POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE ROZAS- ARRIONDAS (ASTURIAS)
(Recuerdo de María Valle,“La Paloma”, de Bode y de “Teresina de los perros”)
Se inicia este capítulo en 1912 cuando salía a concurso la plaza de Médico Titular del concejo con un haber de 1.500 pts. al año y en la hoja de servicios eran importantes los estudios universitarios que hubiese cursado el aspirante, además de ser esencial que fuese una persona joven (imaginemos los kilómetros que debería hacer por los caminos del concejo, casi siempre a pie y -pocas veces- a caballo).
En los inicios de este año fue declarado de utilidad pública el camino desde Villar de la Cuesta -pasando por Cofiño- hasta la carretera de Arriondas a Colunga.
Mientras el municipal José Toyos pasaba una factura de 1´50 pts. por el pienso que tuvo que comprar para un caballo que encontró -procedente de Llanes- y que pasó a disposición del Juez de Infiesto, mientras la Plaza del Mercado -ante el ayuntamiento- estaba llena de baches y charcos, calculándose su arreglo en 300 pts.
Era Manuel García Vela uno de los pocos que tenía coche de alquiler, de modo que muy de vez en cuando pasaba su minuta por los servicios prestados, pero cobraba con años de retraso, como cuando en 1912 presentó las siguientes facturas: 47 pts. por llevar al alcalde y a dos concejales a esperar al Rey a Covadonga, hecho ocurrido varios años antes; por acudir a comidas el 7 de enero 1907 y del 6 de enero de 1910 el alcalde, dos concejales y el secretario; pero el alcalde mostró la factura que le había abonado el 13 de enero de 1907 por 342 pts. en dos entregas, de modo que nadie entendía por qué presentaba de nuevo esas facturas con tantos años de retraso, pudiendo haber prescrito (decían), por lo que se le negó el pago y -en todo caso- que lo pagasen de sus bolsillos los que utilizaron sus servicios. Algún concejal insinuaba que al alcalde se le podía haber olvidado pagar en su momento, pero éste no cedió, añadiendo que eran otros los alcaldes en aquellos años.
Perder un hórreo no era cosa menor, de modo que cuando Celestino Fernández, de Fíos, se vio en esa tesitura al pasar la carretera de Arriondas a Fíos por el lugar que ocupaba el suyo, le abonaron 325 pts. para que pudiera trasladarlo a otro lugar y por la expropiación del terreno donde estaba. Mientras, el ayuntamiento contribuyó con otras 4.500 pts. para esta carretera, a la que ellos realmente llamaban “camino vecinal”.
El Secretario accidental y Oficial Primero sufrió una grave enfermedad en 1912, pero eso no restaba el pesar de la Corporación por las muchas denuncias que contra él había “por no enmendarse y seguir en sus extravíos”, pendiente de un juicio oral; de modo que le cesaron y nombraron en su lugar a Fernando González del Valle para los dos años siguientes.
En marzo de 1912 se celebraba el primer centenario de las Cortes de Cádiz y de la Primera Constitución Española. Como el riosellano Agustín Argüelles (“El Divino”) -diputado en dichas Cortes- había participado activamente en la redacción de la misma, el Ayuntamiento aportó 50 pts. para contribuir a la lápida a colocar en la capilla de San Felipe, en Cádiz, cuya suscripción había iniciado el Ayuntamiento de Ribadesella.
Que un concejal le llamase al alcalde “descarado” se consideraba ya un serio incidente…
A Francisco Fernández, de Granda, lo encontraremos arrendando en pública subasta el macelo (matadero) por 1.750 pts.
Para las nuevas escuelas de Arriondas tenían reservadas 8.000 pts. pero como la suscripción que habían hecho entre los emigrados a América no acababa de dar sus frutos, decidieron depositar el dinero en el banco para que produjese algunos intereses… (y las nuevas escuelas no se inaugurarían hasta 35 años después…).
A veces las discusiones en los plenos se alargaban mucho y el secretario en sus anotaciones se veía obligado a cubrir varios folios del libro de actas, de modo que cuando parecía que 26.000 pts. se habían “evaporado” de las arcas municipales, el alcalde llamó la atención a los concejales y les recordó que cada folio llevaba una póliza de 2 pts. y que -por ese camino- cada sesión les iba a costar una millonada en dichas pólizas. (Realmente lo que vemos hoy es que aparece una póliza por cada cuatro folios, de modo que se entendería por cada pliego, antes de cortarlo…).
Desde hacía tan solo dieciséis años se celebraban en Arriondas las ferias de Sta. Rita y no solía formarse una comisión hasta poco menos de un mes antes, sin saber cómo se organizarían ni con qué presupuesto se contaba. Para ello se abría una suscripción entre los vecinos y el Ayuntamiento colaboró ese año de 1912 con 500 pts. (el doble de lo habitual); de modo que para la feria de San Andrés el día 30 de noviembre (en Pilanegro) -que se celebraba desde hacía casi dos siglos y medio (1665)- no sabían de dónde sacar dinero.
Y el buzón de correos que sigue presente en la sala de espera de la estación de ferrocarril de Arriondas, se solicitó en abril de 1912.
Terminemos esta XXVIII entrega con alguna de las penurias habituales de aquellos pobres parragueses.
Era conocida como “Teresina de los perros” una mujer que vivía en la más absoluta pobreza, durmiendo en un establo, y escribe el secretario del ayuntamiento: “Estaba en la última miseria, a punto de perecer de necesidad”.
Teresina nos recuerda a “La Paloma” (como era conocida María del Valle Díaz), vecina de Bode y a la que en 1876 se le buscaba un lugar para acogerla, huérfana de padres como era, enferma, demente y pobre de solemnidad, tan lisiada que no podía ni pedir limosna por los caminos, hasta que le encontraron acomodo en el Hospital Psiquiátrico de La Cadellada, en Oviedo.
¿Cómo ayudar a Teresina? Pues se le entregaron 25 pts. a un concejal para que las administrase y se las fuese dando a la pobre mujer según sus necesidades, mientras intentaban buscarle una cama que pudiera facilitarles la malatería de asilo de San Lázaro; de donde parece desprenderse que no es que la mujer padeciese de lepra o alguna enfermedad de la piel, sino más bien que lo que buscaban era una cama para ella y que tuviese un lugar digno donde vivir el resto de sus días.
“Teresina de los perros”… parece el título de una película o de una novela costumbrista, pero fue una vecina que en Parres vivió hace poco más de cien años y de la que no nos quedó más constancia que ésta, porque hay seres humanos cuya pobreza y sencillez les hace parecer como una humilde gota de rocío en una brizna de hierba de una madrugada invernal… a la espera del tibio sol que la evapore para siempre.