POR FERNANDO JIMÉNEZ BERROCAL, CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES
Paco se nos ha marchado. Como creyente, seguro que habrá encontrado el lugar donde van los hombres buenos. Buen viaje amigo.
Hace unos días me llegaba la noticia del fallecimiento de un viejo amigo. En estos tiempos que corren, donde la muerte galopa y corta el viento, no deja de ser trágico cuando el dolor de una pérdida te sacude de cerca. Por ello quisiera dejar constancia de mi amistad y afecto a una persona con la que colaboré en la justa causa de la investigación histórica. Un hombre que aporto un importante grano de arena al pasado histórico local.
Francisco García Moya, había nacido en Linares en 1933 y los destinos de la vida le habían traído a Extremadura, donde conoció a Antonia, su compañera de viaje, con la que formó una extensa familia que se convertiría en su razón de ser y de vivir. Aunque su formación era de Perito Industrial, siempre me manifestó que su vocación natural era la historia y concretamente la investigación, a la que le dedicó muchas horas en los diferentes archivos históricos de la ciudad, donde destacó como un investigador minucioso e incansable. Prueba de ello es su obra bibliográfica, en la que tuve el honor de participar.
Lo conocí a principios de los años 90 del pasado siglo cuando, una vez jubilado, se matriculó en los cursos que sobre historia local y regional se impartían en la Universidad Popular. Aquel alumno, veterano y culto, se acabaría manifestando como un hombre interesado por la historia, tanto de Cáceres como de Extremadura. Sería el primer presidente de la Asociación Etnográfica Extremeña, creada por los propios alumnos del curso. Desde ese momento fraguamos una intensa amistad que se traduciría en diferentes trabajos bibliográficos.
Juntos colaboramos en dos importantes proyectos editoriales. En 2004 publicamos ‘Caleros’, un estudio sobre la presencia de la cal en Cáceres, más allá de la tradición, donde analizamos desde las características geológicas del calerizo cacereño y su paisaje de canteras y hornos, hasta los textos antiguos que nos aproximan a la importancia que esta industria tuvo en el desarrollo económico de la ciudad desde la antigüedad. Quizás una parte importante en el libro de ‘Caleros’, sea la relativa a los testimonios orales que aportaron viejos empleados o empresarios de la industria calera que aún vivían y que tanto sabían del mundo de la cal. En el año 2009, después de haber desempolvado archivos y haber consultado cientos de expedientes y testimonios orales, publicamos junto a otro compañero investigador como es Juan Carlos Martín Borreguero, el libro La vida minera en Aldea Moret, donde hacíamos un repaso a la mayor experiencia industrial de Cáceres, la minería y sus gentes. Un trabajo único donde echamos muchas horas de investigación y discusión sobre este importante apartado de la historia local. Un trabajo editorial que hoy está más vivo que nunca, pues Aldea Moret y la minería son parte inalterable del pasado y del presente cacereño.
Paco se nos ha marchado. Pero el investigador detallista y paciente nos deja su obra y su eterna amistad. Como creyente, seguro que habrá encontrado el lugar dónde van los hombres buenos. Buen viaje amigo, siempre estarás presente en mi memoria y en mi corazón.