POR JOSÉ MANUEL JEREZ LINDE, CRONISTA OFICIAL DE GUADAJIRA (BADAJOZ)
Hubo un tiempo en el que la crianza del gusano de seda –sericicultura- pasó a ser una actividad habitual, constituyendo incluso parte del sustento de algunos vecinos en distintos poblados de colonización (1) (fig. 1-2). Muchos de aquellos niños crecimos, trepando hasta las ramas de las numerosas moreras de nuestro entorno, con el propósito de tomar las hojas más tiernas con las que alimentarlos. Nuestro infantil afán por la cría de estos gusanos (bombyx mori) no pasó nunca de ser algo temporal, sin siquiera pensar en su trascendencia económica e industrial. Una simple caja de zapatos, con la tapa agujereada para la ventilación, albergaba varios de estos curiosos invertebrados. Tapa que abríamos con verdadera impaciencia, no solo por la reposición de hojas frescas, sino por asistir a la transformación de estos minúsculos huevos, adheridos a las paredes de cartón, de los que eclosionarán las larvas de estos futuros gusanos.
Pero quizá el proceso más llamativo e inexplicable es, sin duda, la elaboración del capullo de seda, a partir de los hilos que el propio gusano fabrica. En el interior de la cápsula, hábilmente tejida y lejos del ojo humano, se va a producir su transformación en crisálida. Preciosa metamorfosis en este ciclo de vida y muerte que concluye con una última puesta de huevos que garantizará una nueva generación de larvas.
En una publicación del Ministerio de Agricultura (1951) se hace hincapié en la necesidad de fomentar la cría del gusano de seda como una forma de contrarrestar posibles importaciones del extranjero (2).
“En anteriores escritos de divulgación sericícola, hemos expuesto la necesidad de fomentar la crianza del gusano de seda en nuestro país, para aumentar, hasta triplicar, la actual producción sedera, con el fin de cubrir nuestras necesidades sin tener que echar mano para sustitución de esta textil, en gran número de sus aplicaciones, por otras fibras nacionales de origen natural o artificial; o, lo que es peor, recurrir a la importación de productos extranjeros”.
El despliegue propagandístico que HYTASA lanza, a través de los medios de comunicación, dirigido especialmente a los pequeños agricultores nos parece, a día de hoy, ciertamente capcioso (fig, 3-4).
De hecho estos pocos jornaleros, carentes en muchos casos de tierra propia, agotaron en poco tiempo los recursos de la zona. Como es lógico, a mayor número de gusanos, mayor número de ramas de morera consumidas. Lo cierto es que la sección de sericicultura de HYTASA, con sede en Sevilla, supuso una verdadera revolución industrial antes de su declive y cierre definitivo (3).
“Hace 75 años, concretamente a las 6 de la tarde del viernes 13 de junio de 1941 empezaron a funcionar las primeras máquinas en la fábrica de Hilaturas y Tejidos Andaluces Hytasa, protagonista de una auténtica revolución industrial en plena posguerra. El promotor de Hytasa fue el general Gonzalo Queipo de Llano, quien de hecho puso la primera piedra en 1938. Cuando la fábrica se puso en marcha, contaba con 32.000 metros cuadrados, 600 telares automáticos y 5.000 husos de hilar algodón. El capital social inicial ascendía a diez millones de pesetas. Como se le otorgó el monopolio algodonero nacional (nadie lo podía exportar ni venderlo a otra empresa), el negocio se expandió a una velocidad de vértigo, multiplicando suelo, telares y husos y haciendo que proliferaran desmotadoras por toda la Andalucía occidental”.
A través de la arqueología han llegado hasta nosotros numerosas evidencias materiales de muy diversa índole. Estos vestigios, que ahora colman los fondos y colecciones de nuestros museos, representan una parte de la cultura material de muchos siglos de historia. En muchos casos, parte de estos objetos, nos acercan a diversos aspectos de la vida cotidiana.
El caso que nos ocupa tiene que ver con el textil, y más concretamente, con el empleo del telar en la confección de prendas. Durante los trabajos de prospección arqueológica llevados a cabo en la villa romana de “Pedro Franco” en Guadajira (Badajoz) (4), en la década de los años noventa, tuvo lugar el hallazgo de una curiosa pieza fabricada en hueso que pasamos a describir. Se trata de una placa rectangular semiplana, de extremos redondeados en forma de arco y dotada de cuatro perforaciones. Una de las dos caras presenta una decoración de ocho círculos concéntricos incisos (fig. 5), la segunda cara solo uno.
En los orificios serán introducidos los hilos de la urdimbre, esto es aquellos que son tensados longitudinalmente sobre el bastidor del telar, o incluso anudados a la cintura para aquellos de menor tamaño (cintas). Sobre esta urdimbre el tejedor irá pasando otra serie de hilos, de un lado a otro, que llamamos de relleno o trama y que irán conformando el tejido. La placa en cuestión formaría parte de un conjunto que va a permitir la alineación de la urdimbre, sin que los hilos se entremezclen o enreden entre sí, echando a perder el trabajo. Hemos seguido el modelo propuesto por Cardito (5) para este tipo de pequeño telar manual, fijado a la cintura, que también utiliza placas de cuatro perforaciones. Nuestra propuesta, o mejor dicho, la orientación de estas placas se ha planteado teniendo en cuenta el propio desgaste de las perforaciones, que como podemos observar son en sentido horizontal y debido a la fricción de los hilos (fig. 6). Se da por hecho además que estas placas pudieron igualmente elaborarse en materiales como la madera, pese a ser un material perecedero que no ha llegado hasta nosotros. En cualquier caso, hueso o madera, las placas debían estar perfectamente pulidas en sus aristas y perforaciones, evitando así posibles enganchones del hilo.
Otros muchos objetos relacionados con la actividad textil, complementos para el adorno personal y utensilios relacionados con las actividades más cotidianas, son ahora abordados en un ambicioso proyecto de catalogación y estudio de la industria ósea en Hispania romana, que pronto verá la luz (6).
Notas.
(1) González Marín, F. (1951) Praderas de moreras, p. 8 “4ª Zona. Está formada por las provincias de Sevilla, Cádiz, Córdoba, Huelva y Badajoz. Es concesionaria de esta zona la empresa “H.Y.T.A.S.A.”, con domicilio en Sevilla, Cerro del Águila”.
(2) ABC, Sevilla (14 de Junio de 2016).
(3) ID.
(4) Cardito Rollán, Luz Mª. (1996) “Las manufacturas textiles en la prehistoria: las placas de telar en el calcolítico peninsular”, Zephyrus 49, fig. 7-1 “telares de placas con cuatro”.
(5) Rodríguez Martín, F. G. y Jerez Linde, J. M. (1994) “Objetos de hueso procedentes de la cuenca media del Guadiana”, Revista de Estudios Extremeños, L – III, Badajoz, lam. 3, nº 43.
(6) Rodríguez Martín, F. G. (2021) La industria ósea en Hispania (en prensa).
Bibliografía.
ABC, Sevilla (5 de Enero de 1965).
ABC, Sevilla (14 de Junio de 2016).
Cardito Rollán, M. Luz (1996) “Las manufacturas textiles en la prehistoria: las placas de telar en el calcolítico peninsular”, Zephyrus 49.
González Marín, F. (1951) Praderas de moreras, Madrid.
Rodríguez Martín, F. G. y Jerez Linde, J. M. (1994) “Objetos de hueso procedentes de la cuenca media del Guadiana”, Revista de Estudios Extremeños, L – III, Badajoz, lam. 3, nº 43.
Rodríguez Martín, F. G. (2014) “Artesanos y talleres del hueso en la Hispania romana” en Artífices idóneos. Artesanos, talleres y manufacturas en Hispania (M. Bustamante y D. Bernal, eds), Anejos de Archivo Español de Arqueología LXXI.
Rodríguez Martín, F. G. (2021) La industria ósea en Hispania (en prensa).