POR LEOCADIO REDONDO ESPINA, CRONISTA OFICIAL DE NAVA (ASTURIAS)
Terminó febrero haciendo buena la tradición, es decir, con “el sol entrando en todo reguero”, excepción hecha del último día. Y llegó el Carnaval. Puede que resulte una buena idea disfrazarse de algo, a condición de creerse luego el personaje, y utilizarla como recurso para olvidar, aunque sea por un espacio breve de tiempo, la presión galopante que presenta el IPC. Y si el segundo mes terminó, con él se han despedido unos cuantos vecinos, cuya relación comienza con José Manuel Dago Granda “Tornín” y “Llaniscu”, que nos dejaba el día 14, a los 66 años.
Después, el 21 fallecía en Oviedo María Carmen Consuelo Llavona Otura, que estaba casada con Aurelio Alonso Nuño, y residía en San Miguel de la Barreda (Siero). Ahora bien, María Carmen era natural de Fresnadiellu (Ceceda) e hija del matrimonio formado por Aurelia Otura y Evangelista Llavona, a los que mi buena amiga Amparín Caso, que fue su vecina, califica como de “buenos y honrados hasta el hueso”. Y recuerdo que Faustino “Pitusu”, Aurora “Lolina” y Ramón “Moni”, todos ellos ya fallecidos, fueron hermanos de Carmina.
A continuación, el 23 finaba en Pola de Siero Socorro Nevares Vigón. Tenía 87 años, y era viuda de Adolfo Cueto Corujo, y vecina de Roiles (Priandi). Y el mismo día, y también en Pola de Siero, nos dejaba Florencio Quirós Parajón “Floren”, a los 77 años. Finalmente, el 25 era María Consolación Llamedo Alonso la que fallecía. María Consolación era viuda de Aquilino Camino Ordoñez, y fue vecina de Sosopiu (Nava).
Volviendo a Floren, que era buen mozo, y amigo del que suscribe, puedo decir que solía pasar un tiempo en Nava, más bien en verano, y era habitual verle, pertrechado de gorra y bastón, de paseo por la villa, en la que estaba casado. Era su mujer (y ahora su viuda) la naveta Carmina Fernández Eguibar, y esa circunstancia me permite recordar a sus padres, Dolores Eguíbar de la Vega “Doña Lolina”, maestra, y José María Fernández Prida “Pin Prida”, industrial, que pertenecían a dos familias muy representativas de la Nava de hace unos años. El matrimonio tenía su casa en el cogollín del barrio de Dominganes, al otro lado del río, y muy próxima a la antigua Fuente de los Caños, y el llagar de Pin estaba al sur de la vivienda, en Sorribes, y contaba con acceso por el antiguo camino que iba del Puente de La Cocina al Palacio de La Cogolla y al caserío de La Capellanía. Por cierto, el vetusto llagar, actualmente reacondicionado para otros usos, tiene hoy sobre el portón un rótulo de forja, que reza; “Centru Sociocultural Llagar de Sorribes”. (sic).
Y fue precisamente mi buen amigo Miguel Ángel Menéndez Llerandi el que me explicó un día, en el Monserrat, que el llagar de Sorribes, al que algunas personas llamaban “de Doña Lolina”, fue siempre conocido por los navetos más antiguos, como el llagar de “Pin Prida”, como era lógico y natural. Y ahora que saco a colación el nombre de Miguel Ángel, me vienen a la memoria las muchas cosas en las que intervino y se implicó este naveto, llevado siempre por el cariño a su tierra, que es la nuestra, (tampoco olvido a Julión, ni a Tito Guerrero) y pienso que esa trayectoria bien merece, a mi entender, algún tipo de reconocimiento.
El mío, amigo Piti, ya sabes que lo tienes, junto con mi profundo afecto.
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20170307 La Nueva España Pag 13 Miguel Angel y otros asuntos