POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
Hoy quiero, amigos lectores, con vuestro permiso, hacer un poco de autobiografía para compartir unos sentimientos que están marcados por el arte, que son como mi descubrimiento del arte y el cómo empecé a saborear las distintas facetas artísticas.
Era yo un niño cuando un verano me lo pasé junto a un pintor, yo quedaba embelesado con aquellas manos que, generalmente a paleta, iban manchando de colorido y llenando de relieve aquellos lienzos o tableros de madera. Me refiero al pintor “Antogonza”, Antonio González, hoy felizmente jubilado de la enseñanza de las artes, que sigue su exitosa carrera de pintor. Por aquel verano su padre, el tío Dionisio, −porque Antonio es primo de mi madre−, me preparó un pequeño caballete que fue el juguete preferido no de aquel verano, sino, para ser más explícito, desde aquel verano. Hice mis pinitos infantiles y la cosa me gustó, de tal forma que se convirtió en una de mis aficiones.
Luego llegaría la publicidad. Yo siempre decía ampulosamente que había llegado a la publicidad a través de la pintura, y había dejado ésta por el dibujo publicitario. Y así fue como me embarqué en los estudios de publicidad, con otro pintor como profesor, Luis Cajal, un aragonés que tenía la impronta del carácter del inmortal paisano suyo, Goya y la influencia de las formas del Picasso de los arlequines y los azules cúbicos… con él profundicé en la historia del arte que hasta entonces había tomado como afición, a las civilizaciones antiguas, y luego las clásicas. Cajal me llevó a los “ismos”, que no me gustaban nada, pero que con él aprendí a descubrir. Era una sabiduría encaminada por un gran artista, que al mismo tiempo nos daba libertad para nuestras preferencias.
Por aquellos años también descubrí mis inquietudes por la historia, y así fue como descubrí que ambas iban de la mano y eran absolutamente complementarias. De tal forma que, en cuántos aspectos de la historia de mi ciudad, salía su relación con el arte.
Al mismo tiempo, también por entonces, descubrí la arqueología de la mano de Jesús Hedo, profesor y gran aficionado a ella. Otro punto común con las anteriores disciplinas. Y así profundizando en la historia, por medio de la arqueología, cuando no había documentos, llegue al arte que explicaba tantas cosas de la historia. Entonces, poco después, conocí a María Mariné de la que he aprendido mucho del mundo de la arqueología. Un círculo absolutamente compatible y complementario.
Y así entré en otra época de mi vida, la del descubrimiento de muchas cosas de mi ciudad, de esa arquitectura pobre, porque no tenía piedra, o tenía muy poca… una arquitectura parcheada de revocos que camuflaban tantos detalles de su historia y que resultaba tanto de encajar en los cánones del organigrama.
Luego llegaron a mi ciudad los “Cursos de Arquitectura Española: El Mudéjar”, capitaneados por “El Guti”, Pedro de Navascués y dirigidos por el profesor Chueca Goitia, y con ellos una serie de importantes personalidades del arte y la arquitectura, que fueron desfilando por aquí para hablarnos de nuestras cosas, de otra manera, haciéndonos ver lo que no veíamos en una mirada superficial… fueron para mí referentes incuestionables. Y el conocimiento de tantos profesores invitados a las diversas ediciones, algunos llegados de muy lejos… Y entre tanto, esas visitas de estudio, privadas y de preparación, subiendo por torres y desvanes, para poder ver aquellas pinturas en vigas sobre la bóveda de San Juan y Santo Domingo, esos restos de armaduras que son el testigo de aquellas antiguas arquitecturas. Tantos templos humildes que guardan en su interior referentes valiosos. O aquella “leche majestuosa” de José Luis saltando una tapia con dos testigos que apenas sabíamos que hacer en un primer momento… ¡Fíjense si tenía cosas que recordar en esas miradas de la foto del maestro!
Cómo recuerdo aquella clase de historia del arte en un curso de la UNEF, precisamente estaba hablando de arte musulmán y me preguntó de pronto, el “nuevo” en esas clases… Son historias de mis historias del arte. ¡Qué recuerdos tan gratificantes!