POR ANTONIO SÁNCHEZ MOLLEDO, CRONISTA OFICIAL DE MALANQUILLA (ZARAGOZA)
Noticia de ABC del 2 de octubre de 1918 aportada por Miguel Ángel Solà. Llegó Miguel Manuel para paliar las necesidades médicas en Malanquilla?
En estos tiempos de coronavirus bueno es recordar la figura de un médico excepcional que dedicó su vida y su tiempo a la ciencia y que comenzó su carrera ejerciendo como médico titular en Malanquilla y Clarés de Ribota, precisamente durante la pandemia de la mal llamada “gripe española”, causante de más de 40 millones de muertes en todo el mundo y que, como la actual, no conocía fronteras ni clases sociales.
(Zaragoza, 1897, 11-VIII-1936). Médico y político, alcalde de Zaragoza. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Zaragoza en 1919. Como voluntario, Pérez-Lizano vivió la epidemia gripal de 1918 en un pueblo de las cercanías de Gallocanta. Tras graduarse, obtuvo una plaza de médico titular en Malanquilla y Clarés de Ribota (Z.), de 1919 a 1920.
Trasladado luego a Madrid para practicar la especialidad de garganta, nariz y oído, como ayudante del Dr. Adolfo Hinojar, regresó en 1923 a Zaragoza e instaló una clínica de su especialidad. Prestó desinteresadamente sus servicios en el pequeño dispensario que la Cruz Roja tenía en la avenida del Ebro. En esta institución fue nombrado jefe del Servicio de otorrinolaringología del Hospital (1934); director del mismo; presidente del comité central de la Cruz Roja de Madrid; y delegado especial de dicho comité.
Siempre que hubo disturbios en Zaragoza, ofreció a las autoridades la cooperación de la institución benéfica: en particular durante los treinta y cinco días que duró la huelga general de 1934 en Zaragoza, las damas enfermeras cumplieron todas con su deber, asistiendo diariamente a la Lonja para repartir comida a los hijos de los huelguistas. Pérez-Lizano recibió un voto de gracias por su generosa actuación. También inició y realizó la transformación del edificio de la Cruz Roja en Zaragoza, institución por cuyo prestigio no escatimó esfuerzo alguno.
De ideas liberales moderadas, dentro del republicanismo, presentó su candidatura a las elecciones municipales de 12-IV-1931, por el distrito de San Miguel (5.°), de Zaragoza; obtuvo 3.895 votos favorables, más del 68 % sobre el total de votantes en el distrito: 5.704. Dos días después se proclamaba la República en España y empezaba a funcionar el recién elegido concejo zaragozano. En 1932, resultó elegido alcalde de Zaragoza.
Dentro de su proyecto de luchar contra el paro y favorecer la industria zaragozana, puso en marcha el proyecto de cesión a la ciudad de los cuarteles situados en la zona urbana, que ocupaban 202.404 m.2, de los cuales 28.464 se dedicarían a nuevas calles (todo sin incluir el cuartel de Torrero). Gradualmente se construiría la ciudad militar en San Gregorio. Sólo una diferencia había ya con los militares: la evaluación de esos cuarteles, diferencia fácilmente salvable. A punto de ser aprobado el proyecto, que contaba con decisión favorable del comandante de la Región, y de los presidentes del gobierno y la República (Azaña y Alcalá-Zamora), una maniobra del Partido Radical en contra de ese proyecto, le hizo desistir de sus gestiones, y dimitió en marzo de 1933.
En 6-III-1936 fue nombrado vocal de la Comisión Gestora de la Diputación Provincial de Zaragoza, y poco después presidente de la institución. La misma mañana del 18 de julio fue detenido. Según figura en la publicación de Julia Cifuentes Chueca y Pilar Maluenda, El asalto a la República, en fecha a determinar «distribuyó en el barrio de las Delicias algunas armas cortas». Puesto en libertad el día 25, fue luego recluido por agentes del Orden Público hasta el día 10 de agosto, en que un grupo paramilitar le dio muerte a orillas del Canal imperial. Su cadáver pudo ser recogido gracias a la vigilancia del personal de la Cruz Roja, que estaba alerta desde la desaparición de su presidente.
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