POR APULEYO SOTO PAJARES, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID).
En el octavo piso de la calle madrileña Alberto Alcocer número 8 sin ascensor, vivió largos años Gloria Fuertes, la «poeta de guardia», como ella misma se llamó. El caso es que este habitáculo era un rastro de cachivaches de toda laya y condición, que acabó heredando su gran amigo el segoviano Ismael Peña, alfarero y cantautor. Pues bien, en las recepciones que el Rey Juan Carlos I recíbía a los políticos y escritores el 23 de Abril, Día mundial de la Poesía, siempre me encontraba con ella en la Zarzuela o en el Palacio Real de frente de la Almudena. Y uno de esos años, al saludar al monarca le dijo: «Qué bonita corbata luce, Majestad». Gloria también solía llevar corbata. Yo estaba allí. ¿Y qué pasó? Que al día siguiente dos escoltas del rey le llevaron su corbata regalada.
A Gloria la invité yo una vez a dar una charla poética en la Biblioteca Municipal de Alcobendas. La llamé repetidamente y nunca contestaba. Pensaba yo entonces que se habría ido a El Escorial al entierro de un poeta amigo… y allá que me fui, pero no estaba, así que me volví a Madrid. Más tarde me aclaró que debía de haberla llamado 3 veces para que ella cogiera el teléfono. Pero ni por esas. Y encima se cabreó. ¿Y por qué? Porque de parte del ayuntamiento le había prometido 25.000 pesetas, que nunca recibió. Y es que era muy pesetera la jodía Gloria Fuertes. También fue muy amiga de Pepe Hierro, de Gabriel Celaya y de Claudio Rodríguez, con los que bebía vino por un tubo. Fui con ella Jurado del premio de poesía infantil de la librería Garbancito durante varios años, y allí trasegaba wisky a más no poder. Ella, por su nombre, siempre estaba en la gloria y así nos lo decía la jodía. Que allí siga con María Consuelo, otra de sus amigas.
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