POR DOMINGO QUIJADA GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE NAVALMORAL DE LA MATA (CÁCERES)
Vivimos inmersos en la atmósfera que nos envuelve, por lo que la evolución y variación de los diferentes fenómenos meteorológicos que se desarrollan en su seno influyen notoriamente en los seres vivos que están sometidos, física y psíquicamente, a cualquier anomalía climática. Recibe el nombre de Biometeorología.
Los factores más influyentes
1.- La Presión Atmosférica, que es el peso del aire que nos rodea. La “normal” es de 1.013 milibares (o hectopascales) a nivel del mar, variando con la altitud (en Navalmoral es de 979, dada nuestra altura). Si es superior recibe el nombre de Anticiclón. Y si baja de esos valores se llama Borrasca (aunque intervienen también otros elementos, pues pesa más el aire frío y seco que el cálido y húmedo…). Cuanto más se aleje de ese hito, o más bruscamente lo haga, mayor será la incidencia sobre cualquier tipo de animal, incluyendo los humanos…
Con la presencia de bajas presiones (incluso cuando ya comienza a vislumbrarse), las personas que padecen cualquier tipo de lesión o enfermedad ósea o muscular (artrosis, reumas, lumbalgia, etc.), o han sido intervenidos quirúrgicamente, aprecian claramente cómo se incrementan sus dolores. Lo que tiene su base científica: al descender la Presión de la atmósfera aumenta la presión gaseosa alrededor del órgano afectado, para compensar, originando el dolor o el malestar citados.
En esa misma circunstancia de borrasca, otros individuos (exentos de las situaciones anteriores) se sienten tristes y deprimidos, cansados y malhumorados, debido a la acción-reacción de la presión. Las estadísticas médicas reflejan que se incrementan los ataques epilépticos, asma bronquial, embolias, úlceras, infartos de miocardio y otros procesos más o menos graves; ya que los cambios de presión y temperatura atmosférica inciden sobre los vasos sanguíneos, con las lógicas consecuencias que se derivan.
Y, al margen de las incidencias físicas, no podemos olvidarnos de las psíquicas, puesto que los cambios notables o bruscos de la presión atmosférica inciden visiblemente sobre las débiles o deterioradas ramificaciones nerviosas y centros cerebrales de los niños, ancianos y personas que padecen discapacidades, síndromes (como la “Cefalea de Horton”: dolencia diagnosticada como derivada de los cambios bruscos de presión, de la que un ex alumno mío está siendo tratado), desajustes y alteraciones mentales.
2.- El Viento, que es una consecuencia de la anterior: pues es el aire que se mueve desde los centros de altas presiones (Anticiclones) a los de baja (Borrascas). Depende mucho de su procedencia (como los populares “aire solano”, de “levante”, “cierzo”, “tramontana”, etc.), velocidad, grado de humedad y otros parámetros. Su incidencia es mayor en las cefaleas, “migrañas”, “jaquecas”, padecimientos óseos, respiratorios, circulatorios y psíquicos.
3.- La temperatura de la atmósfera. Aunque este factor es muy relativo, ya que depende cada persona y situación (humedad, viento, presión, etc.). Los más incidentes son los valores extremos, tanto en las máximas (“golpes de calor”) como las mínimas (“olas de frío”), que los estudios médicos confirman que incrementan los infartos; y si interviene también el viento, lo que se llama “sensación térmica”.
4.- La humedad, o cantidad de agua que retiene el aire. Con ella se relacionan otros elementos del clima: como la lluvia, cuando el vapor de agua de la atmósfera se condensa al enfriarse y cae en forma líquida o sólida (en general, aporta sensación de tranquilidad y calma, sea lluvia o nieve); niebla, o vapor de agua más o menos condensado, ligada también a las altas presiones y bajas temperaturas, por lo que su influencia es muy grande en ciertas personas (casi siempre negativamente); y tormentas, que veremos ahora.
5.- Las tormentas: fenómeno meteorológico en el que intervienen el ascenso de la temperatura, grado de humedad, descenso de la presión (“baja térmica”) y factores mentales (temor o ansiedad).
Conclusión
Aunque no todos los cuerpos reaccionan igual ante esos elementos del clima, existen un elevado número de humanos que son meteorosensibles: es decir, que les afectan en grado sumo los factores mencionados, y que son capaces de “predecir” los cambios el “tiempo”.
Y, ahora que estamos en plena estación, hay quienes se ven afectados por la llamada “astenia primaveral” (apatía, tristeza, alteraciones del sueño, etc.), que se debe a la coincidencia de una serie de factores ambientales: el cambio de tiempo, la subida de las temperaturas y de la presión atmosférica, el aumento de las horas de luz diurna, etc.
Todas estas circunstancias alteran la secreción de determinadas hormonas. Es como si el organismo despertara de un letargo invernal, marcado por las bajas temperaturas y las pocas horas de luz diurna. Afortunadamente, como el organismo se va adaptando, suele durar poco tiempo.