboración para el arreglo del “viejo e histórico puente” que une los dos concejos.

Parres respondió que -al menos durante ese año- no disponía de fondos para poder ayudar en el arreglo.

(Debo añadir que jamás en las actas municipales de Parres se le llama “puente romano”, lo normal era “puente de piedra”, “el puente” o “el puente viejo”).

Como sabemos, el Ayuntamiento pagaba los medicamentos de los necesitados del concejo que formaban parte de un amplio listado de beneficencia pública, pero -a veces- la Corporación no estaba de acuerdo con la facturación que de las mismas les pasaban trimestralmente los farmacéuticos de la villa; y es que algunos específicos que se hacían en las dos farmacias no estaban incluidos en la tarifa gratuita. Era lógico que los concejales exigiesen los comprobantes y originales de las recetas, llegando -incluso- a solicitar la presencia de todos los beneficiados para que declarasen si habían estado enfermos a lo largo del año, qué médico los había tratado y qué les había recetado. De modo que alguno de los farmacéuticos acabó reconociendo que se había extralimitado en despachar específicos fuera de la tarifa de beneficencia.

Algún joven parragués dejó la vida en la conocida como Campaña de Melilla y se abrió una suscripción popular para ayudar a sus familias, así como a los heridos del concejo en dicha Campaña.

Aquel conflicto había enfrentado a tropas españolas contra las cabilas rifeñas en los alrededores de la ciudad de Melilla entre julio y diciembre de 1909, y en el conocido como “Desastre del Pozo del Lobo” perdieron la vida en una sola noche más de setecientos españoles, provocando en la península grandes protestas por el envío de tropas y de reservistas al conflicto, dando lugar en Barcelona y en toda Cataluña a la llamada “Semana Trágica”.

Era alcalde en junio de 1912 Luis Gutiérrez, y el concejal Antonio Pando -viejo conocido de estas crónicas o memorias- mantenía con el primero sonoros desencuentros, hasta el punto de tener que ser multado por el alcalde por abandono de algunas sesiones (algunos concejales acusaban a Antonio de trato despótico).

El poco cuidado sanitario de las fuentes provocaba algunos quebrantos sanitarios en el concejo, como en la fuente de Ordiera, en Toraño, motivando fiebres tifoideas (el secretario anotó “fiebres tíficas”) además de varios focos de infección en la villa capital del concejo.

Como Electra Parraguesa tenía la exclusiva para el suministro de luz, la Corporación decidió presionarla para que hiciese concesiones, como cambiar las bombillas públicas, advirtiéndole que si no se avenía a ello negociarían con una empresa belga que explotaba un salto en Cabrales, la cual tenía un proyecto de enviar fuerza eléctrica hacia el concejo y otros puntos de la provincia.

A lo largo de este siglo y medio de revisión de nuestro pasado común surgió varias veces la misma duda ¿debía estar la Guardia Civil incluida en la beneficencia municipal a la hora de recibir medicinas gratis? Y es que no pocos consideraban que tal trato de favor era una discriminación respecto a otros vecinos, además de pagarles la renta de la casa que ocupaban e -incluso- la luz. De modo que -dependiendo de cada Corporación- unas veces sí tenían medicinas gratis y otras no. La Corporación más rotunda en negarles ese trato de favor fue la mayoritariamente republicana surgida de las elecciones del 14 de abril de 1931, alegando que los sueldos de la Guardia Civil estaban por encima de la media de los que percibían los vecinos de Parres.

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