POR JUAN FRANCISCO RIVERO DOMÍNGUEZ, CRONISTA OFICIAL DE LAS BROZAS (CÁCERES).
Viendo y escuchando la mañana del 1 de enero de 2022 a la Orquesta Sinfónica de Viena, bajo la batuta del hispano-argentino Daniel Barenboim, recordé mi estancia en Viena tras un congreso internacional de periodistas de turismo en Austria.
El concierto de Año Nuevo fue excelente gracias a las piezas que de los Strauss eligió el maestro, que se encontraba muy a gusto entre el público vienés. Con esta he tenido la oportunidad de disfrutarlo dos veces más, pero ambas en directo. La primera en la Plaza Mayor de Madrid, con una orquesta formada con jóvenes judíos y palestinos teniendo en el programa la Sexta y la Séptima de Beethoven. La segunda fue en el Auditorio Nacional, en noviembre de 2021, dirigiendo la Staastkapelle de Berlín, donde tuve el gusto de saludarle a la salida y de que me firmara este disco dedicado a Debussy.
Pero hablábamos de Viena, a donde acudí a finales de octubre y primeros de noviembre de 1993 (28 de octubre al 4 de noviembre), tras un congreso en la ciudad preciosa ciudad de Graz, los asistentes fuimos invitados a un spa de una ciudad del sur del país, muy cerca de la entonces República Yugoslava de Eslovenia, que he tenido oportunidad de recorrerla en dos ocasiones.
El congreso internacional de periodistas terminó en la capital, donde tuve el gusto de pasearla a gusto en compañía de un colega austriaco Harald Vaca y de Skevi Tselepou, una chipriota, que hoy es su esposa, pudimos tomar una tarta Sacher en el famoso café del hotel Sacher, de obligada visita para los turistas y amantes de los dulces. Con su hijo, Vinzenz, un seguidor del Club de Fútbol del Barcelona, fuimos a ver el museo del Real Madrid y… hasta le encantó.
El hotel Sacher está a la espalda del histórico edificio de la Ópera, donde una noche tuvimos la oportunidad de ver y escuchar la famosísima obra de Pucini “Madama Buterflay”, una maravilla de la que aún guardo un precioso recuerdo.
Otros recuerdos interesantes fueron la visita al precioso palacio de Schonbrunn, Patrimonio de la Humanidad desde 1996, y lugar de veraneo de la familia imperial de los Habsburgo, (la Casa de Austria en España), la preciosa catedral de San Esteban y la tumba imperial de la afamada Sissí emperatriz, en la iglesia de los Capuchinos, a la que fui acompañado por un buen amigo mío, que por entonces trabajaba en la revista “Remonte” de Telefónica, José Antonio Flaquer. Guardo un grato recuerdo de una cena en el Casino de Ibiza, con la actriz, Romy Schneider, que puso cara a esta reina austrohúngara, y que entonces no había sufrido la gran tragedia de su vida, la muerte por empalamiento de su querido hijo David en julio de 1981 a los 14 años. Eso nunca lo superó y murió en París a los 43 años de una dosis de barbitúricos. Meses más tarde coincidí en un almuerzo con una amiga íntima de Romy también en Ibiza, me fue desgranando las grandísimas penas que pasó su amiga del alma y que me había presentado la princesa yugoslava Smilja Mihailovitch, fundadora de la moda ibicenca “ad lib” y madrina de mi empresa “Mallorca Press”.