POR ADELA TARIFA, CRONISTA OFICIAL DE CARBONEROS (JAÉN)
Cuando en nuestros institutos se daban clases de Historia con mayúscula, antes de la Logse, todos los alumnos sabían qué fue la Liga de Delos. Como hoy casi nadie llega a la universidad, o a las urnas, con un nivel mínimo de esta materia, tengo que aclarar el título de mi papelera. Que va del actual desastre político griego; y de sus secuelas, si no se corta al mal de raíz y se les echa del euro. Cosa que no va a pasar, porque todavía se espera que cambien. Gran error: lean su historia, y el cuento que ahora cuento.
En un lugar llamado la Hélade- aproximadamente la Grecia actual-, muchos siglos antes de que naciera Cristo, tras un largo periodo de oscuridad histórica, llegó una época brillante: la “Grecia Clásica”. Allí estaban organizados en ciudades- estado, rivales entre sí. O sea, un caos mayor que nuestras 17 autonomías, que ya es decir. Pese a todo los griegos preferían eso a ser dominados por los Persas. Para defenderse, las ciudades griegas hicieron un pacto en la isla de Delos: decidieron pagar unos tributos con la intención de contar con un buen ejército que les defendiera de sus rivales. La idea funcionó al principio, y derrotaron al enemigo. Atenas fue la encargada de custodiar el tesoro de la Liga de Delos. Pero acabó haciendo con él lo que le daba la gana. Es lo que hoy se llama corrupción. O sea, robo. Por ejemplo, Atenas gastó el dinero de la Liga en montar una democracia, poco parecida a la nuestra, salvo en lo cara que resulta. Y, con el tesoro de todos, los atenienses se daban la gran vida, organizaban juegos olímpicos, y financiaban a políticos, intelectuales y artistas. Del dinero de la Liga viene su esplendor durante el siglo V antes de Cristo. Y parte del turismo actual, para ver sus monumentos. O sea, que todavía viven de lo que trincaron hace siglos. Menos mal que van turistas, porque desde entonces poco tejido productivo han creado. Pero volvamos al pasado.
Así fueron las cosas para Atenas hasta que los demás socios se hartaron de que aquellos listillos les mintieran en las cuentas, y de pagar los caprichos. Ese día, cuando a Atenas le pillaron en el trinque, fue el final de la democracia del siglo de Pericles, y se acabó la pasta para juergas. Ya no levantaron cabeza. Lo que sigue a esta historia es un desastre. De hecho, si los europeos no les hubieran rescatado de la opresión turca en 1830, ayudándoles en una revolución liberal que nos costó sangre, sudor, lágrimas, y mucha pasta, acaso hoy irían con turbante. Aunque a lo mejor así nos hubieran hecho más llevadera esta crisis, y a ellos también les iría bien. Parece que necesitan mano dura para funcionar. El episodio más reciente de un pasado que pone los pelos de punta, en lo que afecta a la UE, es la gran trola que contaron al presentar sus cuentas. No dijeron ni una verdad. Cuando se descubrió su ruina, hubo que rescatarlos, con dinero nuestro, para que pudieran tener sanidad, pensiones, escuelas, y cosas similares. Pero ellos seguían en la mentira y el fraude. Dicen que allí hay difuntos que cobran pensión; que para cuidar un jardín de cuarenta metros tienen cuarenta jardineros- funcionarios. Y que no hay ni un catastro bien hecho. Con lo cual lo de una hacienda eficaz es imposible. Lo único que hacen bien los griegos es el yogurt, y poner cara de víctimas. Son artistas en pedir. Y cuando no se les da lo que quieren, se ponen chulos e insultan a los mismos que les alimentan. Ahora, para enseñarnos los dientes, han votado a un partido estalinista, que se ha aliado con la extrema derecha. Y no han encontrado en toda Grecia ni a una mujer preparada para formar parte de su gobierno. Ante lo cual estoy esperando las proclamas de las feministas españolas en la Puerta del Sol para unirme a ellas. Pero ni están, ni se las espera. Andan aplaudiendo a “Podemos”, partido que comanda otro estalinista, Pablo Iglesias II, uno que justificaba la guillotina como medio para ejercer la democracia del pueblo, y que quiere gobernar España. Tampoco nuestra historia permite muchas ilusiones. Pero que se olviden los griegos de montar una nueva Liga de Delos, porque los demás estamos ya hartos de sus mentiras. Dice mi papelera que hay que dar un puñetazo en la mesa. Pero ya.