POR ADELA TARIFA, CRONISTA OFICIAL DE CARBONEROS (JAÉN)
Ha circulado por internet unos párrafos que dedicaba a los andaluces el ex honorable Pujol en 1976. Al parecer opinaba que la emigración de andaluces a Cataluña era un problema, porque “un hombre andaluz no es un hombre coherente….Es un hombre destruido… Un hombre poco hecho”. Eso le pasaba a los andaluces, según este mangante, porque hace “cientos de años que pasan hambre”, y por eso son unos miserables, mentales y espirituales. Advertía de que si proliferaban los andaluces en Cataluña, la destruirían, por su “mentalidad anárquica y pobrísima”. Con ese lenguaje que respira racismo, o sea nazismo, por los cuatro costados, se han educado sucesivas generaciones de catalanes, llamando ladrones, ignorantes y débiles mentales a los inmigrantes que llegaron para sacarles las castañas del fuego. Porque el Sr. Pujol, autor, supuestamente, de estas perlas literarias, los ha pastoreado y adoctrinado durante cuarenta años, que tanto da que gobernara don Jordi, como que ahora lo haga su monaguillo predilecto, Artur Mas. Los dos piensas igual en lo fundamental. Ellos han amamantado a esa generación que odia a España. Ellos son responsables de que en los libros de texto de los escolares se escriba que el Castellano es una lengua forastera que llegó a Cataluña por imposición militar. Ellos, sí. Pero no solo ellos.
Opino que fue un desastre colosal que se trasfirieran a las comunidades autónomas competencias como la Educación y la Sanidad. Las consecuencias las padecemos. He sido testigo de que acabar con la asignatura de historia de España fue una obsesión entre los políticos de todo signo, cada uno por razones diferentes. Y lo he denunciado varias veces, por escrito y en voz alta. Sí, culpables del desastre actual hay muchos, y no todos independentistas. Los hubo de los que miraban con buen grado que no se hablara del franquismo, por si acaso alguien les pillaba en una foto con la camisa azul y el brazo en alto, a él, su padre o abuelo. O por si se localizaba en la hemeroteca un artículo suyo ensalzando al dictador. Los hubo de los que no querían explicar en los institutos lo de la época Primo de Rivera, porque les recordaba el pacto que hizo el socialismo de entonces con este otro dictador, y las facilidades que le dieron para que suprimiera la constitución. Los hubo de los que no les interesaba remover la revolución de Asturias de 1934, o la quema de conventos poco después, en calidad de comunistas o anarquistas. Los hubo de los que no querían que los niños supieran de dónde salieron las camadas de etarras asesinos, bendecidos a veces por el clero vasco, o lo que hizo un presidente catalán durante la segunda república, declarando unilateralmente su independencia. Los hubo, y muchos, de los que fueron un día hijos de inmigrantes hambrientos, a los que se refería Pujol, pero al enterrar a sus muertos intentaron echar también tierra sobre sus viejos complejos, avergonzándose del trabajo de sus padres y abuelos, y olvidando que sus antepasados vivieron hacinados muchos años en barracones de barrios obreros para que sus retoños tuvieran un futuro mejor. Hoy estos retoños son los más feroces defensores del independentismo, en Cataluña o Vascongadas. Hijos putativos de Arzallus y Pujol. Dios nos libre de los conversos. Luego hubo políticos de uno y otro signo que para mantenerse en el poder se aliaron con los Pujol, aunque por donde pasaba esta familia de truhanes dejaban el hedor de la putrefacción. Hoy unos y otros miran para otro lado, como si el problema no fuera con ellos. Como si no fueran responsables de esta colosal mentira que amenaza a todos, y que consume unas energías que necesitamos para salir de la crisis económica. Lo malo es que volveremos a caer en la misma piedra, porque en esta España nuestra nadie pide perdón. Y cuando lo pide, como hizo Azaña en 1939, es ya tarde. Sí, merecemos que un día nos gobierne ese partido bolivariano llamado “Podemos”. No es casualidad que en las encuestas suban como la espuma. Pero esa es otra historia que pagaremos cara. Tiempo al tiempo. Llegará, si no reaccionan a tiempo el PP y el PSOE, se dan la mano, y hacen la segunda transición. Son nuestra única esperanza. La historia les juzgará si nos fallan de nuevo.