POR FERNANDO JIMÉNEZ BERROCAL CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES
Nos encontramos en plena época navideña, tiempo de consumo que convierte a las ciudades en pomposas aéreas comerciales; luz en exceso, compras desmedidas y dispendio festivo. Todo ello aderezado con un soniquete de villancicos, como evocación de un tiempo pasado.
Mercados y mercaderes estaban regulados en su actividad comercial prácticamente desde la Edad Media, cuando las propias ordenanzas de la villa dictan las normas que regulaban la vida económica en todo el concejo. Los mercados eran diarios en la plaza Mayor, como correspondía a las demás villas de la corona. Los precios eran establecidos por el propio ayuntamiento y los mercaderes estaban sujetos a cualquier cambio de orientación comercial que emergiese desde el consistorio. Con el paso de los siglos, la actividad comercial trata de acomodarse en espacios cerrados, de titularidad municipal, que permitan la reunión en mejores condiciones higiénicas y de servicio, de los diferentes vendedores. Este deseo estimulará el nacimiento de los llamados mercados de abastos, donde carniceros, pescaderos y hortelanos montan sus puestos de venta al por menor, protegidos de las inclemencias meteorológicas y buscando la comodidad del consumidor. Desde mediados del siglo XIX se empieza a plantear la posibilidad de un mercado de abastos para la capital cacereña, un nuevo espacio donde se pudiesen controlar y normalizar los precios e impedir la adulteración en los artículos alimenticios, para evitar el fraude y garantizar la salud pública.
En 1844 se plantea la posibilidad de construir un mercado en el solar que había dejado libre el derruido convento de la Concepción. Al final se opta por hacer un jardín. Otro espacio seleccionado sería el antiguo convento de Santo Domingo, donde tampoco cuajan los proyectos de mercado debido a las reticencias mostradas por el Estado, como propietario del inmueble. Un nuevo lugar será la antigua corredera de San Juan, proyecto del que tenemos plano del edificio así como su ubicación definitiva para su construcción en 1883. Un mercado que necesitaba de un solar de 1000 m ² que debería ocupar parte de la actual plaza de San Juan, para lo que se tenían que expropiar un total de 7 casas de las colindantes calle de Postigo y calleja de Obando. Ninguno de los proyectos, que se valoran entre las 97.000 y las 259.000 Pts. puede ser asumido por el Ayuntamiento, debido a su exigua solvencia económica. Por fin, entrado el siglo XX, se instalan unas deficitarias casetas de madera junto al Ayuntamiento sólo para la venta de huevos, carne y pescado.
La ciudad de Cáceres debería esperar hasta 1931 para inaugurar el primer mercado de abastos, no sin importantes polémicas por su emplazamiento entre el edifico consistorial y la muralla, para dar cabida a los vendedores que tradicionalmente ofrecían sus productos en la calle. Un nuevo edificio público que sucumbió en 1970, cuando había quedado totalmente obsoleto, tanto por su ubicación como por el desarrollo de la propia ciudad. Un mercado que aún permanece presente en la memoria de muchos cacereños y cacereñas que, en estos días navideños, se proveían de los productos necesarios para afrontar unas fechas que tradicionalmente se han celebrado en torno a la mesa.