POR JOSÉ ANTONIO AGÚNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE MALPARTIDA DE CÁCERES
Me habréis echado de menos.
Llevo varios días de bajón. Acabamos de despedir hoy, tras larga enfermedad, a mi tía Rosario, hermana de mi madre, a quien seguramente muchos conocíais por Chiqui “la herrera” o también Rosario “la peluquera”, dado que a este oficio se dedicó hace muchos años. Siento enorme dolor en su adiós pues algo muy especial me unía a su persona.
Como ostento el grado de nieto mayor tuve en ella una espléndida maestra de juegos, igual que en Antonio, su hermano pequeño, al que sirvió de segunda madre. Algunos de mis primeros recuerdos son precisamente con Chiqui, muy de pequeño, escuchando a las señoras hablar de cosas que yo no entendía frente al gran espejo de la peluquería en casa de mi abuela. Y guardo en mi memoria su risa franca en el juego que se trajeron con las toallas de la peluquería los varones de la casa cuando llegaron un día un poco alegres de “p´abajo” y acabaron disfrazados y disfrazándonos a mi hermano y a mí de tuaregs del desierto. Recuerdo a tía Chiqui, además, vestida elegantemente y peinada a la moda de los años sesenta, tan guapa o más que aquellas cantantes que salían en Eurovisión, pues tenía un gran porte y unos atractivos ojos azules heredados de la familia Mogollón.
Era Rosario amable y buena, de enorme corazón, y hospitalaria, pues le encantaba ver su casa llena de gente, cosa en la que debía salir a su madre, mi abuela Ana.
Su vivienda en Madrid era parada y fonda de los que allí recalábamos -ya te acomodaba ella a pesar de que no eran pocos de familia- siempre con la complicidad y las atenciones de su esposo.
Antonio y Chiqui allí me recibieron cuando fui muy joven -para no morir burro-, y de sus manos visité por vez primera las maravillas de la capital. Con la misma confianza ella enviaba a sus hijos para acá en el verano, al cuidado de sus tías. En fin, momentos dolorosos en los que se agolpan los recuerdos pues, sin duda, es el roce el que hace el cariño.
Querida tía Chiqui, feliz viaje a la eternidad, al reencuentro de tu querido Antonio y de tanta gente como tenemos allá. Desde hoy tenemos una estrella más en el firmamento a la que seguir recordando y queriendo. Un beso muy, muy fuerte a mis primas y sus familias.