POR DOMINGO QUIJADA GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE NAVALMORAL DE LA MATA (CÁCERES)
Muy desconocido por las medianas y jóvenes generaciones, pero no así por los poco que quedan a los que él –y otros compañeros– atendió y ayudó a curar.
Nacido en Navalmoral en 1885, era hijo de los moralos Ignacio Rodríguez del Monte (propietario, industrial y alcalde “independiente” de Navalmoral tres veces: 1920, 1922-1923 y 1930) y de María Oliva (hija de Custodio Oliva López, modesto industrial dulcero y primer alcalde republicano de la Villa durante la 1ª República, en 1873-1874, cesado con la Restauración borbónica de Alfonso XII).
Se incorpora a la vida social morala en mayo de 1913, cuando abre una consulta como médico “particular”. Y, en 1916, lo encuentro que, al margen de su tarea sanitaria, desempeña la función de Depositario de Fondos Municipales del Ayuntamiento (hasta 1919, cuando ocupa la plaza de medico titular).
Su primera gran actuación tuvo lugar durante la trágica epidemia de gripe de 1918, que asoló España y Europa durante septiembre y octubre de ese año, influyendo la 1ª Guerra Mundial y la Crisis de Subsistencia que se derivó de ella. Se la llama “española”, porque fue en nuestro país donde primero se informó de ella; pero la verdad es que surgió en USA y la propagaron los soldados norteamericanos en Europa. Murieron alrededor de 50 millones de personas, sobre todo jóvenes y adolescentes…
Él, con el equipo de galenos –públicos y privados– que entonces ejercían en la localidad (Pablo Luengo Marcos, titular; Francisco García Barroso, titular; León Sánchez Jiménez y el moralo Urbano Casas Sánchez, que llega ese año y toma posesión como medico titular en Valdehúncar, antes de volver a su pueblo natal), lograron erradicarla, como reconoció la Corporación en la Sesión del 29 de octubre: «está remitiendo la epidemia considerablemente». Los mismo regidores municipals notifican a los pocos días que «las pérdidas han sido escasas si las comparamos con las de casi todos los pueblos de España, con cuadros verdaderamente terribles… «. Aunque más adelante dicen que «las pérdidas humanas han sido sensibles pero, gracias al celo de los médicos, durante el mes y medio que ha durado, no ha llegado a 40 el número de muertos (las he contabilizado en los Libros de Defunciones de las Parroquias y Juzgado, y fueron 39)». Precisamente, al año siguiente don Rafael será nombrado medico titular de Navalmoral.
Pero su gran labor la desarrollará a partir de 1922, fecha en que se crea el Dispensario Antipalúdico en nuestra localidad. Y, sobre todo, desde 1925, cuando el antiguo Hospital Moyano se convierte en Hospital Antipalúdico. Y, en él, con Urbano Casas Sánchez, Emilio Luengo, Álvaro Lozano, los hermanos de Buen (Sadí, que será el primer director, y su hermano Eliseo) y tanto otros, formó parte del batallón antipalúdico que erradicó esa enfermedad en Navalmoral para beneficio de toda la humanidad. Culminando el proyecto del eminente don Gustavo Pittaluga (más detalles en la ponencia que presenté en los “IX Coloquios Histórico-Culturales del Campo Arañuelo”).
Fue también vicepresidente del “Centro Moralo” en sus primeros años. Dueño del primer surtidor de gasolina que hubo en la localidad, instalado en 1925 en la carretera de Madrid a Portugal (Avenida de las Angustias) y de los dos primeros taxis: un «Dodge» y un «Ford», de 4 viajeros cada uno, también ese mismo año; al margen de otro para uso propio que poseía, pues tal vez fuera el primer moralo en tener coche (el primero fue D. Casto Lozano, pero vivía en Madrid).
Otra de sus grandes aportaciones fue la de firmar como avalista para que se pudiera construir el primer puente sobre el río Tiétar en 1926-1927 (cuyos restos aún se aprecian, al lado del nuevo), al igual que Germán Duque Polo (secretario), Lázaro Sen Montero (administrador del marqués de Comillas) y Getulio Hernández Moreno (el «Requeté»); con la fianza de otros dos: Pedro Nebreda Hernando (propietario y ganadero) y Manuel Gallego Sánchez (veterinario), y el respaldo de 38 convecinos más (de diversas profesiones y nivel económico). Piden un crédito de 27.000 pesetas a la Caja de Ahorros de Plasencia, que devolvería el Ayuntamiento en 5 años (junto con los intereses), para colaborar en la finalización del puente, en unión de los demás pueblos de la Vera.
Después continuó con su impagable labor desarrollada en el Hospital Antipalúdico moralo, hasta que fallece: lo que sucedió el 20 de noviembre de 1944, a los 59 años de edad. En los inicios de los años 60 queda erradicada la citada enfermedad.