POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Histórico será para el Real Sitio de Covadonga el próximo sábado con la visita de los Reyes de España y sus dos hijas con motivo del XIII Centenario de los orígenes del Reino de Asturias, y el primero del Parque Nacional de los Picos de Europa y de la Coronación canónica de la Virgen de Covadonga.
En cinco capítulos y un epílogo recordé en este semanario hace tres años muchos y variados temas sobre Covadonga, bajo el título “Reseñas de Covadonga”, que pueden ser consultados en internet.
Es preciso recordar en este momento cómo los cangueses de hace un siglo comenzaron a preparar este acontecimiento -coincidente con el XII centenario de la Batalla de Covadonga- desde dos años antes (1916).
Meses después ocurrió que la Junta Provincial pretendió trasladar la imagen de la Santina a Oviedo, para celebrar allí la solemnidad de la coronación, lo que soliviantó a los vecinos del concejo. El periódico cangués “El Popular” se hizo eco de la cuestión el 30 de abril de 1918, al recoger la noticia de que más de 6.000 cangueses convocados por el Círculo de Artesanos -entre otros- habían recorrido las calles de la ciudad hasta llegar al ayuntamiento con la finalidad de solicitar al alcalde (Manuel Pendás Junco) “que hiciese saber a la superioridad que los habitantes de este concejo no permitirán de ningún modo que se les arrebate el derecho que legítima y naturalmente les pertenece de que se celebren aquí dichos actos, que son una manifestación de su gloriosa tradición y de su propia historia”.
El coraje de los cangueses se impuso y la coronación se celebró en su lugar lógico y natural, el Santuario de Covadonga, enclavado en el concejo de la que ya se conocía como Cánicas mil doscientos años antes. El 8 de septiembre de 1918, de manos del cardenal Primado de España y ante los reyes D. Alfonso XIII y Dña. Victoria Eugenia, fue coronada la imagen de la Santina y la del Niño. Esa misma tarde, los reyes inauguraron el que pasó a llamarse Parque Nacional de la Montaña de Covadonga.
¡Cuántos millones de peregrinos habrán subido por la escalera de la Cueva a lo largo de tantos siglos!
Cuando en el año 1572 Ambrosio de Morales visitó Covadonga por orden de Felipe II, de entre los muchos detalles que nos dejó por escrito seleccionamos uno relacionado con esta escalera, puesto que señala: “Desde el llanito del pie de la peña hasta el suelo de esta Cueva, se sube agora por dos escaleras o tres, parte de piedra y parte de madera, labradas todas a manos, con haber en todas noventa escalones”. Un siglo después, en 1674, la Junta del Principado donó 6.000 reales para el arreglo de esta escalera, y lo hizo por manos de fray Clemente de Vigil Hevia. Este asunto motivó años después un ruidoso incidente entre el gobernador de Asturias, el primer Marqués de Camposagrado (Gutierre Bernaldo de Quirós de las Alas y Carreño) y el obispo Alonso Antonio de San Martín. El marqués exigió que se le devolviese ese dinero con el pretexto de no haberse destinado al fin acordado y -con esa cantidad- poder enjugar los pagos de ciertos débitos que el Principado tenía con la Corona. Se opuso tajante el obispo a la devolución e, incluso, amenazó al marqués con la excomunión si no desistía de su pretensión. No deja de ser curioso que los dos litigantes tuvieran algo en común; porque el título de marqués se lo concedió a Gutierre el rey Felipe IV y, el obispo Alonso -que lo fue de Oviedo entre 1676 y 1681- era hijo natural (no legítimo) del mismo Felipe IV y Mariana Pérez de Cuevas, (uno más entre los aproximadamente cuarenta hijos bastardos que tuvo este rey).
Actualmente la escalera tiene ciento un peldaños, mientras el acceso por el túnel a la Cueva fue abierto en 1908 por iniciativa de don Segismundo Moret, en contra del parecer de algunos expertos -como don Alejandro Pidal- los cuales temían que fuese dañado el monte Auseva. Se habilitaron puertas en su interior para evitar las corrientes de aire y -debido a su oscuridad- se efectuó un rompimiento al exterior del túnel donde más tarde, ya en 1944, se instaló el calvario de piedra que conocemos.
A partir de 1873 y durante casi cien años la fiesta en honor a la Virgen de Covadonga se celebró el día 9 de septiembre, al haberle concedido el papa Pío IX al obispo de la diócesis Benito Sanz y Forés, una misa y oficio con rito propios para la Virgen de Covadonga, expresamente para ese día. De esa forma se diferenciaba la festividad de la Natividad de María, el 8 de septiembre, de la propia fiesta de la Santina.
Era típica costumbre en el santuario que ese día se disparasen las “salvas”, las cuales tomaban el monte Auseva como “cañón pedrero”, haciendo correr la pólvora con gran estrépito. El principal artífice de la nueva Covadonga posterior a la Guerra Civil, don Luis Menéndez Pidal (1896- 1975) recordaba haber visto alguna vez con gran espanto, durante las procesiones en honor de la que durante siglos fue conocida como Virgen de las Batallas, trozos de roca del Auseva proyectados sobre el horizonte al ser lanzados al espacio por la acción de las atronadoras descargas. De hecho, hasta el año 1936, se conservaron en la Colegiata de San Fernando dos pequeños cañones de bronce -parece ser que británicos- con sus cureñas de cuatro ruedas, que eran utilizados para lanzar salvas desde la explanada, colocados entre las almenas de su cerramiento y mirando al monte Priena y la cuesta Ginés. Afortunadamente no se ha perdido del todo esta tradición -adaptada a nuestros días- y durante la procesión de cada 8 de septiembre con la imagen de la Patrona de Asturias -entre la Basílica y la Cueva- el disparo de numerosos y potentes cohetes evoca aquellos tiempos; una procesión que, precisamente este próximo sábado, no se celebrará por medidas de seguridad y una pautada precisión de los tiempos en los que se han organizado los seis actos que presidirá la Familia Real, entre Covadonga y los Lagos.
Millones de peregrinos se acercaron a este lugar desde hace más de mil años, como aquellos que con su sencilla mentalidad llegaban a la Cueva y escandalizaban al cabildo con sus acciones, y así se puede leer en las actas que se conservan de 1681, en las que se dice cómo “llevados por la devoción que tienen con la Santa Imagen, con los fierros de los bordones rompen y quiebran piedras de la peña”, (bordones eran los palos -más altos que una persona- con punta de hierro, y esas pequeñas piedras de la Cueva las llevaban como devoto recuerdo, a modo de amuleto).
Con motivo de los tres centenarios que se conmemoran el próximo sábado, Covadonga vuelve a reunir y aglutinar naturaleza y arte, espíritu y materia, origen e impulso. Para los asturianos todos -los de aquí y los de la emigración- Covadonga desborda el espacio y el tiempo, los niveles sociales y las fronteras ideológicas, porque es la raíz, cuna y corazón de nuestra conciencia regional, condensando en sí misma la milenaria historia de Asturias.