POR JUAN ANTONIO ALONSO RESALT, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE LEGANÉS (MADRID)
Hace unos días hablaba por teléfono con un amigo y me comentaba orgulloso, “yo soy de la Puerta del Ángel” e inmediatamente le dije y yo también. Le conté, a bocajarro, que en los años cincuenta cuando llegue a Madrid desde Almería con parte de mi familia tuvimos que irnos a vivir en una casa de alquiler en la calle Antillón 16 hasta que mi padre encontró una nueva casa de alquiler y nueva, en el barrio de Campamento.
Hasta allí llegábamos en tranvía en una destartalada y solitaria carretera de Extremadura, por donde apenas pasaban algún taxi, o un trapero de La Fortuna de camino a su casa.
La Puerta del Ángel era un acceso a la Casa de Campo de Madrid con un portón de hierro que en la actualidad no existe. Su ubicación resulta ser el cruce de caminos en las lindes de la Iglesia de Santa Cristina, a la que acudíamos a oír misa los domingos y en la que hice la primera comunión. Mi primer colegio en la capital, estaba pegado a la torre de Santa Cristina.
Y recuerdo la Casa de Campo, sus altas y fuertes rejas de hiero, por donde, por cierto me colaba al bullicio de las Ferias del Campo para coger bolsas de naranjas y publicidad.
Durante el reinado de Carlos III, la Casa de Campo se rodeó de una cerca, abriendo en ella algunos accesos. En cada uno de ellos se encontraba un Guarda que vigilaba todo, en la imagen se puede apreciar la casa donde vivía y, a su lado, una pequeña taquilla donde se cobraba por el acceso a bicicletas y coches, los peatones podían entrar sin pagar. Uno de estos accesos a la Casa de Campo era la Puerta del Ángel.
Porque la Puerta del ángel?
El nombre proviene de la Ermita del Santo Ángel de la Guarda en honor del patrón de los antiguos guardas de la Casa de Campo desde el siglo XVI. Esta ermita, estaba ubicada en las cercanías del Puente de Segovia, y fue demolida en el año 1783. La denominación popular de la ermita hizo que el acceso fuera denominado simplemente como del ángel.
La puerta se encontraba ubicada justo en el antiguo Camino Real de Alcorcón. A comienzos del siglo XX, el arquitecto Enrique María Repullés y Vargas, diseña y edifica la Iglesia de estilo neo-mudéjar de Santa Cristina.
Durante la Guerra Civil y por su proximidad al frente de combate, sufrió la destrucción casi completa, siendo derribados los restos al finalizar la contienda. Hoy tan sólo queda de ella el nombre de la zona y, asimismo, el de una estación de Metro.
Por esta puerta recuerdo haber pasado cientos de veces en compañía de mi padre para ir al Lago de la Casa de Campo, para ir a la piscina que allí había o para hacerme una foto de las que antes se hacían a los niño, subido a una carrito que tiraba un asustado perrito.
Cerca de esta caseta y de la puerta de la Casa de Campo, el mismo día que hice esa primera comunión en la iglesia de Santa Cristina un primo mío Ballesta residente con su abuela en un piso de la calle El Rollo me dejó un regalo de por vida en un brazo, al cortarme con una cuchilla Gillette.
La Casa de Campo, la Puerta del Ángel y ésta entrada traen a mi memoria muchas anécdotas familiares de mi vida, recién llegado como emigrante a la capital de España. Los raíles del tranvía. Las meriendas en un bar de la plaza los domingos, el chocolate con churros de los domingos, los cines, el paseo del puente de Segovia por las noches en verano, la llegada de mis tíos de Brasil, el pasar de los tanques y camiones militares a su paso por llegar a Campamento. Y las fotos de enamorados de un escaparate que a todos llamaban la atención. El colegio de los salesianos, O las numerosas fuentes callejeras que saciaban la sed de los niños que en esa época en la que jugábamos en plena calle lo hacíamos sin ningún peligro. Los primeros amigos y conocidos de mis padres. Era otro mundo, otro Madrid. Muy distinto al que conocemos.