POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Como me gusta salir al monte sin perder de vista Oviedo, el miércoles fui al Aramo por la ermita del Alba; subí a la Peña del Alba, por los Pozos de Monío y la Cruz del Fresno al Gamoniteiro, y por Veguellina, entre buitres, al Barriscal. Quedaba lo mejor: asomarse al mirador de Oviedo, entre el Barriscal y el Carba; en esa atalaya, con aire limpio, se enfila el Montsacro, Oviedo, el Naranco, Verdicio, el caladero del Cachucho, Lorient, la isla de Wight, Londres (con vista aguda), el mar del Norte, la línea que forma el Atlántico al mezclarse con las aguas dulces del Báltico, Oslo, Laponia, el mar de Barents… Pero cuando alcancé el mirador, entre el Barriscal y el Carba, más bien en la ladera del Carba, en la Llana la Colla, cerca de la majada los Cuadrazales, sobrevino la niebla, desaparecieron los buitres, el Aramo, Oviedo y Europa entera, y desde semejante torre sin ventanas sólo se veía el cielo. ¡Lo que me costó bajar!
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